Alegrías de Cádiz (2012), de Gonzalo García Pelayo

 

Por Miguel Martín Maestro.

alegriascadizTodos los días se aprenden cosas si uno quiere y tiene inquietud. No conocía a este director, y tendré que conseguir sus películas del periodo de la transición (¿qué era eso de la transición?), cuando nos creíamos que éramos los dueños de nuestro destino. Entra uno en cualquier buscador y te aparece una reseña biográfica de lo más sugerente, sí, es el “Pelayo” revienta casinos con sus hijos, creando un sistema legal para arrasar la banca, pero claro, no hay legalidad permitida que consiga arruinar a los señores del juego, y gracias que no le partieron las piernas y sólo le prohibieron entrar en los casinos de todo el mundo. Productor musical de Triana, de Hilario Camacho, Lole y Manuel, Amancio Prada… periodista musical, y lo que importa, cineasta contracultura oficial, enfrentado al modelo oficial de cine que intentó sembrar Pilar Miró como industria y que le echó de las pantallas en 1982 porque eran épocas de fastos y no estaba bien visto hacer cine con cuatro duros y que no creara tejido industrial, porque nos empeñamos en parecernos al cine francés sin darnos cuenta del tipo de espectador que somos.

Y del boca a oreja me empiezan a llegar mensajes de su nueva película, 30 años después, visible gratis en el portal márgenes.org hasta el 16 de febrero, rodada en 2012, clandestina como tanto otro cine inclasificable y tan necesaria como ha de ser toda oferta cultural sana y plural, Alegrías de Cádiz, tan sencilla como profunda, tan honesta como truhana, tan vital y alegre como melancólica y profunda, tan musical como pintoresca, tan local como universal.

Y voy a airear mis rarezas, no me gusta Cádiz ciudad, no me ha llamado su leyenda de ciudad milenaria, ni su supuesta blancura, ni la hermosura de su bahía, y me pongo a ver Alegrías de Cádiz y me parece otra ciudad, me parece una ciudad que no entiendo por qué no me ha gustado las veces que la he visitado, y no me molesta el gracejo, ni la música, ni el cante ni el baile, y me parece tan imperfectamente interpretada que resulta genuina. Y habla de amor y de amor perdido, del que ama a todas las mujeres y el que quiere sólo a una, y del que por amar a muchas no tiene a todas ni a ninguna, y del que por no centrarse en la cercana pierde a la que quiere y a la que querría querer. Y me entran ganas de volver y no entender lo que dice la gente en ese idioma tan raro que hablan.

Y ese Jeri y esa Pepa son la semilla y la tierra de Cádiz o de cualquier ciudad que encuentre alguien que sepa retratarla con esa luz y ese amor en el aire. Y la película es erótica cuando folla con palabras y cuando el grupo de chicas canta en la playa en bikini, es erótica en un paseo con pamela de una de las Pepas vestida con un vestido de verano que se mueve al ritmo de sus caderas y de la brisa del mar, y lo es con esa Pepa desnuda, a lo Brigitte Bardot en la película de Vadim con una pamela en sus posaderas.

Y se huele el mar, y se oyen las olas, y los jóvenes parecen jóvenes y los adultos son más jóvenes que muchos de nosotros, “y qué triste ser hombre de una sola mujer cuando hay tanto erotismo suelto por la calle sin que por eso se pierda el amor de la que te quiere”. Y la galería de personajes, los dos hombres enamorados de la misma mujer, y la mujer que está ahora con uno y luego con el otro porque así tiene dos y ya se verá, y el que elabora ritmas asonantes a la velocidad del rayo que quiere las cosas al 100% con varias, y la mujer que prefiere tener un 50% de las cosas, porque el 50% de uno y el 50% de otro hacen un 100% con dos cosas mientras que el 100% de muchas sólo te permite una sola. Y el boxeador poeta, que lo mismo te suelta un guantazo que te habla de los genes dominantes en las razas que fueron colonizando la bahía de Cádiz, o te hace una rima mientras te hace el amor, porque éste hace el amor y el otro folla.

alegriascadY llega el carnaval y todo es alegría, porque cantando por alegrías se van las penas, y se repasan a cantantes míticos de la historia de Cádiz, pero también se inventa un personaje, el de Fernando, que resulta ser una revelación musical de nombre Fernando Arduán, que habla de lo mismo que todos pero suena distinto, de los amores y de los desamores. Resultaba que estaba nominado a los Goya, pero bueno, nos gusta más lo que suena moderno y se canta en anglosajón, la mayoría no entendemos lo que se dice, seguro que los que votan tampoco, pero oiga, queda mucho más moderno que escoger a un cantante melódico y andaluz. Buscad las canciones por internet a falta de comprarse el disco, vais a quedaros con la boca abierta, Fernando Arduán, y para los que miren con suspicacia, ha cantado en Radio 3, creo que eso ya dice algo a su favor.

No me resisto a copiar aquí un comentario del director al enterarse del premio a la canción de esa infamia del cine español que es La gran boda española, allá va, creo que refleja fielmente el tipo de persona ante la que nos encontramos, la de los valientes sin pelos en la lengua, la del individualista español hasta los mismísimos de tanta autocomplacencia plañidera: “No quiero saber perder. No cuando nos gana una canción de mierda cantada en inglés. Yo me voy a cagar en la puta madre de los académicos que han votado eso en nombre de la cultura. Burros, que hacéis el peor cine de Europa, que los portugueses os están dando una paliza en todos los festivales, hijos bastardos de la nefasta Pilar Miró, que no tenéis detrás ni a la crítica ni al público que os huye despavorido…” .

Y el desahogo sigue, es fácil encontrarlo, y es fácil entenderlo, lo fácil vendido como importante, el ombliguismo frente al francotirador cultural libre para decir lo que quiere y como quiere, mezclando ficción con la realidad de un casting, y hablando del amor, habla de la muerte y te siega la sonrisa casi permanente con un ramalazo de profunda emoción con una madre hablando de su hija.

Y el cante, y la música, y los instrumentos y los bailes, los pescados de la bahía y los mercados surrealistas. Y si quiere remarcar una frase te la pega en la pantalla mientras el diálogo continúa, porque en la vida te quedas con frases mientras lo que te rodea sigue su marcha, porque no todos llevamos la misma velocidad ni el mismo ritmo ni seguimos (o perseguimos) las mismas realidades.

Y viendo la película te sale un “tiritrantran trantran, tiritrantran trantran” y piensas en todas esas cosas que han pasado y que están por pasar, de la envidia que dan esos jóvenes pendientes de disfrutar, de vivir, de amarse y de follarse, de jugar al póker y dejar los problemas para cuando sean importantes, porque en esa ciudad se hacen constituciones como soles y se hacen mujeres que son una y son muchas, tantas como para que el director decida que el mismo personaje lo interpreten cuatro mujeres distintas.

La Andalucía gaditana conocida, sólo faltan, y no es poco, las procesiones y los toros, pero apareciendo tan tópica de contenido es profunda y única en su análisis, en su cirugía de una ciudad que vive con sus personas, cerca del mar, cantando como se respira, con toda la vida mostrando su color, porque ella es… la Pepa.

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