En 1994, bajo el seudónimo múltiple de Luther Blissett, se reunieron una cantidad incierta de artistas de Europa y Norteamérica, principalmente boloñeses, a sabotear artísticamente medios informativos. El grupo es un pariente directo del neoludismo –donde podría encontrar un precedente histórico–, sólo que atacan desde el arte.

La acción del colectivo Luther Blissett se extendió por España, Alemania y el Reino Unido más que en cualquier otro lugar de Europa. Sin embargo, fue Italia el escenario más importante. Comenzaron por dar noticias falsas, tales como la desaparición de un artista inglés (Harry Kipper, performer mencionado en la historiografía punk de los setenta y plausible fundador ficticio del colectivo), que cruzando en bicicleta la frontera de Italia con la ex Yugoslavia, con la intención de trazar la palabra ART en el mapa, había desaparecido. Una cadena televisiva, la tercera más importante de Italia, intentó cubrir este hecho noticioso. Fue un fiasco. Es decir, un éxito para este fantasma múltiple. Así comenzaron.

Otro acto relevante fue el de Loota, una chimpancé maltratado, que después de ser recuperada por una brigada defensora de animales se convirtió en una gran pintora. Se anunció una exposición de la primate para la Bienal de Artes Contemporáneas de Venecia que, finalmente, eran cuadros hechos por humanos. La Chimpancé no existía, o por lo menos, no pintaba. También robaron de unas iglesias estatuas sagradas del siglo XVII, en la zona de Lacio, pidiendo a cambio una exorbitante suma para la gente pobre de aquellas localidades. Maravilloso.

Pero por su relevancia e impacto, lo más importante del pseudónimo Luther Blissett es la novela histórica Q, publicada en marzo de 1999 por Einaudi. Los escritores eran cuatro boloñeses, que declaran ser el 0,04% del Luther Blissett Project. Ese mismo año, a propósito de la novela, el proyecto decide suicidarse colectiva y simbólicamente practicando el ritual seppuku, un suicidio tradicional japonés. En ese momento nace Wu Ming, digamos, la segunda parte del proyecto, que en sus bases –si las hubiera– no difiere mucho, salvo que adaptó sus cursos de acción a la época en que estamos. Hay que recordar que el LBP comenzó cuando la era informática estaba en pañales, al menos a nivel masivo. La novela fue publicada y es accesible en la editorial Mondadori.

Cabe mencionar que el seudónimo Luther Blissett puede ser utilizado por cualquier persona, en cualquier parte, en cualquier momento. Esto bifurca el discurso político hacia otro lugar: cuestionan la noción de autor y de sujeto político, puesto que la subversión de Luther Blissett no consiste tanto en conformar un gremio, grupo o colectivo más, sino en desborrar la noción misma de autoridad, de autoría unívoca sobre la obra de arte –una de las bases sobre las que se asienta el arte desde el Renacimiento.

Luther Blissett es al arte lo que Espartaco fue en algún momento para la Grecia Antigua: un nombre que por sí mismo es capaz de encarnar una idea y una impronta. Desde la multiplicidad detrás de un sólo nombre queda en entredicho la identidad como noción fundante del sujeto; además, utilizan el nombre de una persona que existe, y que es pública, y que es de raza negra, en una Italia llena de reminiscencias fascistas. Por extensión, más allá de un quiebre en lo individual, neutralizan la noción misma de los derechos de autor utilizando el copyleft (dejar copiar).

La verdad, como suele decirse, es menos interesante que la ficción: Luther Blissett era un jugador de fútbol inglés de origen jamaiquino, que llega en la temporada del 83-84 al Calcio, específicamente al AC Milan, uno de los clubes más importantes del fútbol italiano. A pesar de que durante su estancia en Italia sufrió, sistemáticamente, ataques racistas, LB terminaría recibiendo uno de los homenajes más significativos de las últimas décadas literarias.