"Memorias de un profesor malhablado", de Matías Escalera: ¿qué significa ser profesor o profesora de la Pública?

Por Aurelio Sainz Pezonaga.

AA-CP-MEMORIAS-PROFESOR-PORTADAMatías Escalera es novelista, dramaturgo y poeta, es también profesor de Secundaria, de Lengua y Literatura, y activista, entre otras muchas lizas, de la Marea Verde. Señalo este conjunto de facetas porque Memorias de un profesor malhablado (Amargord Ediciones, 2013) las recoge todas y alguna más. La reflexión, el argumento, el testimonio, la anécdota, el humor, la indignación, la rebelión y la rabia se entrelazan en el texto con maestría. No abordaré, sin embargo, toda la complejidad del escrito. Desde mi propia condición de docente de la educación pública, quiero detenerme, para pensar con el libro, en la habilidosa forma con la que Matías Escalera ha sabido relacionar el testimonio de la labor docente cotidiana de un profesor de la Escuela Pública con las realidades complejas, sociales, económicas y políticas, en las que necesariamente se enmarca.

Desde que surgiera en Madrid la Marea Verde, y en todas sus expresiones posteriores, las demandas laborales del profesorado quedaron en un segundo plano y la reivindicación se formuló en términos de defensa de la educación pública. Las mareas verdes, por supuesto, no han estado compuestas únicamente de docentes, pero para los docentes su implicación en ellas despertó y despierta toda una serie de interrogantes, que son sin duda compartibles por otros miembros de la comunidad educativa pública. ¿Qué significa ser profesor o profesora de la Pública? ¿Cómo afecta ser profesor/a de la Pública en nuestra manera de trabajar en el aula, de afrontar los problemas que este trabajo conlleva? ¿Qué es la educación pública? ¿Por qué habría que defenderla, que ponerla por delante de la privada (concertada o no)?

Una respuesta, la de Matías Escalera, con la que estoy plenamente de acuerdo, es que pensarnos como profesores de la pública nos obliga a entender nuestro trabajo desde el punto de vista del conjunto del andamiaje social. Nos obliga a vernos no sólo como profesores, sino como padres o madres o como estudiantes que fuimos, con unas posibilidades u otras de acceso al estudio. Pero también, nos hace vernos como trabajadores/as y como ciudadanos/as… y, por tanto, no nos queda más remedio que entender nuestro trabajo desde una concepción de lo que es y lo que podría ser la sociedad en la que la Escuela Pública sea una institución fundamental.

Hay, por tanto, un hilo que enlaza todas estas consideraciones o puntos de vista con la labor docente que desarrollamos día a día. Es más, hay un hilo que enlaza nuestra actitud respecto de la educación, sea como docentes o como padres o madres, como estudiantes y, según Matías Escalera, también como políticos o agentes sociales… que hace que esa actitud, esos valores que a diario nos mueven a actuar de una manera u otra con respecto a la educación no sean los mismos si uno entiende o no que “formar parte de la escuela pública” supone tener una perspectiva múltiple y extendida acerca de nuestra relación con ella.

Esa perspectiva podría resumirse en una pregunta doble: ¿qué papel juega la escuela en la reproducción de la sociedad, y de qué sociedad?

Matías entiende que, en estos momentos, en lo que respecta a los docentes, ese papel se divide en dos posibilidades: a) “moldear espíritus y destinos a través de valores y conocimientos”, esto es, trabajar para que los estudiantes se doten en la Escuela de herramientas para defender o conquistar sus derechos como personas, trabajadores o ciudadanos, herramientas que les permitan pensar por sí mismos y actuar de forma responsable en la construcción de una sociedad libre compuesta de personas libres; o b) “instruir capacidades y domar voluntades”, o lo que es lo mismo, producir trabajadores y consumidores sumisos y súbditos en lugar de ciudadanos. La fórmula es esquemática, pero muestra con claridad algunos de los aspectos más importantes de la contradicción con la que nos encontramos los docentes de la pública y las líneas de fuerza por las que caminan los cambios en el sistema educativo.

Si nos centramos en los asuntos que ahora mismo están encima de la mesa: recortes, LOMCE, la Ley de Autoridad del profesorado (en Castilla-La Mancha, que es desde donde hablo), podemos entender que:

1) Los recortes conducen a la automatización y homogeneización de la labor docente. Hacen muy difícil lo que se llama la “atención a la diversidad”. Esta tiene múltiples facetas, pero en todas ellas está presente al menos la posibilidad de trabajar con el desarrollo del criterio personal, responsable y comprometido del alumnado. Los recortes reducen esa posibilidad al mínimo.

2) La LOMCE por medio, por ejemplo, de la implantación de las reválidas promueve, como los recortes, la estandarización del proceso enseñanza/aprendizaje. Sirven para controlar administrativamente ese proceso por medio de “patrones” fijos a los que tienen que adaptarse profesores y estudiantes sean cuales sean sus contextos, experiencias o necesidades.

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Matías Escalera

3) Tanto los recortes (y entiendo que la crisis sólo ha servido de excusa) como la LOMCE aceleran esta tendencia, que viene de atrás, de encauzamiento administrativo de la labor cotidiana de docentes y estudiantes hacia una práctica de instrucción y doma y no de empoderamiento del alumnado y de liberación de la sociedad. Es este contexto en el que hay que situar las leyes de autoridad. No en la línea de dar más poder al profesorado, sino precisamente en el sentido contrario: en hacer de los profesores y profesoras meros eslabones de la cadena de mando. Cada eslabón en la cadena tiene su espacio de arbitrariedad, eso es lo que irreflexivamente puede atraer al profesorado. Pero ese espacio de arbitrariedad, de dejar vía libre a muchos de los microdespotismos que atraviesan la institución, no es más que el espacio justo para transmitir las órdenes de instrucción y doma que vienen de arriba. Y, sobre todo, no son otra cosa que las migajas del banquete de arbitrariedad que la cúspide gobernante deja caer para humillación de sus subordinados.

Un pasaje de Memorias de un profesor malhablado resume muy bien el punto de vista del autor acerca de su propia labor docente, al tiempo que expresa sin sutilezas su toma de posición en este espacio de antagonismo social que es la escuela pública:

«porque siempre he procurado no olvidarme de lo que sentía cuando era un niño y un joven estudiante…, como profesor intento huir tanto de la mentira, como de la injusticia y la arbitrariedad, pues, desde el principio…., supe que la enseñanza y el aprendizaje sólo pueden funcionar sobre la base de la verdad y de la franca y justa relación entre profesores y alumnos, por una parte; y entre los propios alumnos, por otra. El auténtico conocimiento, me parecía entonces, y me sigue pareciendo todavía, surge, por lo común, del coraje de enfrentarse juntos a la verdad, por amarga y descorazonadora que esta sea».

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 «Memorias de un profesor malhablado»

Matías Escalera

Amargord Ediciones, 2013

107 pp. , 10 €

 

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