La hospitalidad de la intemperie

La hospitalidad de la intemperie

Javier Cristóbal

82 páginas

Amargord, 2015

ISBN; 978-84-944863-3-3

Por Alberto García-Teresa

javier cristobal autor

Una propuesta de poesía rabiosa, de ansia vitalista, llena de intensidad y agresividad es la que enuncia Javier Cristóbal (Madrid, 1973): «La poesía tiene que traer sangre en la boca». Sin embargo, este propósito no se corresponde con la totalidad del contenido de La hospitalidad de la intemperie, el cual está formado, sobre todo, por poemas hiperbreves y que recoge poemas con esa línea y otros muchos que no responden a ella.

javier cristobal cubiertaPor un parte, muchos de los textos son poéticas o bien piezas de autoafirmación en su planteamiento estético y vital (dichas composiciones están ubicadas, especialmente, al comienzo del libro). Cristóbal enuncia un abordaje abiertamente antiautoritario, de oposición, que revelan una actitud indócil y rebelde. Al respecto, señala claramente al enemigo, al que interpela (como en “G-20”: «contra todos vosotros / vivo»). El autor alienta a la insurrección, dirigiéndose directamente al «vosotros», contemplando con estupefacción, a veces, la claudicación: «¿Cómo os han inoculado la obediencia?». En ese registro, los versos de Javier Cristóbal responden a una poesía vigorosa. De todas maneras, también sabe acercarse a esa exaltación de la insumisión con una mirada más sosegada:

«Madrid en pleno abril / las calles empapadas / de lluvia pegajosa y de lirismo / Una niña y su paraguas a la caza / de charcos en que hundir sus botas rojas / La madre disgustada, “cuántas veces / te tengo que decir que te estés quieta, Aquí, dame la mano, date prisa” / Después me he imaginado que era un signo, / un signo interrogante entrometido / que interpelaba a tantísima derrota».

En contraste, otra serie de piezas se encuadran dentro de un registro intimista y existencial. En ellas, resalta el choque de su ímpetu con la falta de vitalidad de una cotidianeidad apagada, monótona y aburrida, que se ha consolidado a base de concesiones realizadas por el entorno (como ese barrio donde han cerrado todos los garitos changos y donde ahora «la zona está repleta / de bares de diseño y locales de moda»). Asimismo, también aparece el amor y la amistad y la complicidad en una misma filosofía de vida.

Para terminar, hay que resaltar el excelente y original texto escrito por David Benedicte que, a modo de prólogo, abre el volumen. En su línea más corrosiva, se trata de una pieza de ficción donde pululan, ridiculizándose, todo tipo de escritores y políticos para resaltar la violencia de Cristóbal.

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