Herido en una manifestación por balazos de la policía

Por Horacio Otheguy Riveira

Con este punto de partida, “Plaza Avellaneda” desarrolla el pasado y presente de dos amigos. Dos formas de ver la vida en una función muy recomendable.

 Con un juego teatral de mucho ritmo, diálogos chispeantes y personajes interesantes, Plaza Avellaneda se presenta como una compacta unión de culturas bien amasada con un lenguaje universal: una historia con base real argentina, escrita e interpretada por actores también argentinos, plenamente integrados en el teatro español, y dirigidos por dos mujeres de teatro muy completas.

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De izquierda a derecha: Diego García Lorente, Quique Fernández.

 Y de integración emotiva e intelectualmente rigurosa va toda la experiencia, ya que Quique Fernández (un hombre violento en Serena Apocalipsis, de Verónica Fernández, y un travestido que interpreta a Miranda, la bella de Tempestad, de Shakespeare, según Peris-Mencheta) es aquí autor de la obra, además de co-protagonista junto a Diego García Lorente. Juntos crecieron y estudiaron teatro en la ciudad de Mar del Plata, Buenos Aires, y de allí fraguan un mundo de chavales unidos por el fútbol en barrios cálidos donde todos se conocen y no falta el italiano que atiende una tienda de comestibles y habla mal el castellano.

 Una vida simple de dos que bien se quieren, pelean un poco, y les separa el padre uniformado de uno de ellos. Este personaje ausente ya forma parte del cada vez más extenso plantel de buenas obras dentro del subgénero de los personajes que nunca entran en escena, pero que en boca de los que están son claves para toda la trama: y este padre del “pibe” crece como una bola de fuego imprimiendo un miedo feroz desde los primeros años, un terror que su hijo trasladará a sus propios hijos, y del arma oficial de los policías hará una extensión de su brazo, su sensibilidad y su ignorancia.

 Argentinos universales dirigidos por mujeres españolas

 La función comienza en un hospital donde Ángel se recupera de una bala recibida en la manifestación de Plaza Avellaneda y recibe la visita de un amigo después de 16 años: partiendo de esa habitación con discusiones sobre el pasado, se convertirán en los niños que se conocieron alrededor de un balón, en jóvenes alrededor de la pasión futbolera vía televisión, en hombres que han de tomar decisiones importantes: la libertad sencilla de uno y el proceso del otro con la funesta sombra del padre, modelo de autoritarismo aceptado por gran parte de nuestra sociedad…

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 Las facetas se suceden con muy buen ritmo dirigido por Rosalía Martínez, con asistencia de Karina Moscol, dos mujeres de teatro abocadas a muchas disciplinas: actrices, directoras, dramaturgas… Con todo ese caudal han impreso a esta pieza teatral muy masculina —donde lo que sucede sólo puede ocurrir entre hombres—, una riqueza de sugerencias visuales y físicas muy efectiva, hasta lograr entre todos un final redondo, aspecto muy delicado que llega a muy buen puerto.

 Los dos únicos actores se desempeñan estupendamente, atrapan el vaivén de las situaciones al vuelo, y están muy bien compenetrados en todo el juego escénico. Sin embargo, el autor-actor Quique Fernández ha dejado en su compañero el mejor personaje, el que mejor despliega contraste de emociones, y por lo tanto facilita un trabajo mayor en matices y transiciones; así es Diego García Lorente quien se permite un funambulismo muy gratificante para él mismo como actor y para el espectador, ya que pudiendo ser un personaje despreciable, a medida que le vamos conociendo se humaniza, y —como debe suceder en el buen teatro— ofrece emoción y vulnerabilidad en el abominable represor que interpreta.

 Broche de oro con Cafrune

 Al final de la representación se escucha la voz de Jorge Cafrune, el cantante folclórico argentino, poeta, cantautor, de gran éxito también en España, con muerte prematura:  en una carretera con sólo 40 años. Iba andando a caballo en compañía de un amigo cuando una camioneta con un solo conductor de 19 años les atropella. Corría el año 1978, un año de florecientes perversiones de la dictadura militar, y aunque se conoció el nombre del oficial que dio la orden de asesinato (tras muchas amenazas por cantar canciones prohibidas), todo quedó como accidente sin castigo alguno. En ese mismo año se celebró el Mundial que ganó Argentina con la presidencia en el estadio del general Videla, muerto  en mayo de 2013 en la cárcel, a los 87 años.

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Plaza Avellaneda: una historia de amistad llena de contradicciones en la que sin embargo prevalece el buen corazón del personaje más libre, frente al que actúa según la prisión demoledora en la que ha crecido.

 Después de los aplausos, una canción de amor a la infancia, Chiquillada, de Jorge Cafrune (1937-1978):

 

Pantalón cortito
bolsita de los recuerdos
pantalón cortito
con un solo tirador. [tirante]

Dice el abuelo que los días de brisa
los ángeles chiquitos se vienen desde el sol
y bailotean prendidos a las cometas,
flores del primer cielo, caña y papel color.

Media galleta rompiendo los bolsillos,
palito mojarrero, saltitos de gorrión,
los muchachitos de toda la manzana
cuando el sol pica en pila se van pa’l cañadón.

 Fiesta en los charcos cuando para la lluvia,
caracoles y ranas y niños a jugar,
el viento empuja botecitos de estraza
Lindo haberlo vivido pa’ poderlo contar.

Pantalón cortito
bolsita de los recuerdos
pantalón cortito
con un solo tirador.

 

Plaza Avellaneda

Autor: Quique Fernández

Intérpretes: Diego García Lorente, Quique Fernández

Dirección: Rosalía Martínez

Asistente de dirección: Karina Moscol

Escenografía: Tomás Muñoz

 Iluminación: David Moreno

 Vestuario: Mónica Teijeiro

 Fotografías: Alejandra Heredia

 Producción: Teatro Secreto – Sala Kubik Fabrik

 Lugar: Teatro del Arte

Fecha: Domingo 27 de abril de 2014 a las 20,30 horas

 

 

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