‘Marranadas’: una mujer-cerda por un actor excepcional

 

Por Horacio Otheguy Riveira

Teatro-cine protagonizado por Alfredo Arias asumiendo diversos personajes enmascarados, con Pepa Charro arrastrándose por un humano revolcadero.

Detrás de una cortina transparente nos habla una mujer-cerda: “Tengo que contarles cómo y por qué me volví una cerda… El simple acto de recordar me resulta difícil, pero si me concentro mucho y trato de remontarme tan lejos como puedo, es decir, justo antes de los acontecimientos, alcanzo a capturar imágenes…”.

Detrás de una cortina transparente nos recibe un actor con un movimiento marrano asombroso y una voz de impecable sonoridad que irá matizando cuando se transforme en otros personajes para recorrer asperezas, humores, angustias y amarguras, amor y ensueño… Una voz espléndida que atrae y distancia, que tanto cautiva como aleja, en una teatralidad donde el movimiento corporal tiene una coreografía, un aire libertario en el que un hombres es una mujer y un cerdo, pero sobre todo un ser vivo con un profundo estigma que se esfuerza por hacerse entender:

“Mi relato sembrará perturbación y angustia. Suplico a los espectadores, en particular a los desocupados y a las embarazadas, en fin, a todas las personas que pudieran escandalizarse, que me disculpen por las molestias ocasionadas”.

 

Marranos en la Francia de Sarkozy

Desconozco la opinión de la autora de la novela homónima (edición española en Anagrama, primera edición de 1997) —y coautora de esta versión teatral—, acerca de si la Francia pija, xenófoba y pringosa que denuncia bajo el dominio de Sarkozy ha cambiado en la actualidad. En su momento su testimonio fue un bombazo editorial: una mujer se mira ante el espejo y va viendo las marcas de una transformación que la llevará a padecer/gozar del fango, de la suciedad, de los alimentos pútridos, de la soledad más angustiosa, de apocalípticas situaciones, y del amor sacrosanto de un lobo que será asesinado; de sufrimiento en sufrimiento se las apaña para avanzar, hacer justicia por propia mano y acabar en un bosque, patética y hermosa.

Alfredo Arias la interpreta, y también encarna a una dermatóloga de Edgar —símil de Sarkozy—, a una viuda muy especial y a un elegantísimo lobo enamorado… Entre aparición y aparición (con máscaras y trajes de gran creatividad y belleza), se proyecta una película siempre desgarradora, protagonizada por Pepa Charro; sorprendente abandono físico, desnudos sus grandes pechos, sucia y dolorida su piel, vivenciando el realismo de la novela mientras en escena el actor se expresa con un estilo distanciado que enfría y cautiva.

 

‘Marranadas’, Naves del español, Matadero.

 

El talento de Alfredo Arias (nacido en Argentina, residente en Francia desde los años 70) hace posible que lo que ocurre en el escenario y en la película confluyan en dos historias distintas unidas por el dolor de una deshumanización incesante en esta Europa donde el animal que más alimento produce para todos los niveles económicos, deviene en rasgos desesperadamente humanos.

Un animal que, por otra parte, cuenta en el teatro con un monólogo que estrenó en España Juan Echanove en 1993, al borde de la depresión (“Ser un cerdo me ha llevado a un estado de profunda tristeza y melancolía”): El cerdo, adaptación teatral de Antonio Andrés Lapeña, según la novela de Raymond Cousse, Estrategia para dos jamones: vida y muerte de un ser que provee a millones de personas de gran variedad de embutidos de bajo precio y pésima calidad junto a otros muy caros y de alta calidad, ambos igualmente contraindicados por los médicos del mundo entero.  

 

Revelaciones de una realidad indescifrable

Cuando Marranadas termina, el actor-cerda agradece los aplausos dando dos vueltas por el escenario como si fuera la pista de un circo. En el último saludo se quita la última máscara y le vemos por primera vez: un hombre agitado, emocionado, un artista con una fantástica capacidad actoral a sus 68 años, un joven irredento, un veterano teatrero dispuesto a todo, un invitado de honor en España que ha interpretado otros personajes femeninos en su tierra de adopción (la señora de Las criadas, de Jean Genet, por ejemplo) o dirigido La tempestad de Shakespeare o producido en su totalidad cabarets sumamente creativos como Fous des Folies, Concha Bonita o el Cabaret-Brecht-Tango-Broadway. Un hombre de teatro muy completo, no hay género que se le resista, como actor, director, coautor, productor. Ojalá vuelva pronto.

Marranadas es una proeza teatral desde un texto que desafía el proceso natural de la existencia, muy contaminado por la presión política y social. En escena, la mujer-cerda es una narradora que sirve de vínculo entre las diferentes criaturas que le reenvían su propia imagen. Un desfile de seres al que conviene acercarse desprovisto de prejuicios, abiertos a dejarse invadir por la conjunción singular de teatro-cine, guiados por un creador que hace del hoy tan manido monólogo, un espectáculo total que invita a reflexiones íntimas al salir del teatro, por las calles solitarias que lo rodean, o, mejor aún, ya en el bullicioso bar de la propia sala donde entre mandíbulas batientes se tiene la sensación de empezar a padecer una transformación casi imperceptible, con las cervezas chorreando sobre la ropa, el vino empapando las camisas, arrastrándonos en busca de las tortillas arrojadas repentinamente al suelo. Es el comienzo. A la protagonista de esta historia le pasó lo mismo, hasta que tras muchos golpes supo que tendría más posibilidades de supervivencia una vez que se dejara llevar por la reciente naturaleza adquirida:

“… no requería ningún esfuerzo, únicamente energía vital y la había en mis músculos de cerda, en mi vulva de cerda, en mi cerebro de cerda, había la suficiente para vivir en un revolcadero. El contacto con los árboles, los perfumes, los humus, los musgos y los helechos puso en movimiento mis músculos. Sentí latir en mis arterias la llamada de los demás animales, el enfrentamiento y el acoplamiento, el atrayente perfume de mi raza en celo…”.

 

‘Marranadas’, Naves del español, Matadero.

 

Marranadas

Basada en la novela homónima de Marie Darrieussecq.

Adaptación teatral: Alfredo Arias, Gonzalo Demaría, Marie Darrieussecq.

Puesta en escena e interpretación: Alfredo Arias.

Actriz del film: Pepa Charro.

Director del film: Toni Aloy.

Trajes: Chloé Obolensky.

Máscaras: Daniel Cendron.

Lugar: Naves del Español-Matadero.

Fechas: Del 17 al 29 de septiembre de 2013.

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