Antonio Vico, sexta generación de actores, en «Papá Noel es una mierda»

Por Yolanda Moreno

Llega la Navidad. Tiempo de amor, de paz y felicidad. Y por qué no, de risas. Una hora y media de diversión, dejando paso a la reflexión, es lo que podremos vivir con Papá Noel es una mierda. Tras 30 años de éxito en Francia, ahora tenemos la oportunidad de ver el estreno absoluto de su adaptación española en los Teatros del Canal de Madrid, donde permanecerá del 22 de diciembre al 10 de enero, de la mano de Goliardos, lo que supone la vuelta a los escenarios de una de las compañías históricas del teatro independiente español.La comedia más popular e incorrecta del teatro francés actual pone en solfa la Navidad, la familia y la maternidad, entre otras cuestiones. El consagrado actor Antonio Vico es uno de los protagonistas. Descendiente de una larga saga de actores  y con numerosas obras de teatro a sus espaldas (Dinero Negro, No te vistas para cenar y La curva de la felicidad, entre las más recientes), además de sus papeles en cine y series de televisión, nos habla sobre su trayectoria y de Papá Noel es una mierda.

 

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¿Qué vamos a ver sobre el escenario?

Sobre el escenario veremos a siete personajes que no se ven normalmente en el día de Nochevieja, porque estamos con nuestras familias. Pero es gente que existe y que está ahí, son personas un poco olvidadas de la sociedad, y precisamente en estas fechas de las Navidades nosotros pensamos que no existen. Y sobre todo los espectadores que vengan a vernos van a pasar una hora y media muy divertida. Pero a la vez si le das una vuelta a la función y piensas lo que ha pasado, te quedas con muchas cosas que puedes hablar con la gente.

¿Es una adaptación fiel de la comedia francesa?

Sí, lo es. No hay que quitarle nada, porque lo que ocurre en París el día de Nochevieja, puede ocurrir en Madrid en Nochevieja o en Berlín… En cualquier sitio que pises. Esos personajes están en todas partes.

¿Qué nos puedes contar de tu personaje Ramón?

Ramón es el jefe de la oficina de la ONG del Teléfono de la Esperanza. Es un señor casado y se dedica a eso porque su familia es rica, pero como tiene que trabajar en algo es el director de esa ONG. Se trata de un hombre que no tiene ningún problema evidente. Pero esa Nochevieja se le presentan bastantes problemas seguidos, e intenta solucionarlos como puede… No te puedo explicar más, hay que ver la función.

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En total sois siete actores. También está Ángel Facio, fundador de Goliardos.

La verdad es que nunca había trabajado con Goliardos y cuando me llamó Sergio Macías para trabajar en esta función, a mí lo que más me apetecía era estar en el escenario con Ángel Facio. Es un maestro de la dirección. Ángel Facio hizo con Goliardos grandes espectáculos como La boda de los pequeños burgueses, pero cuando yo tuve contacto con él fue cuando hizo La casa de Bernarda Alba que la dirigió en el Teatro Eslava, y luego le vi dirigir La Celestina. A mí me parece un maestro de los pocos que quedan ya en el teatro. Se marchó Miguel Narros, se marchó Marsillach… nos quedan muy poquitos ya. Facio es de los poquitos que nos quedan y hay que cuidarlo.

También se cuenta con la participación del grupo musical L Kan.

Sí, la música que han hecho es muy divertida. No te puedo decir porque no estoy muy metido en esa música, yo soy de la música de los años 70. Pero la canción que han hecho es muy divertida. Es un poco ochentera y está muy bien compuesta.

Llevas en teatro desde los años 70. ¿Qué balance haces y en qué momento te encuentras ahora?

Empecé en el año 73. Yo vengo de una familia que lleva dos siglos metida en esto. El balance que te hago es un balance de subsistencia. Mi familia lleva dos siglos subsistiendo. He estado en teatro, cine y televisión.  Y ahora el teatro no está muy boyante, porque se buscan nuevos modos, como los microteatros, pero tal vez sea esa la solución para salvar al teatro y sobre todo salvar a los actores. En la época en la que yo empecé había 26 teatros comerciales más los nacionales, y ahora me parece que hay 13 o 14 teatros privados nada más y cuatro nacionales. El balance es que creo que hay poco trabajo, y  si el Gobierno no nos baja el 21 % habrá menos.

Dos siglos de interpretación dentro de tu familia son muchos años.

En mi familia soy la sexta generación de hombres actores. De mujeres está mi abuela, que era Carmen Carbonell, y por parte de mi madre mi bisabuelo era poeta de la generación del Modernismo, y mi abuela Lola también era actriz, y mi madre y mi tía… Mi mujer es actriz, pero el que no es actor es mi hijo.

¿La séptima generación no sigue entonces?

No. Mi hijo estudió Comunicación Audiovisual, ha hecho ya varios cortos y está trabajando como realizador y montador. Él quiere dedicarse a la otra parte. Le gusta estar detrás de las cámaras, escribir guiones, dirigirlos… No le gusta ser actor y hace muy bien.

5¿No te gustaría que siguiera la tradición?

Para nada. Nunca.

¿En qué medida te influyó a ti ser descendiente de todas esas generaciones de actores para dedicarte al mundo de la interpretación?

No me influyó mucho. Yo era pequeñito y ya estaba en los teatros, en los rodajes… Un chaval de  5 o 6 años que ve que de pronto entra una persona en un camerino y se disfraza y sale haciendo un personaje que no se ve en la vida, pues eso a un niño le da la sensación de que es un juego muy divertido. Luego te pones a leer, porque yo era muy curioso y leía mucho teatro que caía por casa. Y me fui animando y animando. Pero luego cuando llevas unos años en esto… Yo empecé con 16, pero ya a los 30 me di cuenta de que esto es un oficio. Y como tal oficio tienes que pagar la luz, el agua,  el gas… Con los trabajos que he hecho por lo menos he podido vivir. Pero son muy pocos los elegidos, y los demás hay que pagar como todo el mundo. Te das cuenta de que esto es muy bonito, la vocación la tienes, pero pasa de ser una vocación a ser un oficio.

¿Qué tipo de personajes te gusta interpretar más?

Yo siempre he hecho comedia, porque estuve nueve años con Marsillach clásico y siempre me daba los papeles cómicos, y cuando me daba algún dramático yo lo pasaba fatal. Pero tampoco he tenido nunca una línea de personaje. Yo tengo una cara un poco seria, y siempre doy mejor para la comedia porque nadie se espera que la gente se pueda reír conmigo. La tragicomedia es lo que más me gusta, pero no ningún personaje en especial.

Como Papá Noel es una mierda es una obra navideña, nos gustaría saber si a Antonio Vico le gusta la Navidad.

No, no me gusta nada la Navidad.  Cuando mi hijo era pequeño sí me gustaba, porque era pequeño, por los Reyes, Papá Noel… Y cuando yo era pequeño también recuerdo que me gustaba. En esta época los actores no descansaban, solo descansaban el día de Nochebuena por la noche. Tanto mis abuelos como mis padres, era el único día que cenábamos todos juntos. Pero con el paso de los años vas viendo que en esa mesa en la que éramos 6 o 7, cada cierto tiempo falta uno, y entonces ya no te gusta mucho. De todos los que éramos solo queda mi madre y mi hermana. Yo pienso que estas fiestas son más para los niños y para los muy viejecitos.

¿Qué le pides al año 2016?

No mucho. Tener salud y que todos estemos bien en mi familia. Que nos quedemos tranquilos, como estamos, que mi hijo tenga suerte en la vida y nada más.  No juego a la Lotería así que no pienso que me vaya a tocar.

¿Ni siquiera a la Lotería de Navidad?

En mi casa sí. Mi madre y mi hermana juegan, pero yo no. Prefiero gastarme los 20 euros de un décimo en otra cosa. Me gustan mucho las películas, tengo una colección de películas muy grande, y prefiero comprarme una película, porque yo las compro, no las pirateo.

Papá Noël es una mierda se representa en la Sala Negra de los Teatros del Canal hasta el 10 de enero. Cuenta con un reparto de siete actores compuesto por Emma Ozores, Antonio Vico, Ángel Facio, Rafa Núñez, Diego Pizarro, Alfonso Delgado y Nadia Doménech y está dirigida por Sergio Macías, responsable también de la adaptación.

El texto original corresponde a Josiane Balasko, Marie-Anne Chazel, Christian Clavier, Gérard Jugnot, Thierry Lhermitte y Bruno Moynot y el espectáculo fue estrenado hace treinta años en el teatro parisino Le Splendid.

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