Entrevista a Yasmina Khadra por «A qué esperan los monos…», su último trabajo

«–Eso, Eddie, deben de estar preguntándoselo un montón de nuestros dirigentes, votados y multimillonarios. Muchos de ellos no han abierto un libro en su vida. Son los grandes afortunados de un país corrupto que privilegia la mediocridad en detrimento de la competencia y donde se desfiguran las conciencias para poner a salvo la fealdad. Si no, ¿cómo se explica que, pese a sus enormes riquezas, Argelia siga siendo tan pobre en sueños y en ambiciones, y esté a la cola de las demás naciones?».

Esperan los monos
A qué esperan los monos…, de Yasmina Khadra.

Yasmina Khadra es uno de los escritores más importantes del panorama literario argelino. Sus trabajos han sido traducidos y publicados en más de cuarenta países. El hoy, excomandante del ejército, tuvo que esconder durante 10 años su identidad tras este nombre de mujer para no levantar sospechas y poder denunciar, a través de sus novelas, el drama que, desde la corrupción hasta los fundamentalismos islámicos, padece su país. Algunos de sus títulos más destacados son: Las golondrinas de Kabul (2002), El atentado (2005), Las sirenas de Bagdad (2007), Lo que el día le debe a la noche (2009), La ecuación de la vida (2012) o Los ángeles mueren por nuestras heridas (2013). A qué esperan los monos… es una novela negra que trasciende los límites del género. Una novela de intriga política, con trama trepidante, que sumerge al lector en un ambiente sofocante de arribistas y abusos de poder en todas sus formas, de corrupciones y complicidades a todos los niveles; el de una sociedad argelina que ambicionaba un mundo mejor tras la independencia, pero que se quedó frustrada en manos de una elite emergente sin fe ni ley.

A qué esperan los monos... Yasmina Khadra. Alianza Editorial, 2014. 368 páginas. 18,00 €

En medio del bosque de Bainem aparece el cuerpo desnudo de una atractiva joven, cuidadosamente maquillada. Tiene una extraña y cruel mutilación, como si hubiera sido víctima de un ritual. Le encomiendan el caso al equipo de la comisaria Nora Bilal, una mujer de fuertes convicciones que no lo va a tener fácil. No sólo por moverse en una sociedad autoritariamente machista, sino porque se va a enfrentar a un caso cuyos hilos conducen a los poderes fácticos del país, a los intocables, a aquellos que nadie se atreve a nombrar pero que todo el mundo conoce. Su sola mención provoca pavor en una sociedad que se ha acostumbrado a vivir en la mentira, el engaño y la sumisión.

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P.- Tras una historia tan épica como la que narras en tu anterior novela Los ángeles mueren por nuestras heridas, ¿por qué ahora ese giro tan drástico a la novela negra? ¿Es quizás el mejor vehículo para hacer la crítica social que buscaba?

No creo entre la distinción de géneros, lo que cuenta es el talento del escritor. Así que no es el género el que hace al escritor, sino más bien al contrario. Me decidí por la novela policiaca porque ataco la corrupción y todo lo que hay de mafioso en mi país. Pero he tenido el mismo cuidado y vigilancia a la hora de escribir –en cuanto a trama, intriga y lenguaje– que el requerido en cualquier otra novela. Quiero que los lectores, no solo los argelinos sino los del mundo entero, descubran la fuerza del lenguaje, y que a través de mi país y lo allí acontecido, descubran el suyo propio. En esta ocasión la denuncia social es la misma, pero la hago con otro estilo, puesto que se trata de una realidad que está latente se use el punto de vista que se use. El género en sí no es más que una opción, una forma de pedagogía.

P.- ¿Poder y corrupción van siempre de la mano?

Depende. Da igual que vayas vestido de sedas o con ropa hecha jirones, no pasas de ser lo que tú mismo eres. Puedes encontrar verdaderos señores detrás de una ventanilla o en cualquier otro puesto de trabajo, y puedes encontrar verdaderos crápulas vistiendo una corona de diamantes. La corrupción es una de las tentaciones que intenta desviarnos del camino correcto. Todos se sienten tentados alguna vez por ciertas cosas, pero luego están los que resisten y los que caen finalmente en la trampa. Es una cuestión de moral y de integridad. La moral se convierte entonces en el que podría ser el invento más fantástico del ser humano porque nos evita caer en la animalidad. Sin moral el hombre se convierte en otra especie depredadora más.

Khadra Yasmina
Yasmina Khadra.

P.- Lo peor es cuando el ciudadano de a pie termina por acostumbrarse a la corrupción y a los abusos de poder, para terminar viéndolos como algo normal.

Sí, es una situación triste. En todos los pueblos se han dado revoluciones y también se han llevado decepciones. Es una cuestión de resistencia. ¿Quién aguanta más el bien o el mal? Parece que este último tiene más aguante, pero que te derroten una vez no es una verdadera derrota. La verdadera derrota es renunciar a pelear; esa es la peor derrota pues en ella no hay dignidad. Realmente no hay merito alguno en no querer luchar. Por otro lado, la dignidad es algo fundamental que también se esté perdiendo, a todos los niveles. La falta de honradez parece convertirse en algo sistemático que debe combatirse. Pero también tenemos que saber defender la verdad, a todos los niveles.

P.- Cuando la lucha del hombre por la honradez se hace algo imposible y surge la impotencia, ¿queda algo por hacer o solo rendirse?

Siempre hay algo por hacer. Me niego a rendirme, y eso que me vienen atacando personalmente desde hace quince años a fuerza de levantar calumnias. Nadie podría aguantar las hostilidades con las que me agreden. Pero sigo en pie y mis libros son mis armas de combate. Cuando uno se cansa de luchar debe recordar que sigue vivo, respetar a los que ya no lo están y pensar en la generación venidera que exige de nosotros el máximo esfuerzo. Si no ponemos de nuestra parte, todo lo construido por el hombre, acabará siendo destruido por el hombre. Y esto podría extrapolarse a todos los países, no debe aplicarse solo al mío, Argelia es uno más entre otros tantos.

P.- Usted y sus ideas se implican directamente en la realidad argelina, de hecho llegó incluso a presentarse a las elecciones.

No paro nunca. No tengo derecho a parar: he visto enterrar a mis hombres, a mis amigos, y quiero poder mirar directamente a sus viudas y huérfanos a los ojos, poder dormir tranquilo. Es la única manera para mí de ser un superviviente digno.

P.- En tu libro también hablas del cuarto poder y de su corrupción. De esa prensa en manos del poder y los gobernantes, que acaba influyendo y cambiando la opinión de las personas.

Si los argelinos han perdido sus referencias ha sido por culpa de la prensa que busca el escándalo. El escándalo vende y ahora lo que cuenta realmente es la rentabilidad más que la dignidad. Así que para que cada mañana los periódicos argelinos vendan, tienen que destapar un escándalo. Imagina un pueblo que sale de una guerra y que cuando abre el diario cada mañana solo encuentra robos, violaciones, basura… mentiras. Sin embargo, en este país también existen buenas voluntades, pero jamás se habla de ellas. Lo que ayuda a un país a sobrevivir son las conciencias, pero si los intelectuales que deben mantenerlas vivas se convierten en blanco favorito de la prensa, entonces ¿qué queda?

P.- La protagonista de su novela es una mujer fuerte, valiente, radical, diferente. Una lesbiana como inspectora jefe de policía en un mundo que se antoja reservado a los hombres.

Si el hombre se impone por su sexo, la mujer tiene que hacer lo mismo. La mujer tiene derecho a ser ella misma y no ser contemplada ni tratada como un objeto. Tiene el derecho a no tener ninguna obligación ni sumisión con el hombre. Nora encarna simbólicamente la integridad total. Desde la noche de los tiempos el hombre ha intentado neutralizar la fuerza y autoridad de la mujer para imponerse, y eso es algo contra lo que también debe lucharse.

P.- En alusión al título: ¿a qué esperan los monos para convertirse en hombres?

Creo que a los monos no les hace ninguna falta convertirse en hombres. Están bien como están, viven su vida plenamente, y además nunca mienten. Son los hombres los que hacen daño y están más cerca de la animalidad, los que calumnian, prevarican… son los hombres los que impiden a sus semejantes soñar, maravillarse… están provocando constantemente guerras, focos de tensión… son totalmente ridículos, porque la naturaleza les ha dado precisamente un cerebro para que puedan vivir mejor, y lo utilizan solamente para hacer daño. Así que los monos se ríen de los hombres, a sus ojos no somos más que meros imbéciles. Trae más cuenta hoy día ser un animal que un imbécil.

P.- Ante palabras y textos tan categóricos, resulta difícil no comulgar con la racionalidad de sus ideas.

Soy un hombre de convicciones firmes, nunca he mentido, ni he hecho trampas ni he traicionado. Y aunque resulte increíble, nunca he hecho daño a nadie. ¿Sabe usted por qué? Porque la gente que intenta hacerme daño es gente despreciable, y yo no quiero ser como ellos, yo no quiero ser despreciable. El cielo me ha dado un don y simplemente intento ser digno de esa generosidad. Mi único y mejor proyecto es escribir para llevar un máximo de alegría a mis lectores.

P.- ¿Volverá a despertar una nueva primavera árabe?

Primero estamos esperando a que Occidente haga su propia revolución.

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Por Benito Garrido.

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