Los libros de la isla desierta: La hierba crece despacio

Por Óscar Hernández Campano.

LA HIERBA CRECE DESPACIO. DIARIOS 1961-2001, Ignacio Carrión. (Ed. EDAF)

La hierba crece despacioQuien más y quien menos ha escrito un diario en algún momento de su vida. Muchos lo iniciamos durante la adolescencia para desahogar amores frustrados o incomprensión familiar. Y la mayoría abandonamos ese hábito por desidia, aburrimiento u olvido. Comenzar a escribir un diario tiene múltiples motivaciones. Una de las más poderosas -que es la que llevó al periodista y escritor Ignacio Carrión (San Sebastián, 1938) a hacerlo- es la terapia. En una fría i freudiana Viena, allá por el año 1961, el joven Nacho sufría en sus carnes las terapias a las que le sometían los médicos para luchar contra su temperamento nervioso. Ninguna parecía ayudar al muchacho. Ninguna hasta que abrió un cuaderno y comenzó a plasmar sus pensamientos, sus impresiones, sus dudas, sus miedos y el mundo que lo rodeaba con detalle de reportero.

A partir de aquel día escribir su diario se convirtió en algo tan importante y vital para Ignacio Carrión como el respirar. Y así, cuaderno tras cuaderno -hasta llegar a un par de cientos en la actualidad-, el autor ha recogido con pluma y tintero la vida de los suyos y del mundo. Su pasión por la literatura lo llevó a abrir una librería -exquisita me dicen quienes la conocieron- en la Valencia de los años 60 y allí además de devorar todo tipo de libros, comenzó a conocer el mundo intelectual de la época. Después estudió periodismo para dar salida a sus ganas de escribir y con suerte y buenos contactos, empezó su andadura profesional. Primero en Blanco y Negro, después en ABC y por último en El País, donde trabajó hasta su jubilación en 2003. Sin embargo Ignacio Carrión no era un periodista de mesa y silla en la redacción. Él sabía que la noticia, que la vida, está más allá de las paredes de la oficina y por eso, durante su extensa carrera periodística, renunció a puestos de alta responsabilidad -director de un diario, incluso- para poder hacer lo que más lo satisfacía: ser corresponsal. Durante las casi mil páginas de La hierba crece despacio, acompañamos a Ignacio por todo el mundo, desde Brasil a Rusia, desde Londres a Mali. De Este a Oeste, de Norte a Sur, Carrión envió sus concretas, claras, afiladas y bellas crónicas a los medios para los que trabajo. Desde sus corresponsalías en Londres, Nueva York y San Francisco, fue testigo de los hechos más importantes del último tercio del siglo XX. Cronista de la Transición desde la distancia, supo intuir y analizar a los principales protagonistas de aquellos años. Por sus páginas desfilan Franco, Suárez, Felipe González, Fraga, Aznar, y montones de actores secundarios, políticos, militares, intelectuales y del mundo empresarial. Pero también conoció a Margaret Theatcher, a Madonna, a Vargas Llosa, a Carmen Balcells, Ansón, Pedro J., Cebrián y cientos de personas más que aparecen en sus páginas con voz propia, con naturalidad y con una fidelidad que convierten este dietario en una joya imprescindible para conocer la realidad política, económica, social y cultural de la España y del mundo desde los años sesenta hasta el tercer milenio.

Además, Carrión nos cuenta -como es lo habitual en un diario- sus pensamientos más íntimos. Su familia -ricos terratenientes por parte de madre y humildes trabajadores por parte de padre- marca irremediablemente el carácter y la manera de ver y enfrentarse al mundo del escritor. Sus miedos, sus complejos y sus deseos nos dibujan a un autor complejo que no se calla nada o casi nada -habida cuenta de que el dietario publica sólo un 15% del total de los diarios del autor-. Aunque tanto Carrión como el editor, certifican que lo que aparece en el tomo lo hace sin censura alguna. De esa forma conoceremos los amores y experiencias íntimas del escritor. Asistiremos a su primer matrimonio, al nacimiento y cría de sus hijos, a los celos, a la crisis de pareja, a su difícil divorcio -¿alguno no lo es?- a su segundo matrimonio con su amor de juventud… Y lo viviremos como si de una novela se tratara, encariñándonos de los personajes -personas reales- que allí aparecen. También acompañaremos al autor en su carrera literaria, desde los inicios, hasta lograr el Premio Nadal en 1995.

En fin, un libro interesantísimo y fácil de leer que nos llevamos con gusto a nuestra isla desierta.

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