César Rendueles: «Debemos devolver a la política el protagonismo sobre la economía»

Por Telmo Avalle.

César Rendueles copy Elena Blanco 1La figura de Robinson Crusoe no representa al aventurero exótico, sino el espíritu del capitalismo canalla que late en su corazón. Más que la historia de un simple marinero torturado, el capitán Ahab es un emprendedor que arrastra a su vesania a una plantilla de trabajadores migrantes. Las obras de la literatura clásica reconstruyen en sus páginas aspectos de la historia del modelo capitalista, algunas más subrepticiamente que otras. Esto es lo que sostiene el filósofo César Rendueles (Girona, 1975) en ‘Capitalismo canalla. Una historia personal del capitalismo a través de la literatura’, publicado por Seix Barral. Aunque el título es descriptivo, no está de más señalar que su autor realiza una revisión de los textos ya clásicos para componer una crónica de la evolución del capitalismo.

Las obras de Dickens, Dostoievski, Defoe y hasta del mismo Goethe son desgranadas por el ensayista, profesor de Sociología en la Universidad Complutense de Madrid y autor de Sociofobia, reconocido como el mejor autor de ensayo en 2013 según El País. En su empeño está presente la querencia a proyectar una parábola de todas las aportaciones creadas por el capitalismo y que hoy permanecen disueltas por la democracia: el esclavismo, la imposición de órdenes y conductas, el mercado generalizado, la división del trabajo… Siempre, y no debe haber ninguna duda a este respecto, conforme a la interpretación personal que hace el autor de los textos. El libro se guarda pues de representar un canon estético o político para intentar una exploración de las estructuras sociales, políticas y económicas.

Antes del cuestionario, César Rendueles traza con su tímida sonrisa la línea que separará de un lado sus opiniones y afinidades, y de otro todo lo demás, que será prescindible por esta vez.

Empecemos por el final, cuando recuerda a Esperanza Aguirre decir: «hay que modificar la ley electoral para evitar que una coalición de perdedores se hagan con el poder». Usted asegura que es la mejor definición que ha escuchado nunca de democracia.

Al margen de que yo tergiverse las palabras de Esperanza Aguirre de forma completamente deliberada, lo cierto es que las élites políticas y económicas siempre han entendido muy bien que la democracia es una idea peligrosa. Es una idea arriesgada o muy escandalosa en cierto sentido. Durante muchos años la democracia fue una cosa fofa que manejaban las Naciones Unidas en una especie de discurso buen rollista, que no tenía ninguna pegada política. Y una de las cosas interesantes que está pasando en los últimos años es que nos hemos apropiado de esa idea, hemos reivindicado su fuerza y como una idea realmente escandalosa que tiene que ver con la posibilidad de realizar progresos morales muy grandes, muy ambiciosos, a través de la deliberación en común entre iguales; que es gente que se reconoce como lugar entre sí y que es capaz de pensar. No es sencillamente unir opiniones diversas, sino pensar en común y cambiar su forma de gobernarse y de las normas que comparte; y eso es algo que a las élites siempre les ha dado mucho miedo, la verdad. Desde el siglo XIX les ha dado auténtico pavor la posibilidad de la democracia. Creo que eso es lo que inconscientemente ha traicionado a Esperanza Aguirre: el miedo a la democracia.

¿Y los perdedores son capaces de gobernar y de pensar en común?

Exactamente. Eso es así desde Grecia. Cuando nace allí la democracia está vinculada a que los perdedores, a los que no han ganado siempre ni pertenecen a la nobleza, se unan para que no ganen los ganadores. En eso consiste la democracia

‘Capitalismo Canalla’ es una biografía que afea al capitalismo.

Es curioso, porque no hay ningún manifiesto capitalista, no sé si alguna vez lo has pensado, pero sí uno comunista. A veces se ha reprochado a Marx y a Engels que en El Manifiesto Comunista hacen un elogio terrible del capitalismo; mucho mayor que el de sus partidarios mas acérrimos. El capitalismo es en realidad una fuerza revolucionaria que abre oportunidades sociales y políticas que en la sociedad feudal eran impensables. Pero al mismo tiempo es incapaz de aprovechar esas posibilidades. Entonces sí, el libro afea al capitalismo, pero también reconoce que hoy disponemos de posibilidades que eran inimaginables hace algunos siglos. Lo reprende en el sentido de que no es capaz de aprovechar las posibilidades que saca en claro: ustedes son ciudadanos libres e iguales pero lo que pueden hacer con esa libertad es comprar en el supermercado; pues venga, hagamos todo lo que permite esa libertad e igualdad y llevémoslo más allá. El capitalismo es incapaz de aprovechar su propia potencia.

Esa potencia es la que hizo pensar en su fagocitación al comienzo de la crisis, pero finalmente no ha sido así.

El capitalismo es un sistema expansivo, muy frágil pero a la vez tremendamente expansivo. En este sentido las crisis en sí mismas no necesariamente van a acabar con él o hacer que se fagocite. No soy nada partidaria de esas tesis catastrofistas de cuanto peor, mejor; ni que de la autodestrucción del capitalismo surgirán otras alternativas. Las alternativas surgen de la voluntad política y del deseo en que la haya.

capitalismo-canalla¿Escribir un ensayo así es más una cuestión de advertir los indicadores que de lucidez?

Bueno, este libro tiene una trama bastante sencilla. Por una parte, se basa en una concepción teórica de la historia del capitalismo. Toda mi vida académica he trabajado cercano a la teoría marxista, que es la que yo me siento afín no muy ortodoxa pero aproximadamente. Eso explica los episodios del capitalismo que me interesan: el proceso de creación del mercado mundial, del mercado de trabajo, la expansión colonial del siglo XIX, la crisis de entreguerras, el proyecto keynesiano… Y luego por otra parte están las lecturas literarias, que son muy importantes en mi vida pero que en mi reflexión no se habían cruzado todavía en esa otra parte más académica.

¿Incluir referencias al cine hubiese cambiado mucho el resultado final?

No, seguramente que no. La verdad es que no soy muy buen lector porque no soy sistemático: Soy un lector voraz pero muy caótico, y todavía peor espectador. Realmente en alguna época de mi vida vi mucho cine pero me cuesta mucho fijarme, entonces no hubiese salido una cosa interesante. Pero sí que podría haberlo hecho, porque de alguna forma yo creo que la literatura, el cine o cualquier referencia artística o vehículo de transmisión cultural no son muy buenos para entender la sociedad o el capitalismo. No sirven específicamente para eso, sino más bien para comprender cómo entendemos el capitalismo, nuestra visión subjetiva de la sociedad que nos ha tocado vivir. Son puertas de acceso traseras a la subjetividad compartida, nuestra forma de sentir esa sociedad, de evitarla. Para eso sí sirven la literatura, el cine u otras experiencias artísticas o culturales

¿Quiénes son los vivos y quiénes los muertos del capitalismo?

 

Los muertos efectivamente son todos los que no son ganadores del capitalismo. De alguna forma esa vieja tesis de que la historia la escriben los vencedores hace referencia a eso. Cuando hablo de los vivos y los muertos no me refiero tanto a muertos literales o a asesinados, que también. La historia está llena de cadáveres por todas partes. Me refiero sobre todo a una muerte también histórica, simbólica. Hay un montón de experiencias que han quedado perdidas, carentes de valor. La vida de la gente común parece que no tiene ningún valor y que solo la de los triunfadores es la que da sentido a nuestras crónicas. De eso hablaba el ejército Zapatista cuando se refería «por nuestra voz hablan nuestros muertos» a experiencias que han quedado completamente olvidadas, que han caído por los barrancos de la historia y que sin embargo son valiosas y deberían tenerse en cuenta.

Afirma que «los seres humanos somos moldeables por las circunstancias cambiantes».

Sí, yo creo que es así. Las circunstancias históricas nos van transformando y por eso podemos utilizar la literatura como una vía de acceso para entender nuestra subjetividad.

También dice que «es imposible impulsar un proyecto de emancipación política en un contexto social fragmentado».

Últimamente hablamos mucho de la crisis económica y de las instituciones políticas. En cambio, hablamos menos de una cierta fragilización de las relaciones sociales, de una quiebra del tipo de instituciones que nos permite participar en la vida pública a cualquier ciudadano y también mantener vínculos de solidaridad con otras personas más allá de nuestra vida familiar. Sobre todo en España es extraordinaria la desaparición de esos vínculos. Y eso es una noticia horrible para la democracia. Creo que es muy difícil reconstruir un proyecto político igualitario, un proyecto político para la mayoría desde esa fragilidad social; y eso nos va a costar mucho recuperarlo.

Parece que la moral no importa cuando lo económico marcha bien.

Efectivamente, yo creo que eso es algo que durante mucho años permaneció oculto. En la épica dorada económica, cuando parecía que éramos ricos, no importaba esa destrucción de los vínculos sociales y de las instituciones que facilitan o que median en la solidaridad social. No es solo una pérdida social, sino también política que nos incapacita para la democracia. Y el problema del contexto actual, en el que está aumentando la desigualdad, es muy complicado deshacer ese camino. En el abecé sociológico las sociedades más desiguales son mucho menos solidarias, y en España ha crecido a un ritmo desbocado en los últimos diez años. Me temo que las expectativas no son muy optimistas.

Identifica al esclavismo como el tubo de ensayo laboral del capitalismo. ¿Se puede afirmar que hay también esclavitud en lo que se entiende por primer mundo?

En la revisión teórica a la que me siento afín el núcleo mismo del capitalismo es la división del trabajo, que es lo que explica los beneficios de las élites y las dinámicas políticas y sociales de nuestra sociedad. En ese sentido, es muy interesante pensar cómo aparecen los mercados de trabajo. De repente millones de personas deciden trabajar a cambio de un salario y no como lo habían hecho anteriormente. Si nos damos cuenta, es muy misterioso, porque se tratan de millones de personas que abandonan sus ocupaciones tradicionales para acudir a las fábricas a cambio de un salario miserable y unas condiciones espantosas. Es interesante rastrear cuáles son las experiencias previas que establecen el modelo que se va a dar una vez que implantados esos mercados. Y realmente esas experiencias surgen descalzas y son bastante exóticas. El mercado de trabajo nunca ha sido históricamente un medio mayoritario de subsistencia. Una excepción son los ejércitos, donde los soldados vivían con un salario. Otra, no tanto desde la perspectiva de ganar un salario como el modelo de régimen laboral de disciplina, es el esclavismo. En las plantaciones hay un sistema de trabajo que luego se importa a las fábricas e industrias europeas. Son una instrucciones muy estrictas que ordenan a la gente lo que tiene que hacer en cada momento y que, salvando las distancias, persevera a día de hoy. ¿Por qué aceptamos en el interior de las empresas que se nos diga permanentemente lo que tenemos que hacer sin discusión? Incluso se nos dicta cuándo podemos ir al baño y se nos grita como si fuéramos niños. Eso, en cualquier otro ámbito, jamás lo aceptaríamos. En el ámbito laboral no es que se acepte, pero se resigna a esa minoría de edad. Yo creo que tiene que ver con fenómenos de disciplina heredados de entornos relacionados con la servidumbre y el esclavismo.

César Rendueles copy Elena Blanco 3 (1)Hay una corriente que parece ganar presencia a menor escala y es la conocida como economía colaborativa.

Bueno, en todo caso se está imponiendo a pequeña escala, pero diría que es incluso al revés. Creo que nos hemos olvidado de un fenómeno que fue masivo en otras épocas y que estamos redescubriendo muy tímidamente. Pensar que el cooperativismo es un fenómeno en el que participan una enorme cantidad de gente… Hay industrias enteras en algunos países donde mayoritariamente están organizados por cooperativas. En el País Vasco, por ejemplo, el cooperativismo tiene una presencia enorme, lo que pasa es que se ha ocultado sistemáticamente como una marginalidad excepcional propia de ‘perroflautas’, cuando no es verdad. Es una red comunitaria fuerte, pujante y con experiencias de décadas, sino de cientos de años. Así que yo creo que estamos redescubriendo una tradición antigua, solida y potente. Nos lo contamos como siempre pasa con algo novedoso, que acabamos de inventar, pero que realmente podemos trazar sus orígenes muy lejos.

¿Hay liberación a la dictadura económica?

Yo creo que puede y debe haberla. Lo primero que tenemos que hacer, y eso ya se ha intentado, es devolver a la política el protagonismo que merece sobre la economía. No dejar que los mercados dominen sobre las decisiones de la mayoría. Lo que está pasando es que el voto de los mercados vale más que el de los gobiernos nacionales. Eso es una dictadura que no debemos aceptar, y yo creo que se puede revertir. Ya se hizo en el pasado. La historia del keynesianismo se malinterpreta muchas veces. Lo que pasó después de 1945 se interpreta como una apuesta por el empleo y gasto público. Eso es una parte. El núcleo duro no es ése, sino devolver los parlamentos a los países y la soberanía que los mercados les había arrebatado. Cortar esa influencia financiera, que impide tomar las decisiones que un pueblo considere, como es el caso de Grecia. Y para eso no nos valen las medidas que se tomaron en entonces, necesitamos otras de manera urgente.

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