FALOCRACIA (RELOADED)

Por Alfonso Vila. Si quieres tener éxito en las fiestas y actos sociales

habla mucho pero no digas nada. 

¿Poesía? Lo resumiré en un aforismo:

Cuando llegué el sorteo ya estaba en las últimas. Sólo quedaban tres números: locura, suicidio y poesía. Escogí la poesía porque con la poesía podía tener parte de los otros dos.

 

 

Una cita de Hesiodo:

La educación consiste en ayudar a una persona a aprender a ser lo que es capaz de ser.

(Si la educación es eso,  yo nunca he tenido educación.)

 

 

En el fondo todos los escritores despreciamos la vida. Normal. Todas las putas desprecian a su cliente.

 

 

Henry Miller dice que de un mal libro siempre se puede aprender algo, pero que un coño es siempre una pérdida de tiempo. A mí me gustaría haber follado tanto como Henry Miller para poder decir lo mismo.

(Sobretodo de joven: follar después de los treinta es como un premio de consolación.)

 

 

Si la canción que ayer nos hizo llorar hoy nos resulta indiferente, la culpa no es de la canción, es del discjockey.

 

 

Las leyes no escritas del sistema (primera parte)

-Si tienes algo que es una mierda, lo haces grande y le pones un buen envoltorio y deja de ser una mierda.

-Lo que hace que el sistema funcione en última instancia es que los que tienen que hacer de policías miren siempre hacia otro lado.

-Un buen patrón es el que consigue que los trabajadores se impliquen lo máximo en la empresa ofreciendo lo mínimo a cambio.

 

 

 

EL AMOR EN DOS VERSOS:

 

Posesión tú me dabas

de mí, al dárteme tú.

Pedro Salinas

(Aunque es un poema, me recuerda lo que decía Galdós que debe ser la novela: exactitud y belleza al cincuenta por cien.)

 

Lo que les ocurre a muchos escritores con sus mujeres es que ellas se enamoran del hombre, no del escritor. Esto es exactamente lo mismo que les pasa a muchos músicos y a algunos pintores. En la mayoría de los casos el escritor-artista-pintor sabe mantenerse atado a su mástil, como Ulises frente a las sirenas, pero a veces, bien por confusión, bien por un deseo sincero, bien por una intolerable bondad, el escritor-artista-pintor quiere convertirse en buen esposo y buen padre sin dejar de ser buen escritor-artista-pintor. Y eso es imposible. Al final acaba por sentirse un traidor, un farsante, un mentiroso. Y como todo el mundo sabe, el fingimiento siempre conduce a la paranoia.

 

Una cita de Antonio Luque, cantante de Señor Chinarro:

Mis canciones, lo he dicho otras veces, nacen de la sensación de absurdo. Cualquiera que no perciba el absoluto absurdo de todo cuanto existe, en el sentido más brutal, pues que siga adelante con su teoría porque debe de ser muy sólida. Yo intento organizar el disparate a mi gusto, que es lo que hace todo el mundo.

(Sí. Es lo que hace todo el mundo. Pero algunos somos más pretenciosos que otros.)

 

 

Fracasar a fondo exige mucho más talento del que pensamos. Algunos se pasan toda la vida intentándolo y no llegan a conseguirlo. Quedémonos con la cita de Stevenson: “Algo debo de haber hecho mal o no hubiera tenido tanto éxito”.

 

Leo en el Babelia una crítica de un libro cuyo título no me molestaré en escribir. “Ésta (novela) de… que obtuvo el premio… es de esos relatos que aspiran a tener, sin complicaciones y, mucho menos, ambiciones literarias, un gran número de lectores”. Yo tengo una palabra para ese tipo de libros: intrascendentes. Hoy en día la mayoría de premios los ganan ese tipo de libros y la mayoría de editoriales publican ese tipo de libros. Y uno ya no debería sorprenderse… A fin de cuentas, ¿para qué sirve la cultura? Miremos la Edad Media: con que la cultura no desaparezca sino que esté en poder de una minoría (los monjes) es suficiente para que una sociedad funcione perfectamente durante algunos siglos. De hecho, si hoy en día se pretende que la cultura llegue a todo el mundo es porque se ha convertido (y se pretende que así siga siendo) en un negocio.

Quiero dejar clara una cosa. No me parece mal que algunos libros se escriban sin otra finalidad que entretener. Lo que me fastidia es que todos los libros que se publican no tengan otra finalidad que entretener. Hace años Dan Brown daba como consejo a los escritores que empiezan que “hicieran algo comercial”. Me pareció algo repugnante pero tuve que darle la razón. Según parece hoy en día para tener éxito como escritor hay que suicidarse tres veces: al principio, a mitad camino y al final.

 

 

A todas las generaciones les toca un reto histórico. A mi abuelo le tocó la Guerra Civil. A mi padre la Transición. A mí la crisis. En todos los retos históricos hay que tomar decisiones. Y estas decisiones se toman a ciegas, arrastrado por las circunstancias,  sabiendo bien que lo que decidas no solo te va a salvar o a hundir a ti sino que va a salvar o a hundir a tu familia. En todos los retos históricos hay alguien que se queda en la cuneta. Y si tienes la suerte de seguir en pie, no tienes ni tiempo de mirar atrás.

 

Cuando uno aprende que está jugando a la ruleta rusa con balas de verdad, es cuando se hace escritor.

 

Digámoslo más claro: el amor no es más que una soledad acompañada.

 

Francamente, lo único bueno que creo que tiene el trabajo de escritor es que no tienes que ir a cenas de empresa.

 

Si quieres caer bien a los demás, olvídate de tener razón. Tener razón (e incluso tener ideas propias) es un grave inconveniente para alguien que quiera conseguir el prestigio social. Si tienes que elegir entre ser simpático y ser lúcido, elige siempre lo primero. Sólo son populares los que se amoldan a los gustos y las ideas de su auditorio. Y si no sabes o no quieres ser popular, entonces trata siempre de pasar desapercibido. Por muy vulgar o falso que sea el discurso a seguir, jamás lleves la contraria al orador. Limítate a aplaudir y muérdete la lengua. A nadie le importa lo que tú pienses. Cuanto más equivocado está un hombre, menos interés tiene en conocer la verdad. Recuerda siempre lo que decía Unamuno: “En el fondo les caigo antipático. Tener razón es lo más antipático que hay”. Y recuerda también de qué le sirvieron sus quejas, sus discursos y sus opiniones…

 

 

¿Para qué escribo? ¿Por qué quiero ser escritor?

Durante muchos años no he podido contestar a estas preguntas. Al final he llegado a la conclusión de que la decisión de ser escritor no tiene nada que ver con una voluntad consciente del individuo provocada por su ambición o por su deseo de trascender sino por algo más simple y terrible: su incapacidad de vivir el presente. Ser escritor es la salida natural inconsciente, no premeditada, ante un defecto genético e inevitable de la personalidad.

 

 

Entre la vida y la literatura elijo siempre la literatura. La literatura es una mentira pero la vida es una estafa.

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