Un océano de ceros y unos

Por Antonio Tamez-Elizondo.

 

Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona,

Montealegre No 5, Barcelona

De martes a domingo, de 11:00 h a 20:00 h

Hasta el 26 de octubre, 2014

 

Para J. G. Ballard la ciencia ficción no era cuestión de ubicar la trama en algún futuro lejano o en el espacio exterior, sino en el presente. El único futuro que me interesa son los próximos cinco minutos, decía.

Antes de que el polvo radioactivo terminara de asentarse sobre Nagasaki el mundo ya había comenzado a volverse algo diferente, un lugar de carreteras extendiéndose en el horizonte, centros comerciales, rascacielos y tecnologías emergentes para el entretenimiento, trabajo, defensa e investigación. Un mundo mediatizado y extraño en el que la informática y el reduccionismo de la estadística ha limitado la experiencia observable a fenómenos cuantificables; coordenadas en algún mapa electrónico o un flujo de bits en cantidades tan astronómicas que, incluso utilizando la notación científica, son imposibles de comprender.

CCCB_KNECHTEL PHOTOGRAPHY_BIG BANG DATA EXPO-2726
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 Esto es lo que en informática se llama Big Data, los grandes datos generados por los modernos dispositivos y servicios, ya imposibles de gestionar por medio de las herramientas convencionales y objetos de estudio y escrutinio en la exposición Big Bang Data, que desde la Sala 3 del Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona abre la estación Beta, espacio dedicado a la investigación de la vida y la cultura en el siglo veintiuno.

La preocupación más aparente de esta exposición, comisariada por Olga Subirós y José Luis de Vicente, está en la visualización de la abstracción numérica, las estadísticas y los espacios reales tras los virtuales. Abre la exposición Prison Uniforms, de Chris Jordan, una colección de paneles verticales que al parecer son simples franjas de color marrón, pero un análisis cercano muestra se tratan de 2.3 millones de uniformes presídiales, el número de gente encarcelada en los Estados Unidos en el año 2005. Justo a un lado, los vídeos de Timo Arnall muestran los espacios donde millones de datos se analizan y procesan, contrastando el volumen de información bruta con el minimalismo de estos interiores, casi siempre contenidos en arquitectura anónima y distante que, a pesar de las promesas al contrario, deja una pesada huella ecológica.

CCCB_KNECHTEL PHOTOGRAPHY_BIG BANG DATA EXPO-2827
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Es más sencillo digerir el impacto de los datos sobre el planeta al asignar un lugar físico a la metafórica nube de la que cuelga toda esta información. La infraestructura necesaria para llevar este documento a millones de dispositivos es una colección de cables e instalaciones que, a pesar de su aparente fortaleza, es tan frágil que un simple accidente puede afectar grandes sectores del planeta. Mapas de estas redes submarinas, así como postales turísticas de varios Data Centers, hacen tangible la realidad de una industria cuyo crecimiento parece no tener fin. A partir de este punto se encuentran dispersas por la sala entrevistas hechas a expertos que hablan sobre la historia de la información, así como su actual importancia para el comercio, la vida social y el progreso científico.

La manera dramática en que han cambiado los sistemas de almacenamiento informático se muestra con piezas que van desde las tarjetas perforadas de los primeros ordenadores, casi todos del tamaño de habitaciones enteras, hasta los modernos flash drives y la posibilidad de sistemas genéticos. Pantallas interactivas permiten comprender fenómenos cuya cuantificación depende de un ecosistema de sensores, listas de datos y estaciones de observación: rutas comerciales de vuelo, patrones climáticos, transacciones bancarias, etc.

CCCB_KNECHTEL PHOTOGRAPHY_BIG BANG DATA EXPO-2600
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La visualización de datos no es un arte nuevo. Están expuestas varias piezas históricas, como tratados ilustrados de Ramón Llull, los mapas de Charles Joseph Minard, que muestran bajas en las tropas napoleónicas durante la campaña rusa y los flujos migratorios de 1858, hasta un diagrama conspirativo de los años noventa hecho a mano por Mark Lombardi y la instalación World Processor, de Ingo Günther, iniciada en 1988 y aún por terminar.

De lo masivo se llega al individuo por medio de proyectos en los que el sobre-exceso informático se vuelve la materia misma de un arte no solo derivado del flujo de bits, sino crítico del mismo entorno que le ha formado. La persona como generadora de datos que se manifiestan, ya sean montañas fotográficas, pequeños mosaicos de video o moldes para una plástica genética derivada de colillas de cigarro o goma de mascar que Heather Dewey-Hagborg ha recolectado durante sus vagabundeos por Nueva York.Algunas de estas piezas son obsesiones personales, como Cinema Redux de Brendan Dawes, los Anual Reports sobre las actividades de Nicholas Felton o la representación cromática de la vida sexual de Jaime Serra.

Éstas y muchas otras piezas recuerdan al objeto-poema Aggripa de William Gibson, una pieza contenida en un disco floppy de 3.5” auto-encriptable e imposible de volver a verse una vez leído el texto. Pero mientras Aggripa es un comentario sobre la naturaleza efímera de la memoria, las piezas aquí reunidas nos indican el reverso; la informática no solo preserva el recuerdo, tal vez incluso no nos permitirá olvidar jamás.

CCCB_KNECHTEL PHOTOGRAPHY_BIG BANG DATA EXPO-2551
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 Así como los datos son el combustible de los procesos comerciales y la vida social de millones de personas, también son el lubricante de la gran maquinaria de vigilancia masiva. El proyecto PRISM, develado por Edward Snowden, se ha vuelto el nuevo elefante en la habitación, un sistema de recopilación y control vuelto aún más sencillo por la libre voluntad de un público demasiado ilusionado por la esfera glamurosa de las redes sociales y los quince minutos de fama. Están expuestos reportes de actividades llevadas a cabo por la NSA y las formas en que compañías como Facebook y Apple se mantienen al tanto de los desplazamientos y actividades de sus usuarios, llenando miles de páginas de información accesible para cualquiera con la autoridad o la astucia necesaria.

 Al concluir el recorrido es difícil no hacerse más preguntas sobre la importancia y dirección aparente de esta realidad de la que todos, a diferentes escalas, somos partícipes. Para el sentido común es imposible generar absolutos solo por medio de datos, pero conforme el peso de estos se vuelve más aparente en la toma de decisiones de empresas, gobiernos e individuos, es tentativo dejarse llevar por los números y sus promesas de significado y protección. A fin de cuentas, son solo unos pocos pasos entre el libre flujo de información y un sutil estado de morbosa vigilancia.

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