Julieta Valero y la transexual periferia del lenguaje

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Julieta Valero

Vaso Roto, Poesía

Por José de María Romero Barea

En el poema “Previo al sol” lo cotidiano deviene alegoría: “La ministra de Trabajo llora al anunciar las nuevas medidas; en otro costado de la fontana barroca, el rostro del presidente se pone extrajudicial y legendario”. Dar la vuelta a los clichés es otro juego favorito de la autora de la colección Que concierne (Vaso Roto, Poesía, 2015, epílogo de María Salgado). La pesadilla de la lengua, para Julieta Valero (Madrid, 1971), como para Flaubert, es la “idea recibida”, la palabra que va de boca en boca, que se da por sentada.

En los poemas de Valero, “la transexual periferia del lenguaje” socava persistentemente la restauración del sentido a fin de implicar a la sensibilidad. La poeta hace malabares con las posibilidades de la lírica. Su ingenio se ocupa lo mismo de temas inauditos que agotados, y logra encontrar nueva vida en ellos. En “Celos”, la sintaxis sinuosa logra penetrar en el dominio epigramático e irónico de una Emily Dickinson: “La conciencia, planta carnívora que equivoca el motivo y confunde tres ces: caderas, calderas, contenidos”.

Filología, películas, argot, arqueología, juegos de palabras, poesía universal, bibliografía, anuncios de televisión, nada escapa a una poesía que se desliza a través de una amplia variedad de voces y estilos, que discurre entre sensaciones, comentarios y eventos; a veces, la interrupción de la expectativa es tal que un lector escéptico podría pensar que estos poemas no son sino una aglomeración aleatoria de palabras, imágenes y citas. El inventario mental de Valero es, en esencia, cómico; su imaginación, surrealista, con típica suspensión de incredulidad y aparente incoherencia.

El estilo del poema que da título a la colección es fieramente moderno. “Que concierne” articula con admirable claridad los dilemas de cualquier arte de vanguardia: la necesidad de alejarse de la tradición y arriesgarse a ser difícil e impopular, a quedarse “sin paradoja, sin analogía, sin lectores”. Valero se esfuerza por lograr nuevas formas de ver a fin de contrarrestar el discurso homogeneizado, consumista, que ofrecen “políticos mostrencos”, sin dejar de considerar que estas nuevas formas de ver podrían convertirse a su vez en ortodoxia.

La autora de Altar de los días parados (2003), Los Heridos Graves (2005) y Autoría (2010), ahonda en un discurso posmoderno que no desdeña la tradición. Valero podría decir (junto al poeta nicaragüense Rubén Darío) que es una poeta muy siglo XVIII, muy arcaica y muy moderna, atrevida y cosmopolita. Las embestidas trágicas de sus composiciones, bien físicas o emocionales, son de una fuerza geológica, que no renuncia al vocabulario de la ironía: “¿adónde? siempre junto y con tilde no hay adóndes sí hay de nuevo reglando me voy // a pasar al menos la unidad del saludable perineo por el idioma” (“Perineo y embargo”).

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