Smortphone

Por Fran Portillo. Cuánto ha avanzado la tecnología. Atrás quedaron esos pc’s de mesa que emitían aquel sonido tan característico, más propio de un reactor nuclear. Parecía como si, en lugar de pedirte la clave de acceso, fuera a aparecer una cuenta atrás.

¿Y aquellos portatiles que no cabían en el equipaje de mano y te dejaban el hombro hecho un lastre? La mayoría de nosotros ibamos una vez al mes al médico por las quemaduras que te producía en las pantorrillas. ¿A nadie se le ocurrió poner los ventiladores en los laterales?

Ahora todo eso ha quedado obsoleto. ¿Quién no tiene un smartphone? Con esas app’s tan graciosas que son capaces de medirte incluso la temperatura del pito. Hoy en día todo el mundo lleva su vida en el bolsillo.

Pero, ¿qué pasa con la gente mayor?

El otro día escuché la conversación de un anciano en una cafetería. Al pobre hombre se le había escacharrado su teléfono móvil y cuál fue su sorpresa que al ir a comprar uno nuevo le quisieron encasquetar un smartphone de última generación.

– Ya no se fabrican teléfonos convencionales, tiene que adaptarse al mundo moderno -le dijeron.

Aunque esto no es lo más vergonzoso. Hace unos días vi en las noticias que un colegio de Madrid había sustituido los libros de texto, cuadernos, bolígrafos, etc. por tabletas (y no de chocolate precisamente).

Aunque lo que más gracia me hizo fue las declaraciones de una de las madres, que decía indignada:

– Lo que más me preocupa es que mi niña se entretiene en cambiar de color el fondo de escritorio y bajarse las nuevas colecciones de colores…

¡La madre que la parió! ¿En serio a esa madre no le preocupa que su hija no aprenda a escribir con un puto boli?

Definitivamente la vida me parece una continua decepción, y el ser humano su mayor defecto.

Hasta que la cosa no cambie seguiremos leyendo faltas de “hortografía” y viendo cómo nos saludan con el vomitivo: OLA K ASE.

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