Cuestionario literario: Jorge Carrión

 

huerfanosEn un tiempo de la inmediatez y de continua exigencia de cambio y renovación, los proyectos intelectuales de largo alcance han devenido una excepción. Pocas dudas hay de que Javier Gomá Lanzón es autor, con su Trilogía de la ejemplaridad así como con sus diversos ensayos, del proyecto filosófico de más interés y, sobre todo, de más complejidad de nuestros días. Tras la construcción, fallida, de un sistema filosófico por parte de Ortega y Gasset, Gomá Lanzón se postula como el principal -¿el único?- filósofo que, en la actualidad, concibe su obra como una totalidad discursiva y reflexiva, como una propuesta conjunta de repensar el ser y el mundo desde una neo-pragmática del presente y de la cotidianidad. En ámbito literario, los diarios de Trapiello se postulan, juntamente con los espléndidos diarios en fase de publicación de Ricardo Piglia, como la meditada composición de una obra en la que confluye, en su totalidad, la poética literaria de su autor. A todos estos nombres, cabe añadir el de Jorge Carrión. Sin caer en anecdóticos e innecesarios datos biográficos, es imposible no aludir a la todavía juventud del autor, una juventud que obliga a marcar distancia con autores como Piglia o Trapiello, una distancia no tanto marcada por la calidad literaria ni el interés intelectual de la propuesta, sino por el recorrido temporal y creativo realizado  y, sobre todo, en el caso de Carrión, por el recorrido todavía por realizar. Ensayista y narrador, Jorge Carrión ha conseguido borrar el límite fronterizo que separa estos dos géneros: como postuló Adorno en El ensayo como forma y como plasmó Walter Benjamin en sus textos “biográficos”, el ensayismo se define como una búsqueda que no cristaliza en una tesis final, sino que, podría definirse, como un work in progress cuya búsqueda ya no es el yo montagniano, sino el yo colectivo y, como se observa en la trilogía Las huellas de Carrión, el yo borrado y convertido en una virtualización de un mundo para el cual la definición de Baudrillard del simulacro resulta hoy día insuficiente. Sus lecturas crítico-hermenéuticas de la narrativa de las series de televisión, lectura en la que Carrión analiza tanto el aspecto formal como las connotaciones lectoras y socioculturales, que dio lugar al interesante ensayo Teleshakespeare y su interés por el periodismo narrativo, por el auge, sobre todo en Hispanoamérica, de una nueva prosa periodística que parte de elementos estilísticos y formales de la prosa literaria y por la relación, complicada si se busca una tajante división genérica, entre ficción y no ficción confluyen en la trilogía Las huellas: en esta serie de novelas –Los muertos, Los huérfanos y Los turistas-, Jorge Carrión traslada sus reflexiones teóricas a la ficción narrativa que se convierte es escenario de prueba y de puesta en práctica de las teorizaciones más abstractas. Si bien la narrativa ficcional de Carrión funciona, y este es su gran mérito, como un artefacto independiente a su obra ensayística, Las huellas sobrepasa la definición de trilogía en tanto que pieza indispensable de un proyecto intelectual más vasto en el que la ficción y el ensayismo o, más en concreto, la ficción y la no ficción se convierten en dos complementos indispensables para pensar el presente desde un posicionamiento ontológico y gnoseológico: la virtualidad del presente, la artificialidad de los espacios –el tema del espacio y de sus prácticas ha marcado, sobre todo, la primera parte de la carrera teórica de Carrión-, el agotamiento de un sistema de conocimiento y de reconocimiento, la respuesta negativa a una historia que no llega a su fin sino que se reescribe en un tiempo post-apocalíptico marcado por el aislamiento, la mecanización de los sujetos y la deshumanización del individuo –Los difuntos, recientemente publicado como precuela de la trilogía Las Huellas, y Los huérfanos son ejemplo de ello- están presentes en la ficción de Jorge Carrión en diálogo constante a su obra no ficcional. Sin duda por su carácter ensayístico, la obra teórica de Carrión se ciñe a la realidad y al presente, en un análisis formal, social, cultural y político del presente y de sus manifestaciones culturales, manifestaciones en las que, sin embargo, Jorge Carrión encuentra el germen para las postulaciones atemporales y, en ocasiones, ageográficas presentes en su narrativa.

jordi carrion
Foto: Lisbeth Salas.

 

¿Cuál es su idea de felicidad perfecta?

Ahora mismo tengo dos ideas que se excluyen y se incluyen, en un extraño baile: con mi mujer y mi hijo en un lugar paradisíaco; a solas, con un buen libro o concentrado en la escritura de mi próximo libro.

¿Cuál es su gran miedo?

Una guerra. Todas las generaciones de la historia han vivido alguna. No creo que la mía sea una excepción.

¿Cuál considera que es la virtud más sobrevalorada?

El orden. Todo el mundo piensa que soy una persona muy ordenada; pero mi escritorio es puro caos. También el escritorio de mi ordenador. Si no existiera el buscador, sería incapaz de encontrar mis propios artículos en Word.

¿En qué ocasiones recurre a la mentira? (en el caso que confiese mentir)

En muchas. Todos los hacemos. Mentimos constantemente. Y, sobre todo, nos mentimos constantemente. El único momento en que intento controlarme para no hacerlo es cuando escribo crónica. Eso seguramente provoca que mis crónicas no sean tan espectaculares como la de otros cronistas que son menos escrupulosos, pero yo trato de no romper ese contrato conmigo mismo.

¿Se muerde la lengua antes de expresar determinadas opiniones por temor al qué dirán?

No tanto por ese miedo, como por el miedo a ser injusto. Las opiniones están sobrevaloradas. Antes de pronunciar una opinión es bueno mesurarla, domesticarla, darle vueltas: asegurarte de que puede ser incluso correcta.

¿Cuándo fue la última vez que tuiteó o publicó algún comentario en las redes sociales con plena libertad?

La plena libertad no existe. Eso es muy bueno y muy malo, pero más allá del juicio, es el corazón de la vida en sociedad. Y las redes sociales no son más que una dimensión de esa vida. Supongo que en la Dark Web sí que existe la libertad total de expresión, pero también hay tráfico de armas y de pornografía infantil y de asesinatos.

¿Qué es para usted la libertad?

Una palabra que sólo Franzen o un jurista se atreverían a poner en la portada de un libro.

¿Siente el ser una persona reconocida públicamente le resta libertad con respecto a la persona anónima?

No me siento particularmente reconocido, ni en público ni en privado. Pero sí que, en tanto que escritor, me siento muy responsable de mis palabras. Por ejemplo, nunca publico estados de Facebook o tuits en los que aparezcan palabrotas. Cada cual decide las reglas de su propio juego: ésa es una de las reglas del mío.

¿Hablar y expresar públicamente opiniones políticas o silenciarlas?

No hay opiniones que no sean de un modo u otro políticas. Todo es político. Todos los gestos, también los de silencio. Un escritor es alguien que decide, consciente o intuitivamente, en cada momento, cuál será el modo en que intervendrá políticamente en un contexto concreto a través de un gesto de lenguaje. En mi caso, mi opinión sobre la relación entre ficción y guerra civil, en el contexto del debate sobre la memoria histórica del PP y el PSOE, la expresé sobre todo en mi tetralogía de novelas (Los muertos, Los huérfanos, Los turistas y Los difuntos). Y mi posición sobre la crisis española, de la que sentía que tenía que dejar algún tipo de testimonio, está en Barcelona. Los vagabundos de la chatarra. Podemos reseguir la biografía política de un escritor a través de los textos que ha publicado, aunque sean novelas históricas, sagas de ciencia-ficción o relatos policiales. En cada texto queda un rastro político, que es moral, que es parte de una ética (cuya coherencia total, aunque se persiga, es finalmente imposible).

¿Activismo público o compromiso privado?

Mi ética sólo es válida para mí (y no siempre). Pero sin afiliaciones ni shows, sí intento influir en un pequeño círculo de personas que a veces me escuchan.

¿Informarse o ser informado?

Ambos. La muerte del escritor es el autismo, el diálogo único consigo mismo.

¿Qué es para usted y qué valor tiene la información?

Fundamental. Sin ella no hay conocimiento, no hay innovación, no hay supervivencia: no hay, de hecho, humanidad. Lo humano comienza cuando en la cueva se empieza a rezar, a cotillear, a contar historias, a alertar, a aconsejar, gracias a la relación verbal, sexual, animal, con miembros de otras comunidades. La humanidad nace con intercambios de información.

difuntos 1La cultura, ¿cuestión de esnobismo o conocimiento transversal?

Hay que diferenciar cultura de consumo cultural o de industria cultural. Se puede ser una persona culta sin gastar más que un euro en el carné de socio de la red de bibliotecas públicas de Barcelona. Pero en el mundo moderno se asocia cultura con agenda, con novedad, con cartelera, con compra, con coleccionismo. Esos son algunos de los conceptos que derivan en lo esnob.

¿Todo es cultura? O, mejor dicho, ¿qué no es cultura para usted?

Todo es cultura. Es un problema teórico de difícil solución: clasificar la cultura, separarla en ámbitos, caer en la trampa de las jerarquías. Todo es pop, de hecho, porque todo es popular: del pueblo (en una sociedad democrática). La ficción de clase “viajero”, contrapuesta al “turista”, es equivalente a la de “lector culto” respecto a la de “consumidor popular”; la resurrección eterna de un pensamiento aristrocrático. Pero sí que en el siglo XXI podemos ver que algunas manifestaciones y lenguajes están más cerca del folklore (donde también está la idea de “pueblo”, pero cerca de otra idea, la de “sociedad tradicional”) que de la cultura como producción e industria en sintonía con la tecnología de nuestro tiempo. Por ejemplo, los toros, els castellers o los nazarenos podrían ser folklore, pero no cultura, siguiendo ese razonamiento. Pero es una cuestión peliaguda, porque también es muy difícil separar conceptualmente el arte de la artesanía o las artes consolidadas de las emergentes (en periodismo se soluciona, artificialmente, con tres o cuatro secciones: cultura, tendencias, televisión, tecnología…). A mí, en realidad, me interesa casi todo. Eso es lo que Susan Sontag, de hecho, entendía por “escritor”.

¿Sus referentes culturales son literarios, musicales, artísticos, cinematográficos…?

De todo tipo. En la mitología personal que cada uno va construyendo en su cerebro no hay fronteras: los maestros conviven como lo hacen las neuronas y se conectan por ecos, analogías, confluencias, sinopsis.

¿Un autor para releer?

Algún día leeré (siempre hay algo que te falta) cronológicamente a Federico García Lorca y a Julio Cortázar: son autores afines, que rompieron con la distinción entre lenguajes y géneros, que llevaron la música a la literatura; que viajaron y escribieron libros de viaje, en verso o en collage, profundamente originales; que empatizaron con las víctimas del siglo XX. Me interesa ese tipo de lectura, sistemática, de las “obras completas”.

¿Un autor recién descubierto?

Natalia Ginzburg. Interesantísima. He incorporado recientemente Turín a mi propia topografía sentimental.

¿Una película, una obra de teatro o un espectáculo recientemente visto y que no olvidará?

Hace tres años que sigo a Israel Galván. Cada una de sus obras es inolvidable. Como García Lorca, por seguir con las cuestiones que hemos visto, digamos que estudia el folklore y lo traduce al arte contemporáneo de su época.

La creación, ¿un arte, una pasión o un ofició que se puede aprender?

Una mezcla.

¿Todos podemos escribir un libro?

Sí.

¿Todos podemos publicar?

Sí. La democracia nos ha deparado una nueva sorpresa: esta época en que tecnológicamente es posible que todos seamos creadores y públicos, al mismo tiempo.

¿Todos podemos ser artistas?

Eso es más difícil de lograr, sobre todo si se es autocrítico. Pero la historia está llena de ejemplos de obras que sus propios autores desdeñaron y que después consensuamos como geniales, como el Quijote.

El éxito, ¿personal o profesional?

En literatura es imposible el éxito.

El éxito, ¿fama, dinero, reconocimiento o no necesariamente?

Vivimos en una época en que todos producimos discurso: la producción es ilimitada pero el reconocimiento es limitado. No hay reconocimiento para todos.

¿Cuál considera que es su gran logro?

El libro que estoy escribiendo.

¿Cuál es su lema?

No tengo. Ni exlibris. Ni siquiera me hago selfies.

 

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