‘El octavo día’, de Slawomir Mrozek

Por Octavi Franch.

el-arbol-de-slawomir-mrozekEl octavo día es el decimoctavo cuento del recopilatorio de relatos titulado El árbol del narrador polaco Slawomir Mrozek, fallecido desgraciadamente en 2013.

Creo recordar que descubrí a este escritor cuando un servidor empezaba a estudiar para formarse como escritor. Si no estoy equivocado, uno de mis profesores nos encargó el análisis literario de uno de sus cuentos. A raíz de eso, me convertí en un fanático de Mrozek y compré el resto de sus libros, la mayoría de relatos. Su humor ácido, inteligente y social me cautivó desde el primer párrafo, además de su atemporalidad que lo convierte en un clásico de final del siglo XX. Para mí sólo hay otro relatista con su talento: el también desaparecido Jesús Moncada.

En este artículo, vamos a destripar uno de sus cuentos más conocidos: El octavo día. El hecho de que la mayoría de sus relatos sean tan cortos (menos de 5 páginas) ya es de por sí un éxito y un gozo, porque cuesta muchísimo encontrar a autores contemporáneos que escriban y publiquen este tipo de historias breves, que es lo que el lector desea encontrar cuando decide leer el libro en cuestión.

El octavo día está escrito en primera persona y en pasado, aunque cuando se acerca el clímax pasa a presente. En el planteamiento, el narrador y protagonista nos presenta una reflexión pseudofilosófica en la que nos plantea la disyuntiva de que Dios no es tan bueno como lo pinta la mayoría, en una clara apuesta por la laicidad (por lo menos) de su obra en general y este cuento en concreto. Este personaje nos habla como portavoz de toda la raza humana, con lo que la complicidad con el lector es directa desde la primera palabra. En este caso, el conflicto aparece por acumulación y repetición, ya que la Persona lo que va llevando a cabo es una correspondencia con Dios (¿?) donde le va solicitando primero, reclamando después para acabar exigiendo e incluso informando unilateralmente del hecho de que la semana tiene demasiados días laborales. Además, el autor va intercalando sus reflexiones para justificar las peticiones del protagonista incluyendo citas de los grandes filósofos de todos los tiempos, como son Pascal, Gorki, Camus y, claro está, Nietzsche.

A medida que el conflicto va avanzando, nos aparece un segundo conflicto ya que el lector, a partir del segundo día laboral eliminado del calendario, se pregunta qué pasará cuando Dios (¿?) tácitamente y en silencio otorgue que ya no exista ningún día en el que se pueda trabajar de la semana. Y ahí es donde Mrozek nos azota con su talento y magia literaria, resolviéndolo con una radicalidad extrema por parte del Homo Sapiens protagonista del cuento, el cual lleva a cabo un viaje a la inversa, desde la reflexión pseudoreligiosa hasta el retorno a la caverna, en que la violencia gratuita provoca el retroceso de la raza humana a sus orígenes más profundos y execrables.

En definitiva, una brillantísima crítica social sobre la hipocresía y la volatilidad de los valores humanos.

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