Mario Gas y Peris-Mencheta en ‘Julio César’, de Shakespeare

Por Horacio Otheguy Riveira

Un maestro del teatro, director que de tanto en tanto ejerce de actor, y un actor que ya dirige: intérpretes de Julio César y Marco Antonio con Tristán Ulloa como Bruto.

 

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A William Shakespeare le interesó mucho esta época, primero se ocupó de la lujuria en Antonio y Cleopatra, y después trató el asesinato de Julio César, aproximadamente por el año 1620, fiel a su pasión por ficcionar hechos históricos. A medida que pasan los años más directores se interesan por algunos aspectos de estas obras y las adaptan en versiones más o menos felices, más o menos polémicas, casi siempre demasiado libres.

 Polémicas pasiones

 Para quienes conozcan la función tienen servida una polémica siempre interesante o irritante, según la idiosincrasia del espectador dispuesto a debatir las clásicas preguntas: ¿El versionador cortó mucho, eliminó escenas importantes? ¿Por qué falta esto y aquello otro? ¿Otra vez expolian a Shakespeare a capricho del director de turno?

 Es esta una de las obras largas del siempre extraordinario autor de Hamlet, que ya tiene unas diez versiones en cine, si bien la más recordada es la de 1953, con Marlon Brando. Y en el teatro la que menos gente vio pero de la que más se ha escrito ha creado escuela internacional: el joven Orson Welles de 1937 (cuatro años antes de la película Citizen Kane) dirigió una versión muy podada en la que las togas de los personajes fueron sustituidas por uniformes con reminiscencias fascistas, un tema muy candente en aquellos años de fortalecimiento de Mussolini y ascenso de Hitler.

En esta ocasión el responsable de la versión y director, Paco Azorín, ha preferido “podar” y reconstruir escenas, vistiendo a sus hombres con togas sobre uniformes de imprecisa ideología y corbata eminentemente burguesa, pero eso sí, poniendo el acento

 “en la palabra, en su fuerza poética y evocadora, y de manera muy especial, en su capacidad potencial para modificar el ánimo y alterar la conducta de quienes las escuchan”.

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Calpurnia y Portia se han marchado

 Y se han marchado para siempre en esta visión eminentemente masculina. Y las echo de menos. A mi entender resultan claves para comprender la naturaleza de los personajes principales: César y Bruto, el poderoso señor que tal vez acepte la corona de rey omnímodo y por tanto con temibles plenos poderes, y su gran amigo, su gran aliado que planea matarlo y le dará la cuchillada final. Ambos tienen mujeres que les quieren bien, ambos tienen debilidades que sólo exhiben ante ellas y a través de las cuales comprendemos sus secretos temores y públicas virtudes.

 César acepta el consejo de su esposa Calpurnia cuando le advierte que los Idus de Marzo (una fecha tradicionalmente positiva en una sociedad politeísta muy supersticiosa) esta vez no le serán favorables, pues ha soñado con su cuerpo manando sangre. Se le exhibe débil y él acata, no irá al Senado, pero su asistente le adula mientras le ayuda a vestirse convenciéndole de que esa imagen significa todo lo contrario: la sangre que mana es la idolatría que siente el pueblo por él. Y entonces va y sucumbe, porque atender a Calpurnia lo volvería cobarde.

 También la joven y hermosa Portia, pareja de Bruto, intenta salvarle de la quema, esta vez sin saber ni soñar lo que le pasa, pues la tiene siempre al margen: ella insiste en compartir sus angustias, le ruega que se desahogue con ella, pues ya está bien de ser la linda muchachita, “la puta de Bruto”, quiere ser también su reposo, su conciencia, su camarada. Un aliento sorprendente de modernidad en el siglo XVII. Más adelante, cuando la tragedia se desbarranca, se cuenta el suicidio de Portia, “tragando brasas ardientes”.

 Actores directores al servicio de un gran texto

 En este espectáculo tan interesante como excesivamente abocado a la sublimación de la testosterona, pero que, en su reducción de hora y media hay que agradecer una mayor presencia en escena vivo y muerto de Julio César, el personaje adorado y temido que acaba acuchillado por sus más cercanos, cuyo fin generará una revolución.

En la obra original, una vez muerto se habla de él todo el tiempo, centro de todas las secuencias, pero aquí, César-Mario Gas reaparece de diversas maneras, incluido en vídeo, y aportando al final una feliz remembranza de otra de las obras fundamentales de Shakespeare, Ricardo III, cuando en la escena final los muertos agobian al protagonista: Mañana en la batalla piensa en mí.

 Y es en Mario Gas y Sergio Peris-Mencheta donde descansan los aspectos más intensos y atractivos de la puesta en escena, a los que se suma el pasado de ambos. El gran director que ocasionalmente interpreta brevísimos personajes (el narrador en el epílogo del sensacional Esquilo que él dirigió para Vicky Peña, Gloria Muñoz y Constantino Romero) o el anciano director que presenta y cierra Follies, también con su propia puesta en escena de renombrado éxito, o el monólogo impresionante del suizo Henri Roorda, Mi suicidio. Pero donde más se le conoce es como responsable de puestas en escena, incluidas óperas y zarzuelas (El veneno del teatro, Kabul, Un tranvía llamado deseo, Master Class…).

 Por su parte, la notable carrera actoral de Peris-Mencheta en cine, televisión y teatro se ha visto últimamente especialmente aplaudida al asumir tareas de dirección. Con pocos recursos y mucha imaginación salió al frente con tres espectáculos merecedores de un considerable apoyo de público y crítica, justamente galardonados: Incrementum, del francés, Georges Perec, Un trozo invisible de este mundo, de Juan Diego Botto, y La tempestad, libre versión de Shakespeare.

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 Para quienes no conocen la obra original ni han visto otras versiones (como la muy interesante que adaptó e interpretó Fernando Sansegundo en el otoño de 2011 con Fran Fernández, Juanma Gómez y Candela Serrat)… este Julio César les puede atraer a través del vigoroso texto de una intriga política donde se expanden asuntos de gran actualidad. Y para todos, el aliciente de ver dos generaciones de nobles actores que continúan luchando por abrir nuevos caminos en el difícil contexto nacional presidido por crímenes morales en estado de permanencia.

 

Julio César

Autor: William Shakespeare

 Traducción: Ángel-Luis Pujalte

Dirección y escenografía: Paco Azorín

 Diseño de vestuario: Paloma Bomé

 Diseño de iluminación: Pedro Yagüe

 Fotografías: David Ruano

Intérpretes: Mario Gas, Sergio Peris-Mencheta, Tristán Ulloa, José Luis Alcobendas, Agus Ruiz, Pau Cólera, Carlos Martos y Pedro Chamizo

Lugar: Teatro Bellas Artes

 Fechas: Del 22 de enero hasta el 2 de marzo

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