El limón, de Kajii Motojirö

Por Marte Marne. @Atram_sinprisa

El_Limón_David_González_Chidori_Books_424x600Kajii Motojirô tuvo una cortísima vida, de 1901 a 1932. Sin embargo fue más que suficiente para que sea considerado uno de los autores japoneses más reconocidos y admirados del siglo XX. Fuera de las fronteras japonesas apenas es conocido, por ello debemos agradecer aún más a la editorial Chidori Books que nos brinde la oportunidad de poder leerle.

El limón es una de las obras que dan nombre a este compendio de historias, doce de sus más reconocidos relatos. Enfrentarse a la obra de Motojirô no es tarea fácil. Gran parte de sus textos carecen de argumento, y ello hace que su lectura sea lenta y reposada, cometido que con la celeridad de nuestras vidas no siempre es fácil. Algunos de sus relatos están compuestos de más de un capítulo o episodio, con características comunes que los unen, pero sin un hilo conductor que ayude a seguir la trama al modo convencional.

A Motojirô se le suele situar dentro del movimiento naturalista japonés, pero su caso es particular. Sus obras son terríblemente intimistas, narradas en primera persona, haciendo que reconozcamos rasgos de su vida en su obra. Podríamos describir estos relatos como un compendio de sensaciones, de sentimientos. El objetivo de Motojirô parece ser más transmitir cómo se sentía cuando tomó las notas que le llevaron a escribir esos relatos que el hecho de contar una historia en sí.

Las descripciones del paisaje, los colores de los atardeceres, la intensidad de la lluvia, la estación del año; todo esto y mucho más podremos encontrar en estos doce cuentos. Pero no esperéis una historia enternecedora, ni la descripción de un estado de ánimo. La lectura de El limón se asemeja más a la visualización de una fotografía, a la cercanía de un abrazo, al estremecimiento que provoca una caricia, que a la lectura de un libro. La mente se colma de imágenes descritas, el alma se impregna de la melancolía y la tristeza que aporta a su obra, y el medio para conseguirlo es tanto aquello que te describe como sobre todo el uso del lenguaje que realiza el autor.

Es extraño leer un texto narrativo que no tiene un hilo conductor claro, que consiste más bien en una serie de divagaciones acerca de un estado de ánimo, de cómo, por ejemplo, la época del año afecta e imprime un sentimiento. Está plagado de frases brillantes y sentencias para el recuerdo. Pero una vez finalizada la lectura, no sabes bien cómo describir de qué tratan, qué es lo que trata de contarte. Lo que sí aprecias es ese halo que transmite, esa pesadumbre que se adueña de tu cuerpo, ese estado de ánimo triste y depresivo.

Kajii Motojirô tuvo una juventud desordenada y plagada de excesos, que se vio rematada con la contracción de una tuberculosis que resultó mortal. Desde el momento que supo que tenía la enfermedad, fue obligatorio que guardase reposo y mantuviese una buena alimentación, todo ello con un cierto toque sibarita que influyó en su forma de percibir el día a día. El toque definitivo de extravagancia vino dado por su última voluntad, en la que solicitó que el interior de su ataúd se rellenase de hojas de té, y la parte superior se decorase con flores y plantas silvestres, mientras que lo habitual es que los muertos sean incinerados.

La recopilación El limón cuenta, aparte de con los relatos, con una biografía que nos ayuda a entrar en materia y con una breve estudio de cada uno de los relatos, tanto lo que el autor trata de transmitir como sobre todo las circunstancias en que fueron concebidos cada uno de ellos, llevado a cabo por Lisa Kobayashi, traductora junto a Héctor Tortajada Bernal de la obra. A esto hay que sumar la magnífica maquetación de una obra que solo podemos adquirir en digital, pero que hace que estemos ante una recopilación delicada y exquisita, concebida por una editorial que transmite el cariño puesto por el trabajo bien hecho, una intencionalidad más concentrada en la de conseguir una obra bien hecha que en un abrumador éxito de ventas. Quiero destacar el esfuerzo hecho por la editorial de traducir sus obras directamente del japonés, no a través de una traducción inglesa como ha sido habitual hasta hace pocos años en nuestro país.

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