«Panorama des del Pont», interpretación a la altura de una obra de culto

Por Abel Farre

 

El Teatre Romea de Barcelona nos presenta hasta el próximo 10 de abril Panorama des del Pont, una de las obras más importantes del influyente dramaturgo del siglo XX, Arthur Miller.

 

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La importancia de la obra radica en que nos hace plantearnos temas tan humanos como son las pasiones, los celos, las obsesiones y cómo las mismas irrumpen en el honor y la ley por culpa de —o gracias a— la existencia de los amores imposibles. Todo ello bajo el trasfondo de la situación social de unos Estados Unidos que se muestra con una cierta inestabilidad, tras los cambios que supone una inmigración masiva de la vieja Europa, posterior a la Segunda Guerra Mundial.

En este caso es el director francés Georges Lavaudant quien toma las riendas para llevar a escena esta pieza de culto que en su día ya fue llevada al cine bajo la dirección de SidneyLumet y que incluso fue adaptada para ópera en 1999 por el compositor William Bolcom.

Para ello se sirve de Eduard Fernández, uno de los actores más representativos de las artes escénicas de nuestro país, quien se sumerge en el personaje de Eddie Carbone; un estibador italiano que ha luchado en los últimos años en una ardua Nueva York, para sacar adelante a su familia.

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Una familia formada por su mujer Beatrice interpretada por Mercè Pons y su sobrina Catherine interpretada por Marina Salas. Beatrice, una mujer sumisa a un amor tradicional en donde las alegrías son transmitidas en cuentagotas. Catherine, una guapa sobrina que se encuentra en la flor de la vida y que con ganas de experimentar sin miedo al fracaso, lucha para abrir sus alas y comerse ese mundo que la está esperando. Pero esas mismas alas se encuentran acorazadas por los brazos de su tío Eddie, quien al ver tal vitalidad lucha por recuperar esa ansia que tal vez vio perdida por degaste amoroso con su propia mujer.

Eduard Fernández transmite todos los matices de sus emociones, ya no sólo gracias a la fuerza del incuestionable texto de Miller, sino gracias a una puesta en escena impecable; cada uno de aquellos pensamientos en los que un ser humano se topa cuando no se ve realizado con la relación sentimental que le acompaña, y cómo todo ello desemboca en una serie de obsesiones y deseos que le llegan a cuestionarse el hecho de romper con el honor de su propia palabra.

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Y es todo esto lo que nos lleva a que estemos dos horas sentados en la butaca y que el tiempo pase sin darnos cuenta. El hecho de llevar a escena una interpretación tan real de la vida misma, a pesar de que la misma esté ambientada en los años 50.

Pero no sólo es gracias al papel de Eduard Fernández, sino que la misma Catherine (Marina Salas) nos hace sentir la vitalidad de cualquier joven de no más de veinte años en primera persona, al momento que sentimos los alardes de sumisión de su esposa Beatrice (Mercè Pons).

Pero cabe destacar también el papel de quien juega como narrador de la historia, al momento que se personifica como el abogado del bien y del mal, como es el caso del personaje de Alfieri, hábilmente representado por Jordi Martínez, quien con fuerza hace logra que cada una de sus frases caigan como rotundas verdades del por qué de las conductas humanas.

En cuanto a los detonantes de la historia hace falta fijar la mirada en los dos otros principales personajes, Rodolfo representado por Marcel Borràs y Marco representado por Pep Ambròs.

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Rodolfo y Marco son los primos que escapan de la miseria de Italia en búsqueda del sueño americano. Por una parte, Marcel Borràs nos hace sentir la jovialidad de quien se encuentra como pez en el agua en una sociedad que le da la oportunidad de conocer la música, el arte…; una sociedad que le da la oportunidad de sentirse realizado con cada uno de sus movimientos. A pesar de estar en un panorama rudo como es el del gremio para el cual trabaja, él con sonrisa en boca baila, canta y lo más importante, enamora a la niñita de los ojos de Eddie, esa sobrina que se situó siempre en un pedestal.

Por otro lado, Pep Ambrós nos presenta la otra cara de la moneda; el personaje fuerte que con el honor por delante típico de familia italiana, se rige como condición principal de vida. El trabajo y la defensa de los suyos son sus principales baluartes y con ello acaba jugando un papel importante en el desenlace de la obra.

Sin destapar el final de esta historia de amor tan realista como cruel, cabe destacar cada uno de los detalles de la producción, en torno a la escenografía de Jean-Pierre Vergier, y la iluminación, cuyo diseño es del propio Georges Lavaudant.

Con lo cual no nos queda apenas espacio para encontrar aspectos a mejorar, aunque tal vez teniendo en cuenta el timing en el que se desarrolla el grosor de la obra, si que es cierto que el desenlace final es tal vez un poco fugaz. Quizás es por el propio hecho que los personajes nos hacen que nos encontremos tan inmersos en la obra, que al final de la misma parece como si las últimas escenas pasaran a un ritmo demasiado rápido y cuando es momento de abrir las luces y aplaudir insaciablemente, uno se queda con la idea de que tal vez unos minutos más nos hubieran satisfecho.

Unos minutos más hubieran acabado de cerrar el círculo con la misma intensidad con la que poco a poco nos fue presentado desde el principio de la obra.

 

p_052_t_panorama_d1_116ePanorama des del Pont

Teatre Romea – Del 4 de marzo al 10 de abril

Autor: Arthur Miller

Adaptación: Joan Sellent

Director: Georges Lavaudant

Intérpretes:

Eduard Fernández: Eddie

Jordi Martínez: Alfieri9n

Mercè Pons: Beatrice

Marina Salas: Catherine

Marcel Borràs: Rodolfo

Pep Ambròs: Marco

Rafa Cruz: Toni Berelly, Louis, oficial

Sergi Vallès: Mike

Fotografías: David Ruano

Espectáculo en catalán.

 

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