Golowin, de Jakob Wassermann

Por Silvia Pato. @SilviaP3

Autor: Jakob Wassermann

Traductora: Miriam Dauster

Editorial: Navona

Nº de páginas: 119

ISBN: 9788416259038

golowinHay ocasiones como lector en las que uno cae presa del embrujo de un libro desde el primer momento que se acerca a él, incluso antes de haberlo leído. En esos momentos, uno desconoce quién fue su autor, cuál es su argumento y si ha sido elevado o no a los altares por la crítica especializada; sin embargo, desde su título hasta el entelado tono azul de su cubierta, se presenta como la promesa de una historia que dejará huella en el ánimo.

Así sucede con Golowin, de Jakob Wasserman, escritor alemán que, en la década de los veinte, se constituyó como uno de los novelistas más admirados de su país, hasta que, a partir de 1933, su figura fue denostada, a causa de sus orígenes judíos.

La historia de Golowin nos transporta a los tiempos de la Revolución Rusa. Su protagonista, Maria von Krüdener, acompañada de sus cuatro hijos, emprende la huida desde su hacienda de Tula, cerca de Moscú, con la intención de reunirse con su esposo en el sur del país, durante un trayecto en el que se nos mostrará la decadencia en la que se ha visto sumida la nobleza rusa, dibujando el nuevo orden social que se estaba instaurando en aquel tiempo.

Su contexto histórico únicamente conforma un escenario en el que se sitúa un relato centrado en unos personajes, cuya psicología profundiza en las grandezas y debilidades de la naturaleza humana, convirtiéndose en el eje central sobre el que pivota toda la obra. De tal modo, en el momento en el que el lector ya haya caído embelesado por su personaje femenino principal, se presentará aquel que le da título al libro: Golowin, un digno antagonista para la intrépida mujer, a la que hará replantearse su vida, sus sentimientos y su propio pasado.

En cada una de las líneas escritas por Wasserman, resuenan los ecos de Tolstói y Dostoyevsky, dos de los referentes del autor. Ciertamente, en Maria von Krüdener evocamos a las protagonistas de las grandes novelas rusas: mujeres fuertes, decididas, inconformistas y luchadoras que, curiosamente, suelen encontrarse con más facilidad en las obras del siglo XIX, o principios del siglo XX, que en muchos de los best sellers escritos en la actualidad. Por mucho que intenten vendernos lo contrario, gran parte de estos personajes femeninos actuales palidecerían ante Anna Karenina, la condesa Olenska o, como en el libro que nos ocupa, Maria von Krüdener.

Si las frases certeras de la pluma de Wasserman son una delicia para el lector aficionado a los aforismos, que terminará anotando, en más de una ocasión, algunas de ellas, no lo es menos que Golowin tiene uno de esos finales fascinantes. Y es que, sin desvelar nada del mismo, vale la pena advertir que cada lector que alcance su última página discurrirá un desenlace completamente distinto, de manera que, tal y como suele pasar, pero en casos como este más especialmente, habrá leído una historia, en esencia, diferente. Incluso si, pasado cierto tiempo, ese mismo lector regresa a ella —lo cual probablemente hará, porque este es uno de esos libros para leer y releer— reinterpretará un final distinto, ya sea por la edad, la experiencia o las circunstancias de su propia vida.

Desde luego, Golowin es un ineludible que se merece con creces un puesto de honor en nuestras bibliotecas, allí, en aquella balda tan sobrecargada, acompañando a Guerra y Paz, Ana Keranina y Doctor Zhivago, entre otros.

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