Cartógrafos de la nueva televisión

 

Por GERARD ALTÉS

No descubro nada si digo que las series de televisión gozan de un prestigio sin precedentes. Un prestigio ganado a base del entusiasmo y arrojo de ciertos ejecutivos de cadena y futuros showrunners con una sensibilidad diferente. Juntos fletaron un buque avanzadilla y pusieron su bandera en un territorio virgen, y que resultó más fértil de lo que jamás soñaron.  Y así fue como comenzaron a hacer una televisión valiente, en la que  su centro de gravedad era un segmento de población que, sin saberlo, los estaba esperando. Ahora en este terreno conviven diferentes virreinatos, pero las cinco primeras colonias (The Sopranos, Oz, The Wire, A dos metros bajo tierra, Deadwood) siguen gozando del trato de favor de ser las inspiradoras. Y en aquella primera bandera colocada por Chris Albreth aún se lee sin ayuda de prismáticos “IT’S NOT TV, IT’S HBO”. Por deferencia, los otros reinos, a pesar de sus bienhalladas fórmulas,  siguen orientando sus monumentos seriéfilosa dicha Meca laica. 

Alan Sepinwall es un crítico televiso estadounidense, un perfecto conocedor de esta edad dorada. En 2012 publicó un libro titulado The revolution was televised (The cops, crooks, slingers, and slayers who changed TV drama forever). Lamentablemente no sabemos todavía si este libro va a ser publicado en España. A lo largo de los últimos años, ya ha habido varias editoriales, como Errata Naturae o Principal de los Libros, que han situado las series de televisión en una posición central de su catálogo. Pero este libro es diferente porque, además de realizar un certero análisis de los enfoques próximos al relato, a los personajes o a las estratagemas del guion de cada una de ellas, nos teje todo el proceso que tuvo lugar desde que la idea se instauró en el cerebro de los creadores hasta convertirse en hitos de la pantalla. Al vivir en la era digital, paralelamente al libro, es interesante leer su aclamado blog: What’s Alan Watching, donde le podemos apreciar más como crítico diario de los episodios recién estrenados de las series que se encuentran en antena.

revolution televised

Pero en este artículo quiero ceñirme al libro, porque Alan, si fuera un periodista deportivo, sería de los que recibirían las llamadas con nocturnidad y rumorología que mueven el mercado estival; y, si fuera un periodista destinado a cubrir la Casa Blanca, sería el mismísimo Danny Concannon, con vía libre para moverse entre bastidores e incluso para llamar con osadía al despacho del jefe de prensa (he’s the one who knocks).Alan Sepinwall tiene las dotes necesarias para que los creadores, guionistas, jefes de cadena y actores contesten a sus móviles cuando ven en la pantalla de sus teléfonos su nombre.

Tom Fontana (OZ), David Chase (The Sopranos), David Simon (The Wire), David Milch (Deadwood), Vince Gilligan (Breaking Bad) cada vez tienen más renombre entre el público, e incluso, comienzan a despertar la mística que vestían los directores celebérrimos del Hollywood de los 60 y 70. Pero tanto o más interesante es el papel que jugaron Chris Albretch en (HBO), Charlie Collier (AMC), Peter Liguori y Kevin Reilly (FX)… los ejecutas que apostaron por este modelo, y dieron la libertad de acción necesaria a los primeros, para experimentar.

En The revolution was televised cada capítulo aborda una serie: OZ, The Sopranos, The Wire,, Deadwood, The Shield, Lost, Buffy Cazavampiros, 24, Friday Night Lights, Mad Men y Breaking Bad. Permitidme nombrar la única objeción del libro: haber enterrado demasiado hondo la serie de Allan Ball A dos metros bajo tierra.

De esta forma, sabemos cómo Los Soprano pasó de ser una película inconclusa en la mente de Chase en los 80 al producto que ahora conocemos. También nos hace ser conscientes de la coincidencia, que propició todo el mapa de opciones que se pudieron dar. Al parecer, lo acontecido realmente acabó siendo el mejor de los escenarios posibles. Los agentes de David Chase llegaron a contrastar con la FOX la viabilidad de convertir a Los Soprano en una de sus series; ¿qué hubiese sucedido si por aquel entonces la HBO, que justo acababa de comenzar su andadura con OZ, no se hubiese puesto por medio? No hay duda de que nos hubiésemos encontrado un proyecto mucho más descafeinado, y entonces… ¿hubiese sido tan armónica está revolución televisada que propugna el título del libro? Otro momento culmen fue cuando la cadena de la FOX, FX, dio su aprobación a Liguori para la creación de contenido de calidad original para la cadena. Ante la duda, supieron optar por la idea ofrecida por el prometedor Shawn Ryan y dieron luz verde al proyecto de The Shield. The Shield, que aún no goza de mucha popularidad en España, fue igual de importante que Los Soprano, realizando una función detonadora, ya que demostró que las cadenas de cable básicas (que dependen de los anunciantes para su financiación), podían poner al espectador contra las cuerdas en cada episodio con personajes altamente conflictivos para la moral de cada uno de nosotros. 

También encontraréis respuestas a cuestiones tales como de dónde surgió el personaje de Walter White en la imaginación de Vince Gilligan o cómo paso David Milch (Deadwood) de vender una serie ambientada en la antigua Roma a ponernos en el barro de Deadwood en el tiempo que dura un almuerzo. Incluso sabréis cuán importante fue la fase que pasó Mathew Weiner, apadrinado por Chase en The Sopranos, antes de volar libre con Mad Men.

Pero lo más interesante es la reflexión que Alan Sepinwall hace al respecto del surgimiento de esta corriente de televisión de calidad. Solemos caer en el error de pensar que estas series que transformaron el panorama televisivo surgieron prácticamente como una rotura radical  liderada por una nueva generación de hombres y mujeres nacidos para desconectar de lo que nos habían ofrecido hasta ahora, cuando la realidades que la mayoría de estos creadores ya estaban haciendo televisión a lo largo de los últimos 20 años. Imaginad el talento desaprovechado y puesto al ralentí, para encorsetarse al lenguaje y a los métodos a los que la audiencia estaba acostumbrada. Aun así, las artes de los futuros revolucionarios iban dejando pistas. David Milch (Deadwood), por ejemplo, ya estaba innovando un nuevo lenguaje y sosteniendo a alguno de los primeros antihéroes en varias series policiales destacadas de los 90, como NYPD Blue, etc. David Chase venía rodado de Doctor en Alaska, y para el caso de Gilligan gozamos de un testimonio de excepción, que lo define perfectamente, Howard Gordon (Homeland),  que coincidió con él en Expediente X: “había una clara diferenciación entre el staff de escritores que formábamos el equipo de la serie, la mayoría éramos perfectamente capaces de escribir lo que los espectadores esperaban ver cada semana, pero había un par de genios residentes, como Gilligan, que tenían una aproximación peculiar a la serie y que aportaban un aire personal”. Expediente X, hizo además coincidir a Gilligan y Bryan Cranston (Walter White) en un plató, y una década después, frente al guion de los cinco primeros episodios de Breaking Bad terminados, el creador de la serie había de recordar el día en que  un actor lo cautivó, rodando uno de los episodios escritos por él mismo en la serie de los Agentes Mulder y Scully

También cuenta con un debate final imprescindible que atañe al momento actual de las series ¿Todo lo sucedido en estos diez últimos años se ha consolidado, o no? Obviamente,  la idea general es que se ha abierto una veda y que, innegablemente, el panorama de hoy día no tiene nada que ver con el de hace quince años. 

Pero para esta cuestión cedo la palabra a David Milch (Deadwood) y David Eick (Battlestar Galactica). Ambos comparan, de algún modo, la etapa de los 2000 con la conquista del Oeste, “cuando hay una nueva frontera está permitido hacer añicos aspectos ya concebidos, aunque sea de una forma peligrosa y casi criminal. Pero siempre acaba llegando la cultura de la estabilidad. Es entonces cuando aparecen las normas, y mucha experimentación se va al traste”.  Charlie Collier de AMC, que se acaba de despedir de Breaking Bad, y viendo que Mad Men se prepara para su recta final comenta: “Fui a las Olimpiadas y hemos visto el Dream Team.  Mad Men, Breaking Bad, Walking Dead… Ahora, llega la inevitable cuestión: ¿qué harás para asegurar su reemplazamiento? Tú no reemplazas a Michael Jordan y a Scottie Pippen”.

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