Nostalgia de la tierra, Jorge Teillier

 

nostalgia de la tierraJorge Teillier

Nostalgia de la tierra

 

Edición de Juan Carlos Villavicencio

Colección Letras Hispánicas 730, Ediciones Cátedra

504 páginas

 

Por Edmundo Garrido

 

La tradición poética chilena del siglo XX está ampliamente reconocida fuera de sus propias fronteras. Mistral, Neruda, Huidobro, Parra o Zurita son nombres incontestables en su aporte al acervo de la poesía escrita en lengua castellana en la modernidad. Sin embargo, vista de cerca, esta tradición es mucho más rica y heterogénea de lo que este puñado de nombres parece indicar. ¿Dónde están nombres fundamentales del pasado como Rosamel del Valle, Pablo y Winétt de Rokha, Humberto Díaz Casanueva, Estella Díaz Varín o Eduardo Anguita? ¿Cómo comprender la importancia de los celebrados Gonzalo Rojas y Oscar Hahn dentro de su propio linaje? ¿Cuál ha sido la suerte de Enrique Lihn, ampliamente publicado en España hace décadas y ahora bastante olvidado en la península? ¿De qué modo se podría editar aquí libros de factura artesanal como La nueva novela de Juan Luis Martínez?

Por todo esto es de celebrar cuando uno de estos poetas vuelve a ser puesto en circulación y así es integrado al debate. Esta es una forma de post-vida nada fantasmal. A veces parece que es necesario cubrir a los “clásicos” con pesadas “losas”, volúmenes que evitan que resurjan de sus tumbas y, por tanto, reaparecen espectrales. Por el contrario, la publicación de Nostalgia de la tierra, antología de la poesía de Jorge Teillier (1935-1996), con edición de Juan Carlos Villavicencio, en la importante colección Letras Hispánicas, no tiene nada de fantasmal y mucho de vital. Aunque, sobre todo gracias a la insistencia de los poetas Juan Carlos Mestre y Niall Binns los conocedores tuvieron acceso a su obra desde mucho antes, la publicación de esta bien pensada antología (acompañada de más de cien páginas de contextualización y estudio) pone al alcance de la mano de todo lector en lengua castellana una obra notable. Anteriormente, Teillier fue difundido en España dentro de una iniciativa de grata memoria, la colección Signos de Huerga y Fierro que dio a conocer algunos textos de poetas latinoamericanos fundamentales como César Moro o el mismo Rosamel del Valle. En ese contexto apareció la antología de poesía de Teillier titulada El árbol de la memoria editada por Binns en 2000. Más de una década después bien vale tener disponible otra muestra de esta poesía y en un contexto de mayor difusión. Además, siendo de corte académico, la presentación que Villavicencio hace del poeta es muy completa y bien defendida, tanto en los aspectos biográficos como en su lectura de la obra teillieriana. Por lo mismo, sirve de excelente complemento para el lector que además de disfrutar de los poemas elegidos se interese por su vida y su contexto literario. Si la poesía de Teillier es indudablemente importante en la tradición poética chilena, por la perdurable huella que dejó en poetas posteriores y por la vigencia de su lectura a casi dos décadas de su fallecimiento, su importancia trasciende las fronteras nacionales, como demuestra esta publicación. La colección Letras Hispánicas tiene un importante rol en el campo literario actual y además, a pesar de basarse en un modelo antiguo, evita la pretensión de generar un canon. Teillier es parte del canon chileno pero es un poeta que resiste a las canonizaciones, como casi todos en esta peculiar tradición. Entonces, ¿por qué Teillier? ¿por qué en ya en 2000 y por qué ahora? Villavicencio defiende con cuidado la posición de Teillier en la poesía chilena y también Binns ha escrito un completo estudio sobre nuestro autor (La poesía de Jorge Teillier: la tragedia de los lares, Concepción, 2001). Sin embargo, como tantos otros poetas latinoamericanos, como la mayoría, Teillier no sólo bebe de su propia tradición ni escribe sólo para ella. El poeta, de raíces francesas, como delata su apellido, es fruto del mestizaje cultural entre la moderna poesía en lengua castellana e internacional a la que tiene acceso y el particular paisaje de La Frontera, su tierra natal (en el sur de Chile; esta zona recibe ese nombre por ser el lugar donde los conquistadores españoles debieron detener su avance ante el brío del pueblo mapuche que no se dejó doblegar). Para Binns, “como tantos poetas modernos, Teillier responde al mundo enajenante en que habita con un esfuerzo por recuperar, poéticamente, la armonía de tiempos mejores borrados por la modernización y por la pérdida de los mitos tradicionales. Cumple así con lo que Rilke veía como la función y responsabilidad del poeta de conservar en su obra los valores de un mundo en vías de desaparición (y ahora, quizás, desaparecido del todo).” Sin embargo, Binns también reconoce que esta búsqueda de armonía fracasa. La solvencia de los “valores” pequeñoburgueses que representa Rilke se ensombrece con la visión descarnada de un Trakl, otro de los poetas fundamentales de Teillier. En este sentido, el título de esta antología, Nostalgia de la tierra (tomado del título de un poema de Teillier que es, a su vez, una versión de un poema de Jules Supervielle) está muy bien elegido. Contra cierto cómodo descreimiento que rechaza lo nostálgico, en la poesía de Teillier encontramos viva la agonía –lucha– entre dos concepciones de mundo que, quizás, se pueden llamar moderna y posmoderna. La gran belleza lírica de su poesía, además, tiene la virtud de saber eludir cualquier asomo de recuperación aurática de modelos convencionales. El poeta es consciente de que el pasado, el biográfico y el literario, es irrecuperable, está perdido. Esto es lo que, en términos de Binns, vuelve “trágica” su nostalgia y así la distancia de los tan conocidos regresos acríticos y reaccionarios a modelos formales caducos. En este sentido, es evidente que Teillier se hace cargo de estar escribiendo en un momento posterior a Nicanor Parra. Aunque no lo incluye en su personal panteón literario, la poética de Teillier no pretende negar la revolución parriana y su bajada de los poetas del Olimpo. Teillier no escribe desde la tan mentada “torre de marfil” sino que en los mesones de los bares (sin por esto hacer apología de la escritura pasada por el alcohol).

Jorge TeillerEn muchos casos se ha opuesto la poesía de Teillier a la de Enrique Lihn (1929-1988). Si Lihn aparece como profundizando en las problemáticas y fracturas planteadas por Parra con una poesía urbana, conceptual y ambivalente entre el descreimiento y la sentimentalidad, la poesía de la tierra, la memoria, la pérdida y la utopía de Teillier aparece como su opuesto. Sin pretender negar esta oposición evidente quizás se podría cuestionar su origen. Quizás no solo Lihn sino también Teillier responden al derrumbe general de los “valores” poéticos que significa la revolución parriana pero de maneras opuestas, quizás complementarias. Así, ambas poéticas se podrían leer como dos caras de una misma moneda inútil, la de la respuesta que da la poesía ante la catástrofe. Moneda inútil donde todo lo que nos resta está en juego.

Consciente de la dificultad y valentía que implicaba asumir la posición del perdedor, Teillier planteó un cierto marco conceptual para su poética en el ensayo “Los poetas de los lares” (1965). Sería ambicioso juzgar si este texto funcionó como manifiesto fundacional de una escuela “lárica” aunque el término se ha extendido en Chile. Sin embargo, sí es posible leer este texto como un arte poética de su autor. Lar es simplemente hogar, pero también refiere a los dioses que lo habitan. Encontramos la tradición de un “dios del lugar” tanto en las raíces indoeuropeas de las lenguas románicas que Teillier conoce como en las tradiciones mapuches de la zona donde crece. Entonces no se puede hablar de una nostalgia “boba” por una infancia idealizada sino de un trabajo de memoria. Es decir, un trabajo de duelo. Para realizarlo es necesario tener consciencia de lo perdido pero también una relación crítica con el lenguaje. Sin mística, aunque es lector de los místicos renanos, Teillier aparece como defensor de una idea tan válida como problemática en el mundo contemporáneo: el humanismo. El lar es lo perdido, pero el poeta dice la pérdida en otro lar, el de la palabra poética, también perdida en cuanto espacio aurático pero única casa del ser (Heidegger), a pesar de todo. Y ese todo quiere decir a pesar de la catástrofe, de Auschwitz, de las dictaduras latinoamericanas, etc. Nostalgia de la tierra, melancolía del lenguaje. No un lugar donde regresar sino una constelación de sentido, el poema, como tozuda forma de resistencia y espacio de diálogo, para habitar, en torno al fuego del hogar.

Quizás, la poesía de Teillier sirva hoy, en el contexto de las diversas poéticas en disputa, para mostrar la posibilidad de escribir una poesía donde el sentimiento, de fuerte carga lírica, tiene lugar junto a una gran nostalgia pero sin caer en la sensiblería ni la búsqueda de una empatía ingenua y, por tanto, falaz. No es este el lugar para desentrañar cómo lo logra Teillier pero sus lectores podrán ver que ante tantas poéticas de la banalización de la experiencia, tan extendidas a ambas orillas del Atlántico, hay formas críticas de tratar con estas emociones intensas y profundamente humanas. Teillier renueva las palabras de la tribu en sus poemas y así crea comunidad ante la catástrofe. Su memoria de la tierra no pretende un regreso, escribe desde la triste amargura de quien sabe que lo que dice es, finalmente, imposible. No plantea una utopía, es utópico en cuanto tiene perfecta conciencia de que lo que desea es irrealizable. No todo puede ser ironía y desencanto, hacer el duelo por lo perdido sigue siendo una de nuestras tareas y la poesía de Teillier crea un espacio para realizarlo.

 

 

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