Aída Gómez baila “Adalí”: un espectáculo mágico de gran sensualidad

Por Horacio Otheguy Riveira

Del centro de un desierto rojo bajo el cual hay músicos de fábula y ensueño, brota una  mujer que desnuda su bella espalda, como desnudos son sus brazos que alcanzan un espacio en el que confluyen el cuerpo y el alma, el espíritu y la carne, las pasiones más contradictorias y la serena calma del amor rendido.

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La trayectoria de la bailarina y coreógrafa Aída Gómez es suficientemente amplia y generosa como para despertar en ella una decidida ambición de crecer, de evolucionar tomando del mundo lo mejor que tiene: su mestizaje en constante evolución. Por eso, desde las raíces del flamenco parece levitar para apresar con todo su ser cuantas expresiones danzísticas y musicales le permitan ampliar sus horizontes, ir —por ejemplo— del desierto rojo a la tan temida oscuridad donde ella sabe encontrar luces que aúnan la fe con la esperanza, y más allá diversos rincones, espléndidas explosiones de alegrías entre mantones o despojada de todo, capaz de bailar prácticamente desnuda al son maravilloso del maestro Mario Montoya en la guitarra.

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En la soledad inmensa se reencuentra consigo misma sin drama, o quizás haciendo del drama músculo tenso, corazón palpitante, elegancia constante, pertinaz hallazgo de belleza en que la sensualidad de su piel hace dichoso al aire que se respira, mientras la iluminación diseñada por Nicolás Fischtel (El zoo de cristal) le brinda caricias muy tiernas, a veces más apasionadas, siempre íntimas y fascinantes.

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Flamenco clásico, moderno y danza contemporánea con música que fusiona estilos sin estridencias, con la elegancia sinfónica de grandes intérpretes que coronan de gracia, humor, drama, amor intenso entre dos hombres y una mujer, entre dos hombres, entre la luna y el sol y cuanto brinda la explosión de sentimientos del flamenco “impuro”, del flamenco que ansía encontrar nuevos senderos, los encuentra y sigue su búsqueda infatigable.

Hay ruptura, abismos y amaneceres, desolación y buena compañía, besos que se extasían rindiéndose a sí mismos, abrazos que buscan atravesar el infinito, y todo entre rondeñas, farrucas, alegrías, tangos, y de repente, un muy conmovedor Almas (A la memoria de mi padre).

Todo es de una armonía y una belleza tan límpidas y coherentes, que cada minuto de este Adalí va impulsando, poco a poco, con el corazón en la mano, la gran ovación final de todo el teatro puesto en pie, y ella, Aída Gómez, que sonríe satisfecha después de haber facilitado el lucimiento de cada uno de sus artistas en la danza y en la música (extraordinaria creación de Juan Parrilla), todos brillan en conjunto y por separado, todos grandes, y ella más: una grande entre las grandes que sonríe agradecida después de haberlo dado todo… aunque bien sabe que para la siguiente queda mucho más.

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Compañía de danza española: Aída Gómez

Dirección artística: Aída Gómez

Composición y dirección musical: Juan Parrilla

Coreografía: Aída Gómez, Christian Lozano y Eduardo Guerrero

Diseño de luces: Nicolás Fischtel

Escenografía: Alfonso Barajas

Bailarines: Aída Gómez, Christian Lozano; y en funciones alternas: Eduardo Guerrero, José Manuel Benítez y Moisés Navarro

Músicos: Juan Parrilla, flauta; Batio, cello; Cuco Pérez, piano y acordeón; Fernando Soto, cante; Mario Montoya, guitarra; y en funciones alternas: Loreto de Diego, cante; Carmina Cortés, cante; Bandolero, percusión; Manuel Masaedo, percusión.

Lugar: Naves del Español. Sala 1

Fechas: Del 15 de enero al 1 de febrero de 2015

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