Ana R. Cañil: «Nuestros hijos vivirán peor que nosotros, con menos derechos laborales, más competencia y peor enseñanza»

«Conozco a muchas con ganas, dispuestas a estudiar las fórmulas perfectas para liquidar a los cabrones del mundo, a los estafadores y corruptos que nos han desgraciado».

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Masaje para un cabrón, de Ana R. Cañil.

La escritora y periodista madrileña Ana R. Cañil acaba de publicar Masaje para un cabrón, una novela despiadada y muy divertida sobre la España de la burbuja y la venganza de quienes están pagando la crisis. Con este breve relato el Man Booker International Prize y recibió numerosas distinciones. Cañil ha trabajado en varios medios económicos como Cinco Días o Mercado. Ha sido redactora jefe del semanario El Siglo, directora de Informe Semanal y delegada de El Periódico de Catalunya en Madrid. En 2008 ganó el Premio Espasa de Ensayo con La mujer del maquis, y ha publicado las novelas Si a los tres años no he vuelto y El coraje de Miss Redfield.

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Masaje para un cabrón. Ana R. Cañil. Editorial Espasa. 320 páginas. 19,90 €

Se llama Tasia, tiene 48 años, está casada y tiene dos hijos. A ella le han destrozado la vida su marido y los canallas que han arruinado a medio país. Está tan cabreada que ha pasado de soñar con su chalecito adosado o su negocio de belleza –ambos embargados– a fantasear con el mejor método para cargarse a los responsables de su desgracia. Tasia se consuela con otras mujeres que, como ella, soportan sobre los hombros las miserias de los últimos años a base de humor negro y albergan quimeras parecidas a las suyas. Pero lo que comienza como un juego de complicidades se desborda cuando el destino pone entre sus manos la capacidad de hacer realidad sus fantasías (criminales).

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P.- ¿Cómo nace Masaje para un cabrón? Por la temática, ¿quizás de un arrebato de rabia y terrible impotencia?

Algo así. Nace de descubrir a amigas que se muerden los puños para no reventar la nariz de algún canalla cada día, cuando un hermano, o un marido o una hija son despedidos o tienen que abandonar los estudios y los abuelos, estafados, ya no puede ayudar. Cuando vuelven a recuperar el plato de las mujeres `patatas o lenteja viuda’ explicando a su familia que es muy Semana, muy nueva cocina, mientras el pequeño pide un filete gordo y menos patatas. Su madre ahora sabe prepararlas de mil maneras, pero ya esta harto. Gracias a la crisis madres, hermanas, abuelas o hijas casadas soportan las quejas y las heridas de todos los que las rodean. Aunque dan ánimos y en muchos casos salen a buscarse la vida laboral que habían abandonado por sus hijos o maridos hacía años, no pueden más. Conozco gente muy cercana en esa situación, pero sentía que no les dábamos suficiente visibilidad. Sí, verlas me ha generado ambas cosas, rabia e impotencia, pero también ganas de pelear.

P.- ¿Quién es peor: el ambicioso (y poco previsor) marido o la sarta de canallas que se han enriquecido a nuestra costa? ¿Qué traición duele más?

Por supuesto, los canallas que han generado la crisis desde muy, muy arriba. Incluso desde el otro lado del Atlántico y por encima de nuestras cuentas bancarias. Son lo que a estas horas ya están ideando como volvernos a engañar. Muchos de ellos, los más listos, se han ido de rositas aunque otros cuantos estén cayendo en manos de la justicia. Pero como Tasia, la protagonista, hay mucha gente que piensa que la primera culpable es ella, su marido, su familia. Por querer vivir «por encima de sus posibilidades» en un chalecito adosado y con unos hijos que hicieran carrera. Al principio, compraron el discurso que les hizo sentirse culpables y que les vendió el Gobierno y la banca. ¿Quién le manda salirse de la madriguera donde su gente ha estado escondida toda la vida señora? Hasta que un día se da cuenta de la manipulación ¡quieren que se sienta culpable por querer vivir con dignidad! Y descubre que hay otras mujeres, otros hombres, otra gente que no está dispuesta a asumir la resignación.

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Ana R. Cañil. Foto de Sofía Moro.

P.- En todo caso, la que termina perdiendo es Tasia. ¿Representa quizás a esa clase media que deja de serlo para simplemente sobrevivir?

Bueno, Tasia solo pierde al principio y es, como usted muy bien dice, esa clase media que escapaba a su destino mediocre de hace siglos. Pero esta mujer da un giro a su vida, es falso que el destino esté escrito y cuenta con las armas históricas de los luchadores, la inteligencia y sus manos. No esta dispuesta al volver al rincón para sobrevivir, eso es lo que la diferencia de la mayoría de nosotros, que lucha para vengarse.

P.- ¿Cree que esta crisis ha significado a nivel social un adiós definitivo al estado del bienestar que tantos años costó alcanzar?

Sí. Aunque la economía esté creciendo, la sociedad que hemos conocido ya nunca volverá a ser la misma. Un 30% de las personas se quedarán en el camino, nuestros hijos vivirán peor que nosotros, con menos derechos laborales, más competencia y peor enseñanza, seguirán creciendo las desigualdades, la distancia entre los de arriba y los de abajo. Lo que la clase media y baja había acortado con los «de buena cuna» ha aumentado de nuevo en estos siete años. Dejamos atrás una época dorada y aún no tenemos distancia para observar lo que han significado las políticas aplicadas. Las consecuencias durarán lustros.

P.- No me extraña que Tasia clame venganza y tenga fantasías criminales… Viendo los casos de corrupción (sin pena) que cada día salen en las noticias, no es de extrañar que a todos se nos haya pasado alguna vez por la cabeza. ¿Es hora de tomar conciencia?

Creo que la gente ya ha tomado conciencia, pero es mucho más civilizada y sensata que los de arriba, que la clase financiera y los gobernantes. Se vengarán en las urnas con sus votos. Y una vez más habrá que agradecer a los ciudadanos el ejemplo dado frente a tanto mediocre y golfo.

P.- Matar quizás no sea la solución, pero si la justicia no responde, ¿qué caminos debería emprender el ciudadano engañado y empobrecido por culpa de otros?

No, matar jamás es la solución. Nunca. La justicia -más tarde que pronto, sí- responde. Lo estamos viendo estos días. Eso sí, a veces uno no puede soportar el impulso de retorcerles el pescuezo cuando ves la cola del paro o a los preferentistas de ochenta años llorando. Pero entonces puedes entrar en una banda literaria con ganas de satisfacer las necesidades primitivas que todos tenemos desde hace años, la banda de Tasia. Ahora en serio, la forma de combatir es acudir a las urnas y saber que somos una democracia, que no van a arruinar lo que tanto nos costó alcanzar. Luchar intentando aprender cada día más, apoyándonos en las organizaciones ciudadanas, lo mejor de esta crisis. Nos han resucitado cuando estábamos anestesiados.

P.- Hoy todo se antoja podredumbre y gobierna la corrupción política, empresarial… ¿Poder y corrupción van siempre de la mano? ¿Podemos seguir confiando en nuestros políticos?

Dicen los politólogos que hasta las mejores democracias necesitan su pequeña cuota de corrupción. No lo sé bien, pero no lo creo. No es así en los países del Norte de Europa, al menos no de una forma tan descarada y actúan radicalmente al menor síntoma de corrupción. El problema es que somos una democracia, un sistema político muy joven y con poca cultura democrática, incluyéndonos a los ciudadanos. El impago de impuestos (con IVA o sin IVA) o la piratería son la punta del iceberg de la baja cultura social y democrática que aún tenemos. A la segunda pregunta, no. La mayoría de los políticos no son corruptos ni tampoco son todos iguales. Todo lo contrario, llevo años trabajando en política y economía y muchos son honrados y trabajadores. Es más, hasta conozco a banqueros y financieros honrados. De verdad. Dentro, claro está, de lo que es su cultura basada en lucro que viene de guardar el dinero de los otros a cambio de remuneración y ¿seguridad?. Así ha sido desde hace siglos, aunque eso no signifique gran cosa.

P.- Humor negro, ácido y muy inteligente. Esa es la herramienta de la que se vale para reflejar la crisis actual en su libro. ¿Son la risa y la ironía claves para sobrellevar la situación?

Honestamente, el humor negro está calcado de las personas -de carne y hueso- que se pasean por la novela. Tasia, La Manuela o Silda y Javier existen de verdad. Me he limitado a poner el oído y la oreja, a espiar en su dolor y su risa. Y sí, por lo que he visto entre todos ellos, a situaciones más negras, humor más ácido y oscuro. Es una receta que ayuda, pero no quita la rabia ni el hambre.

P.- En esta situación de desplome y vista la edad de la protagonista, ¿se hace mucho más dura la caída o quizás la imposibilidad de levantarse?

Es mucho más duro estar arriba y caerte que subir desde abajo. Y Tasia estaba a arriba, lo peor lo difícil, es aprender a bajar con dignidad para volver a levantarte sin que los pisotones te dejen cicatrices.

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Por Benito Garrido (@benitogarridog)

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