La literatura es cosa de melancólicos

Por Ricardo Reques.

El azar, ese elemento con el que Julio Cortázar jugaba en algunos de sus cuentos, puede ser incluso más fantástico cuando interviene en los actos cotidianos y cambia nuestras vidas. Un escritor entra en una librería de París una mañana de invierno y el librero le ofrece una novela recién publicada cuyo título es similar a la que él, en ese momento, está escribiendo. Por la noche la lee y descubre fascinado algunas semejanzas y, entonces, escribe a la autora, una joven escritora que hacía poco había llegado a Barcelona huyendo de la persecución sufrida en Montevideo, aunque eso él aún no lo supiera. La carta tuvo que cruzar dos veces el océano para llegar a su destino y fue el inicio de una amistad sincera y duradera, llena de complicidad que se fue fraguando en largos paseos por  las calles de Paris y Barcelona.

Julio Cortázar y Cris, es un conmovedor relato biográfico de Cristina Peri Rossi sobre la amistad que mantuvieron ambos escritores. En las primeras páginas la autora nos revela que Cortázar no murió por padecer cáncer, sino por haber contraído SIDA, al ser sometido a una transfusión de sangre, infectada por un virus en aquel momento desconocido, tras sufrir una hemorragia estomacal. Apenas dos años antes falleció su joven esposa Carol Dunlop, probablemente por la misma causa, lo que sumió al escritor en un estado de melancolía.

A lo largo de las páginas nos descubre el sentido del humor de Cortázar, su humildad, su forma de ver el mundo, pero también sus temores, sus deseos insatisfechos, su amor por la música y por la literatura. Cortázar entendía la literatura también como juego, la despojaba de solemnidad, se mostraba irreverente ante las normas de la Academia, se rebelaba e innovaba constantemente.

En su primer encuentro Peri Rossi viaja a París, allí conoce personalmente al escritor que le parece altísimo, flaco y desgarbado, con unos ojos celestes y acuosos. Tras regresar de su estancia, que duró una semana, recibe una carta en la que Cortázar le hace una entrañable declaración de amor. El siguiente encuentro es en Barcelona y juntos visitan, entre otros lugares, el Parque Güell que podría ser el origen de la ciudad que soñaba Cortázar en su infancia. Poco a poco vamos conociendo detalles personales de ambos escritores, cómo su relación de amistad va creciendo. Sabemos, por ejemplo, que al igual que los vampiros de los cuentos, el escritor argentino era alérgico a los ajos; que su relación con Aurora Bernárdez, su primera esposa, se terminó cuando inició una historia de amor con Ugné Krvelis, una mujer de gran atractivo intelectual y físico, que fue su agente literario; que en Mallorca a Cristina y a él les hacen unas fotos y les atribuyen una relación que no desmienten porque a él le hubiera gustado que existiese. Cortázar se casa, posteriormente, con Carol Dunlop, con la que comparte grandes momentos. Escuchar música junto a la persona que amamos, dice Cortázar, es uno de los actos más hermosos de nuestras vidas. Incluso estando ya casado, Cortázar sigue pasando muchas horas y compartiendo muchas vivencias con Peri Rossi, que vive de cerca el drama de la muerte de Carol. Por eso consigue acercarnos de forma afectiva a la manera íntima de ser de Cortázar, a su forma sencilla de enfrentarse a la vida. El escritor se confiesa cada vez más incómodo con los hombres y prefiere la compañía de las mujeres porque le comprenden mejor.

Cortázar se sintió frustrado por la imposibilidad de ser correspondido en el amor y Peri Rossi fue el objeto de su dolor. Esto se tradujo en una colección de poemas, quizás sus mejores poemas según la autora. El propio escritor admite la fantasía de su amor: Creo que no te quiero, / que solamente quiero la imposibilidad / tan obvia de quererte / como la mano izquierda / enamorada de ese guante / que vive en la derecha.

Hay muchas anécdotas entrañables a lo largo de las páginas de este libro que son un regalo para los que admiramos la obra de Cortázar. En sus líneas hay música y Peri Rossi casi nos invita a bailar con ella un tango cuando describe, por ejemplo, cómo embarca para huir de su país y salvarse. Rulfo decía de Cortázar que fue necesario inventar un cuerpo tan grande para contener su gran corazón y Peri Rossi  lo ratifica con humor añadiendo que tuvo que crecer muchísimo para estar a la altura de su obra. En cualquier rincón del libro encontramos un enorme cariño y queda palpable la complicidad y la fascinación mutua que sentían. De él la autora conserva su voz grabada leyendo los poemas que le escribió así como numerosas cartas que intercambiaron. Cristina Peri Rossi escribe este relato íntimo para recuperar a su amigo, para salvarlo de la muerte. Han pasado treinta años desde que falleció, aunque para ella, al igual que para muchos de sus lectores, Julio Cortázar está más vivo que la mayoría de las personas que nos rodean.

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