Desterro, de Manuel Barea

Por Marta Marne de Leer sin prisa.

Cb1b2BGWEAE0EVlDesterro crece en mitad del desierto de Lixeira. Lixeira en portugués significa basurero, vertedero. Una curiosa casualidad teniendo en cuenta que el título de la primera novela de Barea se titulaba precisamente así, Vertedero. Desterro es una localidad que ha crecido en un lugar indeterminado del mapa, una ciudad que a pesar de todos los intentos urbanísticos es un fin de trayecto. Aunque es cruzada por dos autovías de tres carriles cada una, nadie pasa por Desterro. Por Desterro no pasas, a Desterro vas.

Y generalmente todo el que va a Desterro se queda en Desterro. Cuando terminas allí es porque huyes de algo o hacia algo, en busca de una nueva realidad, de una nueva identidad. Tanto es así que puedes llegar a ocupar el puesto de otro que estuvo allí antes que tú, y adoptar su papel e incluso su nombre y su casa.

Por ello, cuando una mañana un coche con dos ocupantes se detiene ante la entrada del pueblo todos saben que esos dos hombres no están allí por una mera coincidencia. Se detienen en el bar de Telma, para averiguar quién está allí al mando y para saber dónde pueden repostar el coche. Han llegado al lugar buscando a alguien muy concreto para una tarea muy específica: matar a la hija de alguien a quien quieren joder. Y precisamente por eso no quieren matarle a él, sino a su niñita adorada y querida. Para joderle.

Un día cualquiera en Desterro es un día tranquilo, un día en el que tarde o temprano se oye un disparo en el bosque y los cuervos remontan el vuelo. Por ello, Desterro es un lugar, pero también es una condición, un estado de ánimo, una forma de vida sin más ley que la del sheriff del pueblo. Lo que pasa en Desterro, se queda en Desterro.

Con una clara ambientación de western, Desterro es la historia de una villa, de una venganza, de unos fugitivos, porque allí todos huyen de algo. Tendremos al sheriff, a la chica del bar, al matón del pueblo e incluso al tonto. Una base estereotipada para desarrollar una acción que no lo es tanto. Y sobre todo, no lo es el modo en el que Barea camina por Desterro.

A medida que avanza la trama, será cada vez más común que el inicio de un capítulo sea el resultado final de lo que nos quiere contar en él, y que frase tras frase desande ese camino para posicionarnos en el momento desencadenante de ese desenlace. Es uno de los recursos que personalmente más me sorprendieron en Vertedero y que Barea vuelve a utilizar con maestría.

Otro de sus puntos fuertes es la perfilación de personajes, cómo es capaz de tomar un arquetipo estereotipado y retorcerlo hasta exprimir de su interior todo lo que tenía oculto. Y cómo los personajes secundarios terminan comiéndose a los protagonistas, haciendo que el lector no sepa quién está al mando de todo esto.

Telma nunca ha pensado que fuera a ser capaz de romper otra botella. No ha tenido necesidad. Así que se sorprende de volver a hacerlo. En su nueva vida, en Desterro. Antes creía que allí no habría sitio para el pasado. Para la violencia del pasado. Ni siquiera con Ray LaBlum. Pero un hijo de puta es un hijo de puta. En cualquier lugar. En cualquier tiempo. Y lo que Telma puede hacer con ellos tampoco varía. Ni se olvida. Es como montar en bici. Como ver a uno de ellos comprando tequila en una licorería. Noche tras noche. Conocerlo. Tener un encontronazo. Dos, tres. Este no ha sido el primero. No será el último. Porque Telma diría que los atrae. Igual que acto seguido los repele.

Por lo tanto, ya sabéis que tenéis ir a Desterro a propósito, porque no es probable que os topéis con esta villa por simple casualidad. Debéis forzar al destino y tomar ese camino polvoriento, ese asfalto carcomido, y dejar que os muestre todo lo que puede ofreceros.

One thought on “Desterro, de Manuel Barea

  • el 16 marzo, 2016 a las 12:08 am
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    No conocía este libro. Y me ha llamado mucho la atención. Creo que podría gustarme.
    Besotes!!!

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