Niño Marica, por Óscar Espirita

ilustración Óscar Espirita

NIÑO MARICA

Óscar Espirita

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Ediciones Hidroavión

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Por Ángel Muñoz

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Si ese niño de ojitos de agua

te hubiese podido decir toda la verdad

sé que le hubieras estrechado entre tus brazos

tus brazos siempre tan fuertes, tan fuertes incluso

antes de quebrarse, tan fuertes incluso antes de deshacerse en polvo,

ese niño que creció sobre tus rodillas

que daba vueltas a tu alrededor en su caballo de fantasía

ese niño que luego creció arisco

que tapaba su delicadeza con una larga melena

que se defendía con collares de pinchos

y que más tarde floreció en poemas

quisiera haberte dicho tantas cosas… «

 

La primera vez que tuve entre mis manos Niño Marica, le di la vuelta y encontré en la contraportada este poema, lloré. Lloré en el metro releyéndolo de vuelta a casa, y se me humedecen los ojos repasándolo ahora para escribir esta reseña. Es cierto que en esta emoción tan grande entra en juego el componente autobiográfico, de ver a mis niños, su amor sincero en sus ojos negros, como se sienten protegidos y como me gustaría escucharles siempre, aliviarles y consolarles. El pensar en mi padre muerto, y como le quise y le quiero y cuántas cosas se quedaron en el tintero sin decir. Pero con esto, Óscar Espirita, cumple todos los fundamentos de la poesía, en mi humilde opinión. En primer lugar, cualquier arte debe despertar una emoción profunda, iluminar el espíritu con esos raros y preciosos momentos de éxtasis, ese vello de punta escuchando una canción, esa pérdida de la noción del tiempo delante de una fotografía o un cuadro… ese llanto leyendo un libro, e incluso esa rendida admiración al talento, que en mi caso me suele salir de manera muy futbolística cerrando un libro recién terminado con un “qué hijoputa”, qué bueno es. Y sí, Óscar Espirita es un poeta con mayúsculas, cuyo verso no solo despierta emociones, sino que las traslada, y esa es la verdadera magia de la poesía que, siendo el género literario, probablemente, más personal, no obliga a implicarse al lector, sino que lo sumerge, lo hace espectador de una representación en la que llegará a hacer propias emociones ajenas o identificarse con ellas mediante su propia experiencia.

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Niño Marica es un viaje vital. Un viaje en el que el autor nos permite acompañarle y dar la manita a un niño hipersensible, especial, un niño marica. Sin alardes ni victimismos, nos desnuda sus sentimientos, sus vivencias, sus veranos infantiles, como los de todos nosotros, como todos los que compartimos generación y ciudad. Veranos normales en los que despertábamos al amor como una fresa abierta.

“Sonrisa de sandía le llamaba yo

tenía los labios tan rojos

como un campo de fresas.

Parecían siempre

recién mordidos

tan brillantes como recién lamidos.

Sonrisa de sandía

era un niño como yo.”

 

“¿Ves como no fuimos tan distintos?

el agua hacía con nuestros cuerpos

lo mismo que nos hará el paso del tiempo”

 

Adolescencia de crisálida protegida con collares de pinchos. Atrincherado letargo entre sacos terreros de coraje y bravuconadas impostadas, de preguntas y respuestas escritas en puñetazos.

Recuerdo que antes de que te alejases, solíamos

rodar por los parques, veíamos películas de

tornados y volcanes, grandes catástrofes de

las que siempre salíamos ilesos, cenábamos

san jacobos con kétchup y en los cumpleaños

pizza, era todo tan fácil, cuando nos mirábamos

sin sonrojarnos y nos entraba la risa, cuando

comíamos los helados sin vergüenza.

Era todo tan fácil cuando aún podíamos tocarnos.”

 

“Yo sé que mi presencia te enloquecía, sé que por

dentro te quebrabas al verme llorar, sé que me

escupías por no saber besarme, sé que me pegabas

por no poderme acariciar, tus insultos no eran

más que poesías leídas del revés.”

 

 

 

De conocimiento, aceptación y deseo. De travesía por un oasis, que no desierto, a la sombra protectora de los recios árboles familiares.

“Debieron de hacer un pacto de señoritas

apenas fuera yo un pececillo esperando la luz.

Debieron confabular madre e hija

en el cálido concilio de cama y cuento

para que viviera en un mundo de fantasía.”

 

De amor, de fin del túnel, de camino de espinas de rosas. Para terminar renaciendo a un Final con Vistas.

 

“Un día

encontré una pluma blanca

atravesando mi garganta de lado a lado.

Tiré de ella

y di a luz a un bosque de adelfas

que cubrió mi cuerpo.

Abandonando por fin así,

la sombra del siniestro luto

de la adolescencia.”

 

Niño marica es poesía. Desnuda y deslumbrante. Recuerdos comunes en rincones privados, olores infantiles y almizcles púberes. Sentimientos sutiles como aleteos de libélula. Noches oscuras y amores rotundos bajo cielos naranjas. Es una invitación a recorrer un camino precioso una y cien veces, de la mano del niño y bajo el abrazo del hombre.

Óscar Espirita

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