Hermanas Sister: el talento despreocupado

Por: Miguel Mendoza

Hermanas Sister no parecen vivir en esa ansiedad constante por gustar tan presente en el indie. El primer retoño sonoro del estratosférico dúo Rowe-Germade cumple veinte años y ellos continúan, activos y confiados en su arte musical desde que The punk acid-jazz experience, en 1995, echó a rodar las cosas.

Era aquel un debut lleno de espontaneidad y de pericia, dos cualidades que es raro ver de la mano, y mostraba un pasmoso dominio de media docena de géneros y maneras de hacer música: rock, funk, pop o rumba en inglés, amalgamados como lo más natural del mundo. Ofrecían delicadas piezas acústicas junto a fraseos metaleros; oníricos interludios sucedidos por pasajes hiphoperos. Todo cantado en inglés de Birmingham por una vocalista que añadía la fotogenia a las demás virtudes de la banda. Tenían carisma, tenían nervio y eran músicos de verdad. Qué pasó después con el estrellato que les parecía destinado, no sabemos.

Los noventa aún verían otros dos discos suyos. Peeling walls, de 1998, contenía pequeñas joyas como Pictures y April says, y con ellas la confirmación del talento creativo de Hermanas Sister. El escénico lo exhibían en conciertos en los que la voz sólo contaba con una guitarra acústica para arroparse y atacar toda aquella multitud suya de estilos. Para eso, claro, hacía falta un guitarrista como Carlos Germade; sus manos, su sapiencia y su versatilidad insólita.

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Era cuestión de tiempo que grabaran un directo que mostrase de qué eran capaces sobre las tablas. Se llamó Little fishes in the big bad sea y recogía, en el verano de 1999, algunas de sus mejores canciones hasta entonces junto a sugestivas revisiones del Give it away de los RHCP y el Stop de Sam Brown. Allí estaban Moonchild y Can you speak a little louder?, y allí estaba la irresistible Green monster. Pero desde aquel lejano fin de milenio hasta ahora, dieciséis años en fila, la expresiva voz de Anita, que a ratos recuerda a Rickie Lee Jones, y la marciana guitarra de Carlos sólo han ido juntas al estudio una vez: Songs for dysfunctional lovers, 2010. ¿Que si es bueno? Es de Hermanas sister.

La pareja ha continuado adelante, en cualquier caso, e incluso encontrado tiempo para un proyecto paralelo de funk electrónico llamado LaRowe. Mientras parece estar próximo el que sería su quinto disco, mantienen una agitada actividad en los escenarios y la condición de grupo de culto que, en apariencia, no ha intentado en dos decenios cambiar nada para atraerse la atención del grande y miope público.

Es normal. Ellos saben que hacen bien su parte: música genuina que salta con suficiencia por encima de la barrera temporal, y que ahí quedará ocurra lo que ocurra con etiquetas, estilos y discográficas voraces.

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