Becqueriana

BecquerianaBecqueriana

José Ángel Cilleruelo

 

La isla de Siltolá, Sevilla 2015

 

Por Agustín Calvo Galán

 

Limitarse no es renunciar, es conseguir: lo dejó escrito José Bergamín en su libro El cohete y la estrella. Y, ahora, este Becqueriana, del poeta y novelista barcelonés José Ángel Cilleruelo, se nos presenta bajo unas coordenadas cien por cien sin límites: el libro está compuesto por cien textos, y cada uno de ellos está circunscrito a cien palabras, ni una más ni una menos. Una propuesta breve y osada, sin duda, un reto para el autor que concentra su creatividad en expresar más también a través de la forma, a la manera de la poesía.

Estos cien textos breves, de cuyo eco podemos ser además testimonios o lectores en la red, a través del blog que Cilleruelo mantiene abierto bajo el nombre de El visir de abisinia, construyen una miríada de narraciones –delimitada al número cien– que fueron en su inicio los sueños o las somnolencias, según se nos explica en el texto de contraportada, que tuvo el autor al dormirse con una edición antigua de las Rimas de Bécquer entre las manos, un transcurrir hipnótico y repetitivo que tiene en la palabra escrita, en la literatura misma, su juego de espejos referencial al que los lectores nos podemos asomar.

Y es que Cilleruelo abandona en cada nuevo libro el espacio de confort que había conseguido en el anterior: siempre con el ansia de explorar nuevas sendas expresivas. Así, Becqueriana es más que un ejercicio de estilo, de pulido y encaje híbrido entre prosa y poesía, al ser también el contenedor de una estimulante sucesión de historias con mirada indirecta: a veces tomadas desde los detalles que la componen, a veces desde el marco por el que se puede ver una circunstancia; y que nunca caen en el sentimentalismo o en la reminiscencia romántica, como podría suponerse bajo la influencia becqueriana, sino que se desarrollan con emoción sostenida y con mirada benigna –que no inocente– que regenera nuestra capacidad para la sorpresa y nos invita a seguir leyendo:

 

Aprendo. Contigo aprendo a leer los días. (…)

Pág. 92

 

Al fin, Becqueriana es forma, imaginación y metapoesía: el hecho mismo de la escritura poética se desnuda ante nosotros como la manera genuina que tiene el poeta de gozar y amar no solo la palabra estricta (siempre forzosamente limitada al signo) sino de vivirla y ampliarla a todo lo creado.

 

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