Los libros de la isla desierta: Fiasco

Por Óscar Hernández Campano.

FIASCO. Imre Kertész. (Acantilado)

FiascoEsta novela, juego de muñecas rusas en un texto anti-estalinista, es la segunda obra de la trilogía dedicada a la ausencia de destino y que el autor húngaro comenzó en 1975 con Sin destino, siguió con el texto que nos ocupa, Fiasco, en 1988, y culminó con Kaddish por el hijo no nacido en 1990.

Imre Kertész nació en Hungría en 1929 y murió en el mismo país en marzo de 2016 a los 86 años. Recibió el Nobel de literatura en 2002 como colofón a los premios que a partir de los años 90 reconocieron su valía en las letras y su sensibilidad descriptiva, analítica, irónica y compleja. Con anterioridad, debido a la censura imperante en su país, según su propio lamento, Kertész no logró ser reconocido como gran narrador. Sólo cuando los editores alemanes ofrecieron su obra sin cortapisas, el mundo reconoció al escritor de Budapest.

Fiasco puede ser leída sin conocer las otras obras de la trilogía. Lo que las une es el tema, no la trama. En esta novela, con una curiosa construcción, asistimos a la cotidianidad de un viejo escritor que vive en un minúsculo apartamento y que sólo consiguió cierto éxito escribiendo comedias intrascendentes. Sin embargo, su obra íntima, aquello que en realidad necesita expresar, sus recuerdos en un campo de concentración (hecho autobiográfico) no logra el respaldo de la industria editorial, que cuestiona la altura moral de su protagonista. Su deseo de escribir es, empero, más fuerte que sus necesidades económicas y tras darle muchas vueltas comienza la escritura de Fiasco, la novela que da título al libro de Kertész. Así, más de 100 páginas después, nos encontramos con la novela Fiasco y dejamos atrás al viejo escritor sin nombre y repleto de acotaciones y anotaciones entre paréntesis que recuerdan a las instrucciones de una obra de teatro.

El protagonista de esa novela dentro de la novela se llama Köves. Los avatares a los que se enfrenta este hombre, periodista que acaba de regresar del extranjero, recuerdan a partes iguales a la biografía del propio autor, Imre Kerstéz, y las desventuras de los personajes de El castillo y de El proceso, de Kafka, autor admirado en extremo por el escritor húngaro. La letra K está presente de manera obsesiva. ¿Es Köves un trasunto de los K de las novelas de pesadilla de Kafka? ¿O es, quizá, el propio Kerstész convertido en personaje de ficción?

Sea como fuere, Köves vive una realidad brumosa, onírica a veces, en una ciudad de un país que se entiende dictatorial donde la prensa tiene un papel propagandístico y los bomberos son una especie de élite. Pinceladas estas que nos recuerdan a las distopías de Orwell en 1984 o al mundo de Ray Bradbury en Farenheit 451. Y todo con una pátina cuasi-daliniana o cuasi-buñueliana que hace que la vida de Köves se nos antoje de todo menos envidiable.

Los personajes secundarios que entran y salen de la vida de Köves a veces como si fueran fantasmas a los que nadie más parece haber visto, tienen en su mayoría un lugar de encuentro en un bar/cafetería/club con un nombre de lo más sugerente que además choca con la atmósfera irrespirable y desconcertante que rodea a Köves. Se trata del Mares del sur, un antro que el lector se imagina como un club clandestino donde el ambiente denso, cargado de humo y de voces de hombres y mujeres mezcladas con las melodías de los músicos, nos aísla de la realidad opresora del exterior y nos transporta a un local del cine negro de los años 40. En el Mares del sur Köves se refugia, se libera y comienza a reconocerse como escritor. Y ese será el destino que asumirá, el de ser escritor. El camino que elige y que marcará el resto de su existencia. Y con esa decisión llegará el fiasco, como lo fue también en el caso del viejo que escribe la historia de Köves y como en parte lo fue en la vida de escritor del propio Kerstész. Hasta que el destino cambia y todo mejora. ¿Será ese el futuro de Köves? Tendrá el lector que adentrarse en esta obra magnífica del Nobel húngaro para averiguarlo.

Nosotros nos llevamos Fiasco, de Imre Kérstész, a nuestra isla desierta que quién sabe si está en algún recóndito lugar de los mares del sur.

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