“Hombres desesperados” en un suculento show a carcajada batiente

Por Horacio Otheguy Riveira

Dicen los que saben que 1 minuto riendo a carcajada batiente equivale a 20 minutos de footing, y lo demás son tonterías. Ante estos Hombres desesperados, nada menos que 90 minutos riendo sin parar.

 

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Curiosamente, esta función escrita por tres autores franceses (Jérôme Daran, Alexis Macquart y Stéphane Muracciole), forma parte de un fenómeno sociológico que comenzó en París hace varios años. Una eclosión de hombres y mujeres —revueltos o por separado— que se ríen de sí mismos de manera implacable; un despojamiento absoluto exhibiendo taras y dificultades de diversos estigmas psicológicos y sexuales.

Obras desprejuiciadas en las que los intérpretes/personajes divierten divirtiéndose ellos mismos, exhibiendo sus debilidades hasta hace poco tiempo más resguardados en público.

Todo empezó con el increíble éxito internacional de Toc Toc, de Laurent Baffie (siete temporadas sólo en Madrid), donde se parodian trastornos neuróticos con los que medio mundo se identifica por arriba o por abajo.

Luego siguió Papá Noel es una mierda, fruto de un texto de varios autores, añadiendo un humor negro abrasador; más tarde El clan de las divorciadas, con el propio autor interpretando a una de las tres mujeres, fémina con exceso de testosterona.

Por parte española, la serie de cuatro espectáculos bajo el título genérico de Sofocos, en la actualidad Sofocos Plus, es un ejemplo rotundo de que dentro del humor popular —y bajo la generosa bravura de la farsa como género— toda burla es poca cuando se juega con ingenio y talento.

Todos estos antecedentes permiten la llegada triunfal de estos Hombres desesperados, que lo hacen llegan con un toque de excelencia humorística indudable.

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Bajo una estructura de comedia bastante elemental con protagonista en crisis sentimental y dos amigos, a cual más patético, se desarrollan tres brillantes monólogos traducidos, adaptados y dirigidos por un gran especialista en el género, Edu Pericas (Confesiones de mujeres de 30; Tuppersex), quien logra que los tres únicos actores den el pego con una notable soltura: tres para tres que se lucen sin competir, cada uno con un estilo claramente definido, y con capacidad de integrarse en el argumentos general y destacar en su propio perfil: Juanjo Pardo como el galán al que abandona su chica, segura de que se aliará con el “flacucho estúpido” de Esteban (Antonio Gómez), y el “cretino misógino” de Alex (Óscar Oliver), pero lo cierto es que todos y cada uno resultan un dechado de torpezas masculinas tan hilarantes que en el patio de butacas se mezclan alegremente las risas de las mujeres y de los hombres, en un ejercicio sanísimo de risoterapia lanzada a un ruedo hoy en día muy eficaz: cuanto más logremos reírnos de nosotros mismos, mejor sabremos valorar lo bueno que podamos tener; o no, porque como dice Alex: “Nunca le digas a una mujer que la quieres, para nada, es algo peligrosísimo. Yo llevo diez años casado y no lo dije nunca”.

Sin tacos, sin pasarse de rosca, bordando el arte de la baja autoestima y salir tan orondo, bien lejos de los libros de autoayuda, pues después de todo: “Para qué vamos a engañarnos, si es que yo no doy placer, más bien doy pesar”.

Un juego constante de idas y venidas con un texto bien nutrido de hallazgos que depende de sus tres óptimos intérpretes para que no haya un minuto de descanso, y de comienzo a fin dé resultado el footing de la buena risa.

 Nuevo Teatro Alcalá, Madrid.

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