Güeros (2014), de Alonso Ruizpalacios

 

Por Miguel Martín Maestro.

Gueros-cartel“Dicho de una persona: Que tiene los cabellos rubios

Dícese del huevo que ya tiene pollo adentro”.

El relato que propone Güeros sorprende y entusiasma, desde un inicio que aparenta ser errático, impreciso, de exagerada abstracción, hasta un final lleno de significado tras un viaje de 100 minutos que ha hecho salir del cascarón al pollo que representa el joven Tomás. Los güeros y los prietos determinan dos escalas raciales en el México contemporáneo, se puede ser un pendejo, un patas, un cabrón, un pinche güey, un no chingues… pero al final puedes no serlo y seguir siendo un güerito, y ofenderte por ello más que si mientan a la chingadera de tu madre.

La caída desde las alturas marca el destino de Tomás, un globo lleno de agua y un ladrillo lanzado desde un puente por encima de la autovía determinan dos momentos de crecimiento personal para el joven. Una trastada casi infantil le envía a México D.F. y un trozo de concreto le para frente al destino final de su viaje. Una madre que no puede o no quiere educar a Tomás le envía a la capital para que su hermano mayor se encargue de él durante una temporada. La llegada de Tomás a la casa que ocupan Sombra y Santos coincide con una época de huelga estudiantil, de lucha por una enseñanza pública de calidad y gratuita.

Encerrados en la casa donde Sombra, el hermano, y Santos, el amigo casi mudo durante toda la película salvo cuando alguien le llama “güerito”, Tomás empieza a revolverse por dentro. El aburrimiento y la falta de actividad de los mayores enervan al pequeño, quien creyó que en el DF alcanzaría la excitación y ansias de vida que la convivencia con su madre no le permitía. Con la figura del padre ausente, la madre que rechaza sus responsabilidades, y un hermano que pasa de la euforia al bloqueo cuando siente la amenaza del “tigre”, un tigre más real que simulado, el inevitable efecto del crecimiento y la ausencia de refugios con los que afrontar un presente bastante maltrecho, Tomás embarca a sus protectores en un viaje, otro viaje más en el que nadie saldrá indemne en lo personal, un viaje a la búsqueda de lo importante, del recuerdo de una infancia perdida en la casa familiar a los sones de canciones cuyo contenido no se ha pensado hasta el momento en que el viaje se inicia.

De oriente a poniente del DF, pasando por el centro, el camino tiene un objetivo, encontrar a Epigmenio Cruz, un crooner de Centroamérica, un paisano que canta los momentos decisivos de una vida dentro del club de los perdedores, una vieja cinta de casete se convierte en el grial del movimiento de Tomás y sus acompañantes, esa vieja grabación que nunca oiremos, pero a la que los sucesivos encuentros de Tomás rendirán admiración, una cinta que trastoca la vida sedentaria y carcomida de los jóvenes en una aventura sin final cierto. A la búsqueda del músico, el trío circula por toda la extensión del DF, desde el peligro de las bandas al peligro del ambiente charolastra, de la ruina y el desaliento de barriadas aisladas y abandonadas al lujo de los elegidos para seguir esquilmando el país a golpe de universidad privada y estudio elitista en el extranjero, desde la broma ingenua de lanzar un globo lleno de agua, que origina el movimiento de Tomás, hasta el estallido difuso y desconcertante de una piedra que detiene definitivamente la marcha.

guerosEn ese camino se radiografía el estado actual de la juventud mexicana con la precisión de un scanner, los ambientes festivos junto con los ambientes reivindicativos. Asistimos a una representación del México presente alejada de la noticia permanente del telediario, no hay cárteles de droga, no hay violencia policial, no hay crímenes masivos ni secuestros exprés, hay otro tipo de violencia latente, la ideológica, la lucha por determinar el ambiente de influencia de cada sector universitario, las propuestas de radicalización o moderación de las protestas, y en el medio Tomás, que asiste esperanzado a un resurgir de la juventud que le proporcione algún aliciente por venir. Tomás va retratando lo que ve en una vieja cámara, como si temiera abandonar o perder los recuerdos antes de tenerlos.

El talismán de la infancia, esa cinta de casete y esas canciones afiladas como puñales de sentimiento y reivindicación procedentes del enigmático Epigmenio, que como dice el dicho, “si non é vero e ben trovato”, se enfrentan al momento decisivo de encontrarse con el héroe. Lo idealizado frente a lo acabado, una figura sin paisaje, marchita y olvidada dejando pasar los días en el olvido. Es una escena casi de cierre, de clausura del viaje, es una escena digna del Jarmusch más en forma y más amateur, aquél de Extraños en el paraíso sin ir más lejos. En Epigmenio está el espíritu de ese padre que no aparece, que sobrevuela el recuerdo de Tomás y que le da fuerzas para enfrentarse al mito, sea cual sea la reacción de éste. El camino personal viene entrecruzado con la deriva presente de la sociedad capitalina, el DF se presenta así como un ente autónomo, México pero diferente a México, la esencia de México representada en el cantautor, pero al mismo tiempo la falta de rumbo claro de esa juventud, todo ello con un sentido del humor excelente, un toque “indie” buscado a propósito para reírse de sí mismo.

Cuando los protagonistas deambulan por el centro de la ciudad y entran en uno de esos santuarios para la sociedad privilegiada y sin apreturas económicas, asistimos a un monólogo de un intelectual que critica el cine mexicano en blanco y negro, de bajo presupuesto, contemplativo, ideado para festivales y no para el gran público,  con ínfulas intelectualoides, es decir, el arquetipo de película que representa la propia Güeros, reírse de uno mismo para poder reírse de los demás, “estamos en huelga de la huelga de estudiantes” dice el hermano mayor al pequeño cuando éste se impacienta ante la pasividad de sus compañeros, su no hacer nada, su apatía rodeada de falsa adversidad.

gueros2La propuesta es fresca y matizada, lo que parece una cosa al principio, una especie de pseudocomedia costumbrista de estudiantes con problemas económicos y en lucha permanente con sus vecinos a los que piratean la luz, sufre una transformación luminosa cuando comienza el camino, cuando el decorado se hace urbano y, al tiempo, salvaje y agreste, cuando a un discurso encendido sigue un silencio y una calma, cuando a un ataque de ansiedad sigue un beso en silencio, cuando ante la duda de la relación que tienen Sombra y Ana, permanentemente amenazada por la presencia elusiva de Furia, líder estudiantil contrario al pasivo Sombra, un plano fijo de dos rostros mirándose y hablándose a escasa distancia, aunque no les oímos, a la distancia que separa mirarse de besarse, nos desvela toda duda de que esa pareja se ama sin fisuras. Cuando el apático Sombra parece alejado de toda reivindicación, un par de fogonazos de realidad demuestran que dentro de ese cuerpo hay un alma dispuesto a luchar por lo que merece la pena, aunque el auditorio se duerma, pero claro, no siempre los grandes discursos son escuchados por la gente, a veces ni tu interlocutor te escucha y no por ello lo que se dice deja de tener importancia.

Cada uno encontrará sus referentes personales viendo Güeros, hay mucho cine asimilado en esta primera película que va triunfando por donde pasa, Berlín, San Sebastián, el D’A de Barcelona… Merecido reconocimiento porque se está tan cerca de la nouvelle vague de los primeros Truffaut y Godard, como del cine inicial de Gus van Sant o Jim Jarmusch, los relatos juveniles de Coppola cuando la quiebra detuvo su megalomanía industrial y le obligó a refugiarse en películas de bajo presupuesto en las que el guión y la historia eran lo importante. Hay en Güeros mucho Rusty James y poco Motorcycle Boy, es así, es otra historia, otra sociedad, otra época, mucho inmaduro pugnando por salir del huevo pero no atreviéndose ante la falta de perspectivas o iniciativa. El relato desnudo que quedará inmortalizado por la fotografía de un momento, la sonrisa de dos hermanos separados por una marea humana que reivindica lo justo, un fotógrafo de la realidad obligado a despertar para no perder comba en un mundo difícil, pero ¿quién dijo que se iba a conseguir algo sin luchar por ello? Fascinante, sencilla y creíble, una gran película.

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