El viento de Viena, de Helena Cosano

Por Joseph.B  Macgregor.

photo 2Hay veces que, y en contadas ocasiones, leer una novela te produce un placer inusitado, se convierte en un experiencia sumamente gratificante y enriquecedora por su originalidad y frescura, porque no se parece a ningún otro libro que has leído antes, porque es diferente y sus personajes son todos entrañables, dibujados por sumo cariño y comprensión por, en esta caso, su autora. Cuando se cumplen todas estas premisas, leer una novela como El Viento de Viena de Helena Cosano, me provoca una profunda y conmovedora emoción tanto por la sensibilidad como la autora narra su historia como por el difícil equilibrio que consigue entre la parodia o la caricatura y la profundidad de los temas que aborda.

Helena Cosano, mujer de fuertes creencias espirituales, de gran cultura, infatigable viajera, comprometida hasta la médula con la defensa de los animales y cuya vida está repleta de  grandes experiencias personales y emocionales, nos presenta a una chica como Eleonor, -una joven estudiante universitaria de psiquiatría que decide realizar sus estudios en la ciudad de Viena, – que resulta ser más que su alter-ego, su reverso (¿la mujer que fue en el pasado quizá?); ella sólo cree en lo que ve, atea y racionalista al máximo pero que sin embargo a lo largo de la novela intenta creer en algo, buscar un sentido a su vida y tratar de encontrar alguna prueba de que existe un mundo más allá de la realidad palpable. Sin embargo, siempre se muestra escéptica ante las experiencias esotéricas que dicen vivir algunos personajes de la novela o con las que experimenta ella misma en su propia piel como por ejemplo las vividas en una presunta escuela de Tantra o en la secta de los Luciferinos.

Por eso, a lo largo de la novela su camino hacia la espiritualidad estará lleno de baches y de malas experiencias que lejos de hacerla avanzar en su proceso, la volverán cada vez más racional y escéptica. Eleonor en su búsqueda de la felicidad pasará por diversas organizaciones o sectas espiritualistas y algunas de ellas resultarán ser un fraude. Por otro lado, su personalidad cuadriculada le impide conectar, comprender o empatizar con los postulados de otras por la que sale bastante decepcionada. De igual modo, vive varias experiencias sentimentales que le resultan algo frustrantes o que no llegan a llenarla lo suficiente.  Aunque la mayor parte de la historia se ubica en la ciudad de Viena, existen otros escenarios como el desierto de Israel al que viajan Liubka, su amiga de alma, y Eleonor al principio de la novela.

Durante gran parte de la trama, Eleonor acapara todo el protagonismo de la historia que parece girar en torno a sus peripecias personales. Sin embargo, a mitad de la narración otros personajes (casi todos mujeres), que en un principio parecían poseer tan sólo un carácter adyacente a la protagonista, comienzan a adquirir también voz propia, transformándose entonces en una historia coral en la que las experiencias de cada uno de estos personajes adquieren gran importancia dentro de la trama. Se nos muestran entonces otras mujeres muy diferentes unas de otras; Liubka, una chica convicciones tradicionales (cree en «el amor, fundar una familia, tener hijos felices»),compañera de fatigas de Eleonor; Susi, una loca maravillosa  que encuentra en el sexo la razón de su existencia y sus tres hijas: Sarah, una chica introvertida y espiritual, Salomé, que comparte con su madre su afición por «follar» y Samantha (gemela de Salomé), quién piensa que lo más importante en la vida es tener dinero para gastar en lujos o en ropa de marca y que está a punto de pescar a un millonario. Aparte de ellas, nos encontramos con Ariel, un joven israelita que dice ver y hablar con los espíritus de los muertos y que experimenta una curiosa historia de amor con Sarah a través de los sueños que ambos comparten, y que resulta ser el único hombre que posee un mayor protagonismo a lo largo de la trama. Otros, como el psiquiatra Raffi, David, hermano de Ariel, Paolo, amigo íntimo de Liubka, o Alfonso, el novio «oficial» de Eleonor, evidencian, sin embargo, una presencia más anecdótica o pasajera.

photo 1Y es que aunque la peripecia personal de Eleonor parece ser el eje central sobre el que pivota toda la trama, lo cierto es que en realidad tanto ella como el resto de personajes están al servicio de la tesis que intenta trasmitir la autora a lo largo de toda la novela: la cordura no existe y por lo tanto todos estamos de alguna manera locos. En opinión de Helena Cosano, cuerdo sería toda aquella persona que consiguiera captar la Realidad en su totalidad, algo que sólo está reservado a  muy pocos, al Gran Maestro Espiritual que  es el único que puede abarcar la Realidad Absoluta y a la Divinidad (léase Dios u otra potencia divina).

Por eso, cada uno de ellos denota un grado de locura que tiene que ver con su forma de vivir la existencia humana, sus creencias, sus apetencias o adicciones. Todos estamos locos porque de alguna manera somos producto de una sociedad enferma y caótica, donde todo se vive muy deprisa, debe conseguirse de inmediato y que nos convierte muchas veces en títeres de un tenebroso gran teatro de marionetas. El Viento de Viena nos hace reflexionar de cuánto estamos de alienados o manipulados y lo infelices que somos en realidad, buscando quizá en un mundo más allá del real o la espiritualidad respuestas a nuestras preguntas o una tabla de salvación que no permita escapar un rato de una realidad fea, deprimente, surrealista y/o absurda.

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