Definitivamente… mierda

Sin-título2-300x300Por JUAN LUIS MARÍN. Siempre me he reído de los tópicos de las películas románticas, sobre todo de quienes las consumen: mujeres en pijama, a veces en grupo, que lloran a moco tendido mientras la ven, rodeadas de boles de palomitas, patatas fritas y tarrinas de helado.

Y aquí estoy, un sábado por la noche. Como ellas. Viendo una película de mierda, Definitivamente… quizá. En lugar de en pijama, en gayumbos. En lugar de palomitas, patatas fritas y tarrinas de helado… cigarros y litronas.

Y SOLO.

Supongo que es la crisis previa a los 40. Y eso que aún voy por los 38. Que todos tus colegas estén casados y con enanos. Que no tengas a nadie a quien contarle tus mierdas o tomarte unas birras… y sentir que todavía formas parte de “algo”. Que tu presente sea trabajo, casa y gato. Día tras día. Una semana tras otra. Pagando la única compañía que esta vida puede ofrecerte: cerveza y putas.

Así que te enganchas a una película de mierda pero que dentro de todas sus estupideces esconde una realidad como un templo: un hombre que busca compartir su vida con alguien especial. Para no acabar como el personaje de Kevin Kline en la peli: un escritor que la palma de un ataque al corazón y cuyo cadáver no es encontrado hasta pasados unos días… porque sí, se follaba a sus alumnas, pero estaba SOLO.

Escucho los gritos del chavalería que debe estar de botellón en el parque. Tengo las ventanas abiertas. También me llega el sonido de los aspersores… y el olor a hierba mojada se cuela en el salón. De la casa de mis padres. Que no están…

El protagonista de la película le cuenta a su hija su vida amorosa. Hubo tres mujeres importantes en su vida.

Tres… Joder, qué pocas.

Cada una de las mujeres que he conocido en mi vida ha sido importante. Quizá sea ese el problema, que me lo tomo todo demasiado a pecho… Y así durante casi 20 años…

Acaba la peli y cambio de canal. Es el final de Gran Torino. Clint Eastwood hace justicia sacrificando su vida por el bien de la comunidad…

Y SOLO

El protagonista de la primera tenía unos 30. El de la segunda, alrededor de 70. Sí, me queda media vida para llegar a eso…

Si llego.

Demasiados pitillos.

Demasiadas cervezas.

Y demasiados recuerdos.

Doy un trago, una calada, echo la mirada atrás… y SÓLO se me ocurre decir una cosa:

– Joder, ¿en qué coño me he equivocado?

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