La odisea de Henry Miller (el mejor conversador del mundo)

Hay grandes conversadores en el mundo y luego está Henry Miller. Desenmascarado como siempre en su formidable valentía, Miller cuenta su vida en este documental de 1969 llamado The Henry Miller Odyssey, dirigido por Robert Snyder.

Es tanto el talento narrativo del protagonista, con sus asociaciones orgánica, oscuras y centelleantes, que tal parece que él hubiera dirigido el documental y no Snyder. Neoyorkino hasta los huesos, Miller no duda en mostrar su locura o las dificultades mentales de su propia familia, mismas que por analogía hacen una profunda crítica a la irracionalidad y la hipocresía occidental. Narra también la influencia de las calles de Brooklyn, donde “conoció a decenas de criminales que fueron siempre sus amigos y sus héroes”, su trabajo en Wesern Union, en que, por identificarse con ellos, gastaba todo su dinero en ayudar a jóvenes mentirosos y rateros. Y luego narra su vida ya como autor apasionado y disciplinado que se alimentó de la miseria y la constante humillación para convertirse en el escritor que llegó a ser.

Los puntos álgidos del filme incluyen la lectura de un largo pasaje de su libro Black Spring, relacionado directamente con la historia de su hermana (que era “demasiado sensible para este mundo”); su amorío intelectual y físico con Anaïs Nin; y algunas meditaciones sobre el significado de la vida, entre las cuales destaca una hermosa carta escrita a mano para sí mismo, fechada el 9/17/1918:

Para qué estamos aquí si no para disfrutar vida eterna, resolver los problemas que podamos, dar luz, paz y goce a nuestros semejantes, y dejar este querido planeta jodido un poco más sano que cuando nacimos. 

El documental termina con una de las reflexiones más sinceras y fuertes sobre el misterio del universo.

No importa lo que toques y lo que quieras saber, terminas en un mar de misterio. Veras, no hay principio ni fin, puedes ir hacia atrás lo que quieras, hacia delante tan lejos como quieras, pero nunca llegaste, es como la esencia, es ese derecho, permanece. Esto es lo más jodidamente grande del universo. Que podemos saber tanto, reconocer tanto, diseccionar, hacer todo, y nunca podemos aprehenderlo. Y así se supone que sea, ya sabrás. Y ahí es donde nuestra reverencia debería entrar. Antes que todo, lo más pequeño al igual que lo más enorme. Lo diminuto, la mierda, así como los ángeles, ya sabrás a lo que me refiero. Todo es misterio. Todo impenetrable, por decirlo así, ¿cierto?

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