Los libros de la isla desierta: La espuma de los días.

Por Óscar Hernández Campano.

LA ESPUMA DE LOS DÍAS, Boris Vian.

La espuma de los díasNo resulta sencillo escribir una reseña de un tótem de la literatura como lo es Boris Vian. El autor, o mejor dicho, el artista, vivió y creó intensamente, y también, murió joven. Creador incansable en la Francia de mitad del siglo XX, se codeó con los más grandes e hizo lo que quiso: novelista, dramaturgo, escritor de cuentos, músico, guionista e incluso actor. Se desdobló en innumerables heterónimos con los jugó a crear obras que no dejaron indiferente al público y a la crítica de la Francia de posguerra. Fue incluso condenado por atentar contra las buenas costumbres porque era absolutamente libre al escribir, al componer. Los años, como si se tratara de un buen vino, lo han encumbrado al Olimpo de las letras galas, convirtiéndolo, por méritos propios, en un clásico.

La espuma de los días (escrita en 1946 y publicada un año más tarde) es una novela deliciosa. Una fábula, un cuento, un sueño. El surrealismo impregna una obra que crea un universo paralelo tan real y normal para sus habitantes, como encantador y sorprendente para los lectores. Un mundo, una Francia, una América, que parecen haberse transformado en el país de las maravillas porque los prodigios que asombraban a la cándida Alicia, son hechos normales y corrientes para los protagonistas de esta novela.

Colin, es un joven que no necesita trabajar porque tiene un buen patrimonio. No quiere tener que ganarse la vida porque ya la tiene, llega a afirmar. Le gusta la música y ha inventado un pianóctel que sirve bebidas con ingredientes diferentes según la melodía que se toque. Anhela encontrar el amor y lo hará en la maravillosa Chloé, con quien se casa en una ceremonia estrambótica. Sus amigos, Chick, Nicolás, Isis y Alise, acompañan a los protagonistas a través de una existencia envuelta en el jazz y en lo onírico. Sin embargo, el mundo de fábula se torna oscuro cuando Chloé enferma y Colin ha de gastar todo su dinero para intentar salvarla. Su fortuna se reduce tan rápidamente que el joven enamorado habrá de buscar trabajo por primera vez en su vida. Esta situación lleva a momentos de absurdo que no dejan indiferente al lector.

Boris Vian pinta el amor, la alegría, la pasión, la tragedia y la muerte con unas pinceladas que arrastran al lector por un sueño del que no querrá despertar. Y en medio de ese mundo donde los cristales rotos vuelven a crecer o en el que un nenúfar que crece en el pulmón de Chloé, amenaza su vida mientras el hogar familiar va empequeñeciéndose conforme ella pierde la salud, Vian critica el star-system literario representado en la figura del escritor más famoso del país, Jean-Sol Partre, cuyas obras y discursos, así como objetos personales, se cotizan a precio de oro, causando más de un problema a Chick, una verdadera víctima del fenómeno fan fetichista. Tanto absorberá la figura de Partre a Chick, que su novia, Alise, tomará medidas desesperadas.

También la religión tiene su espacio en la diana de Boris Vian. En dos escenas antitéticas y tan divertida una como patética la otra, el autor caricaturiza a la iglesia y la describe como un show que ofrece más o menos contenidos y calidad en función del dinero que los fieles quieran gastar, sea en una boda o en un entierro.

La obra no deja indiferente. Divierte, asombra, alegra, golpea y enseña, que es mucho más de lo que consigue mucha de la literatura que pulula por el mundo. Boris Vian experimenta, juega, inventa palabras que acaban siendo asumidas por el lector, y sobre todo, compone una sinfonía literaria que deja un poso en el lector que lo acompaña de por vida.

Fue llevada al cine en dos ocasiones, siendo la última protagonizaba por Audrey Tautou, la eterna Amélie, con éxito de público y con la crítica dividida.

Pero la novela, el origen, el texto que nos induce a soñar, a dejarnos arrastrar a ese mundo alternativo donde las leyes de la física no son tan rígidas como en nuestro mundo, donde el amor se ve, se toca y se mastica, donde los ratones hablan, y donde la muerte es diferente a lo que nos esperábamos, esa novela, digo, merece un hueco en el bote que nos lleve a la isla desierta.

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