DUALIDAD

Por Juan Carlos Vicente. Cuesta sobreponerse a la desgracia del absurdo, a la contabilización de los muertos y a la estigmatización del papel del hombre sobre el hombre. Ciertos días en los que nos es necesario apagar el interruptor y huir de la luz como de la peste, apartar la clarividencia aunque solo sea por unos momentos para desmenuzar en la oscuridad de una habitación la proyección de nuestros actos. Esquivar, hartos del dolor intenso, intentar esculpir un nuevo rostro al que cada mañana vemos derrotarse un poco más, y dejarlo nacer, de nuevo, a pesar de todo.

No es posible un mundo nuevo si nos empeñamos en mantener los mismos altares. Pero nos arrodillamos con la esperanza de que así sea. Crear forma parte de esa mentira: palabras ocultas tras el agonizante ruido blanco, trazos de pincel como cuchilladas que se hunden en la carne del lienzo, las manos ciegas intentando arrancar vida a la piedra.

¿Cuál es el propósito de la enfermedad sino acabar consumiendo al huésped, alargar el dolor, vestir la desnudez de la carne de algo más grande que ella?

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