El último de los injustos (2013), de Claude Lanzmann

 

Por Miguel Ángel Martín.

 

De nuevo cine francés, y de nuevo cine colosal. Es verdad, no estamos ante una ficción, Lanzmann no hace ficciones, hace verdaderos ensayos sobre una de las barbaries modernas más espantosas de nuestra historia, ensayos en imagen y palabra, y en este caso, con “Le dernier des injustes”, consigue, sin imágenes del horror, hacernos sentir el mismo y una amplia sensación de desagrado rodando en los lugares donde comenzada la década de los 40, se desarrolló la solución final.

 

88 años de edad tiene el director, se le nota, pero ahí le vemos, leyéndonos documentos, memorandos, testimonios, cartas… en los lugares de la infamia, como contrapunto del verdadero compromiso de la película, difundir la opinión de Benjamín Murmelstein, último presidente del Consejo judío de Theresienstadt, último presidente vivo, el único vivo conocido tras el holocausto en el momento de rodar la entrevista.

 

Gran Rabino de Viena cuando se produce el “Anschluss”, la anexión consentida por Francia y Reino Unido de Austria por parte de Alemania en 1938, y Gran Rabino cuando se produce la Kristallnacht entre el 9 y 10 de noviembre de 1938. Gran Rabino cuando tiene que “negociar” con un incipiente mando de las SS, Adolf Eichmann, la colaboración de la comunidad judía en las exigencias que el régimen nazi va dictando para sojuzgar, someter, humillar, aislar y exterminar a dicha comunidad, ahí ya aprende a sobrevivir y tratar a la bestia, ahí debe ser consciente de cómo se van a desarrollar los hechos inmediatamente futuros, pero como el gran rabino de Londres le trasmite cuando hace de intermediario para que reciba a un rabino exiliado de Viena, “recibo al que vuelve, no al que se queda”.

 

La película, de casi cuatro horas de duración, se acomete como un esfuerzo que, transcurrido su metraje aun mantiene la necesidad de querer seguir viendo y oyendo más cosas. La entrevista que va jalonando las intervenciones de Lanzmann y las imágenes del “mundo de hoy” fue rodada en 1975 por el propio Lanzmann en Roma, donde vivía exiliado el propio Murmelstein después de ser absuelto de los cargos de colaborador con los nazis por los que los checos le acusaban.

injustos

 

No es posible juzgar el comportamiento de Murmelstein, como tampoco es posible decir que todo lo que cuenta o lo que reflexiona está dicho desde la honestidad de quien está convencido de haber hecho lo que debió en todo momento. Theresienstadt, o Terezin como dicen los checos, fue un proyecto piloto propagandístico de los nazis para hacer creer al mundo que el trato dado a los judíos no era inhumano, y sólo se trataba de limpiar Alemania de judíos sin exterminarlos. Visto con el conocimiento de hoy, o como el propio Murmelstein dice, una vez liberados por los soviéticos, y comprobado lo que ocurrió en los campos de exterminio, a nadie con dos dedos de frente le cabe duda alguna de lo que supuso la “solución final” aprobada en Wansee el 20 de enero de 1942 y en la que estuvieron presentes Reinhard Heydrich, comisionado por Heinrich Himmler y Hermann Göring, jefe de la Policía Secreta del Estado (Gestapo) y la SD, el Dr. Alfred Meyer (Representante del Ministro del Reich para los Territorios Ocupados del Este), el Dr. Georg Leibbrandt (Representante del Ministerio del Reich para los Territorios Ocupados del Este), el Dr. Wilhelm Stuckart (Representante del Ministro del Interior del Reich), abogado, co-autor de las Leyes de Núremberg, el Dr. Erich Neumann (Jefe de la Oficina de Planificación de los Cuatro Años), el Dr. Roland Freisler (Ministro de Justicia del Reich), el Dr. Josef Bühler (Gobierno del Gobierno General), el Dr. Martin Luther (Relaciones Exteriores), el Dr.Gerhard Klopfer (Representante de la Cancillería del Partido), Friedrich Wilhelm Kritzinger (Representante de la Cancillería del Reich), Otto Hofmann (Oficina Principal de Raza y Colonización), Heinrich Müller (Oficina Principal de Seguridad del Reich), Adolf Eichmann (Oficina Principal de Seguridad del Reich (Gestapo)), el Dr. Karl Eberhard Schongarth (Comandante de las SD), y el Dr. Rudolf Lange (Comandante de las SD en Letonia).

 

Terezin se creó, con o sin, haya cada uno con sus conclusiones acerca del propio colaboracionismo de los judíos en su propio exterminio a la hora de decidir aplacar a la bestia o azuzarla con una oposición frontal, para vender a occidente y a las organizaciones humanitarias, fundamentalmente la Cruz Roja, que Hitler planeaba sólo el traslado de la población judía a asentamientos estables fuera del territorio de influencia directa del Reich, y el experimento de Terezin, en la ciudad fortaleza se quiso vender a las potencias democráticas como el ejemplo de ciudad autogestionada por los judíos bajo supervisión nazi, con sus propios representantes.

 

El ejercicio de propaganda es exhaustivo, para ello existía un ministerio con ese nombre bajo la dirección de Goebbels, llegándose a rodar un documental en el que se ven a alegres ancianos vestidos de domingo disfrutando del sol, mujeres leyendo o charlando amistosamente, granjeros felices regando sus huertos, alegres obreros manufacturando zapatos, niños comiendo la merienda, familias alegres disfrutando de los baños, intensos partidos de fútbol con afluencia masiva….. pero Terezin era un campo de exterminio diferido, cualquier infracción de la norma era castigada, y el castigo era la horca, la alimentación y el cuidado médico escaso y deficiente, las jornadas laborales de 10 o más horas, la habitación infrahumana, húmeda y fría. Terezin no mataba directamente en masa, era la muerte por agotamiento, o llegado el momento, punto de partida hacia el este, hacia Bierkenau, Auschwitz, Chelmo, Sobibor y tantos otros escenarios de la infamia.

 

Murmelstein fue el último dirigente judío del campo, previamente, y con cadencia de un año, fueron ejecutados o transferidos a Auschwitz los anteriores y Murmelstein lo sabe, sospecha que tras ser nombrado al cabo de un año puede seguir el mismo camino, si no antes. En la entrevista, donde se percibe el aumento de la confianza entre entrevistador y entrevistado, Murmelstein no trata de justificarse, intenta hacer ver que en su posición enfrentarse a los jerarcas del campo, o en su momento en Viena a Eichmann, hubiera supuesto su muerte y la de miles de judíos con él. Su objetivo era que Terezin funcionara lo mejor posible, hacer ver a los nazis que les era necesario mantener Terezin para su estrategia de propaganda, y así poder mantener con vida a los 20000 residentes de la ciudad sitiada y aislada.

 

En ese objetivo Murmelstein ha de enfrentarse con otros judíos influyentes de la comunidad, nacen los celos, las envidias y ¿porqué no? el rumor de su colaboración con el exterminador, en su objetivo de mantener el campo, porque le va la vida en ello, corrió el riesgo de ser condenado a perpetuidad, y así antiguos amigos de juventud le repudian y desean su ahorcamiento tras la guerra, de hecho no visitará Israel en ningún momento antes de su muerte, ¿miedo a ser detenido? ¿miedo a ser juzgado como Eichmann y ser equiparado con él? Murmelstein refleja una inteligencia exquisita, un razonamiento impecable, un sentido del humor ácido y devastador hacia sus críticos, impagable el último tramo de entrevista entre monumentos de la antigua Roma, pero……. si, es imposible no plantearse los peros sobre la propia figura del entrevistado. Ahora bien, ¿podemos juzgar moralmente desde nuestros sillones lo que hizo Murmelstein hace 70 años en una situación de vida o muerte? Me guardo mis reflexiones, incluso las interpretaciones a sus palabras.

 

En el único momento que veo decaer la profundidad de sus palabras, Murmelstein, a mi limitado entender, tras haber refutado la teoría de Arendt sobre la banalidad del mal, incurre en una banalidad similar. Murmelstein dice que Eichmann no era banal, era el demonio, pero cuando se le pregunta por si no sabía lo que estaba ocurriendo en Auschwitz, si no dudaba a la hora de “colaborar” en la gestión de Terezin, Murmelstein opta por la explicación de su entrega a una misión, su misión era salvar Terezin, que Terezin fuera necesario para los nazis,  y quizás ese argumento roce la banalidad, no lo se, Eichmann diseñó la maquinaria perfecta para el exterminio como un recurso industrial, Murmelstein pensó en Terezin como un refugio para unos pocos, incluido él, a quien reserva el apelativo de “el último de los injustos”

 

Y entre esta entrevista, un verdadero torrente de palabra inacabable e incansable, Lanzzman aporta el valor fílmico a la película, la inclusión de “cuadros” como cambios de escenario teatrales que exigen una parada en la representación, pero para que no se rompa el continuo del discurso de Murmelstein, Lanzzman incluye imágenes de “el mundo de hoy”, o de los dibujos realizados por los residentes de manera clandestina sobre la realidad del campo y las condiciones de vida, rueda en la actual estación de Bohusôvice, donde llegaban los judíos remitidos a Terezin para desplazarse después a pie hasta el campo, rueda en Jerusalén, para que veamos el escenario del juicio a Eichmann y el lugar al que Murmelstein no puede ir, rueda en el interior de la ciudad de Terezin, rueda en el interior de la fortaleza, y ese rodaje, que excluido del todo parece banal, imágenes neutras de vida diaria, trenes que pasan, una apacible ciudad medieval, unas naves en ruinas, un paisaje pantanoso, con las palabras de Lanzmann, pausadas, con voz vieja y cansada, se transforman en un puñetazo visual cuando sientes que en esa estación, 70 años atrás, los vagones de carga vomitaban centenares de personas, algunas ya muertas, con una estrella amarilla en el pecho, rodeadas de alemanes agresivos o guardias checos colaboracionistas, esa apacible ciudad de provincias se transforma, con el texto leido en un ambiente urbano enrarecido, lleno de sombras y recuerdos de muerte, sientes los ahorcamientos ejemplarizantes de los primeros residentes en Terezin para aviso de todos los demás internos, visualizas el fusilamiento a traición del presidente del Consejo que precedió a Murmelstein…. y lo que parecen meros escenarios históricos cobran vida autónoma para interrogarnos sobre nuestra propia identidad como seres humanos y nuestra capacidad de sufrimiento y de causar dolor innecesario.

 

Shoah, después Sobibor, ahora El último de los injustos, son jalones de Lanzmann en el trabajo de mantener la memoria de los perseguidos y también de los verdugos. Ahora bien, Murmelstein no deja pasar la ocasión de constatar un hecho que, no por ser cierto, incomoda, las víctimas tienen razón, pero por ser victimas no se hacen mejores. Los judíos no eran santos, mártires si, pero no santos. ¿Estará hablando también por él? Imprescindible película, limitadamente estrenada en dos cines en Madrid y Barcelona, pero disponible en plataformas digitales como filmin y yomvi, visión obligatoria para los amantes del gran cine y para los amantes de la historia.

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *