Carnaval

Por Oscar M. Prieto. Martes de Carnaval, así titulaba Valle-Inclán una de sus trilogías más esperpénticas, aunque tal título no hacía referencia a la fecha de hoy. Último día antes de la cuarentena por el desierto, del ayuno y de la abstinencia, últimas horas antes de la ceniza, recordatorio de que polvo somos y en polvo nos convertiremos, mañana llegará Doña Cuaresma.

Carnaval, del latín carnevelare: quitar la carne. Fiesta medieval por excelencia. En un mundo amenazado por el milenarismo –siempre próximo el final del mundo-, en el que la peste, la guerra y el hambre campaban a sus anchas como apocalípticos jinetes, los hombres y mujeres de aquel tiempo se entregaban al disfrute de todos los placeres y a la transgresión de todas las normas, con el exceso, el frenesí y la intención que da el conocimiento de la más que probable posibilidad de que cada día podía ser el último día de sus vidas. Si tenían que abandonar este mundo por la vía expeditiva, que fuera habiendo disfrutado al menos por un día del placer de vivir. Boccaccio en su Decameron nos describe estos tiempos.

De todo aquello, de la carne, de la parusía –segunda venida de Cristo como Juez- y del oled las rosas mientras estemos vivos- ha pervivido hasta nuestros días, el carnaval como festividad de disfraces y máscaras.

Es interesante lo íntimamente ligados que están el disfraz y el teatro a la identidad, a la personalidad.  De entrada la palabra persona, viene del griego y se refiere a la máscara que usaban los actores en sus representaciones. Y el hipócrita, es el personaje que se separaba del coro para darle réplica, cuando las representaciones religiosas en honor a Dionisos evolucionaron de la mano de Esquilo hacia la tragedia.

En mi opinión, todos al nacer tenemos múltiples personalidades que podemos desarrollar. La educación, la familia, la sociedad, el derecho, nos van podando cada una de esas potenciales ramas en las que podríamos desarrollarnos hasta dejarnos pelados como una vara alta y larga. Es a esto a lo que llaman tener personalidad.

Personalmente creo que es una tragedia para cada uno de nosotros, una tragedia porque en esto se sustenta la concepción de nuestro paso por la vida como de única oportunidad, concepción inseparable de la otra, de la de fracaso. Si sólo tenemos una oportunidad de ser, cuando apenas hemos tenido opción dónde elegir como queremos ser, si algo se tuerce o sale mal: hemos fracasado.

Estoy convencido de que nuestro potencial de ser se vería mil veces mejor cumplido y desarrollado si pudiéramos ser de todas las maneras que podemos ser a lo largo de la vida y no sólo de una. ser jardinero, pintor, deportista, marinero…. es decir, ser todo aquello que podemos ser y para lo que nacemos dotados. Se acabaría de raíz esa funesta condena del fracaso, porque siempre podríamos cambiar.

Quizás esta sea la razón de la pervivencia y auge de los carnavales, única ocasión en el año de disfrazarnos y  de ser aquello que nos gustaría ser y no podemos ser a lo largo del año. En algún lugar muy remoto de nuestro cerebro se conserva el anhelo de ser, de apurar todas las formas en que podamos ser.

Disfrutemos de la vida mientras podamos porque: pulvis est et in pulverem revertis.

Salud

www.oscarmprieto.com

 

 

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