Inma Mira en «Evita», dirigida por Jaime Azpilicueta: una revelación

Por Horacio Otheguy Riveira

 

evita-inma-mira-2La actriz alicantina Inma Mira pasó por Madrid hace tiempo con una jubilosa versión de un gran musical en pequeño formato: Te quiero, ya te cambiaré… Ahora, con su amplia formación musical y danzística asume el difícil papel de Evita de la mano de un gran director como Jaime Azpilicueta: la unión hace la fuerza, e Inma despliega un singular talento para encajar las vicisitudes musicales que justifican el éxito mundial de esta obra, y logra convencer en los pormenores del personaje, extraordinariamente alejado de los hechos reales.

Evita, de Tim Rice y música de Andrew Lloyd Webber estrenado en 1978, se ha convertido en un fenómeno de lo que entonces se llamó ópera rock (se canta todo el tiempo como en una ópera, y musicalmente está construida sobre géneros muy diversos). Un fenómeno sociomusical que llegó al cine en una buena versión con Madonna y Antonio Banderas. Se ha estrenado en todo el mundo, y el propio Azpilicueta lo montó en Madrid en 1981 con Paloma San Basilio/Mia Patterson y Patxi Andion/Pablo Abraira.

El único país que la ha rechazado, y que sólo ha montado otros musicales con Eva Perón de protagonista, fue Argentina. Cuando se intentó con la producción de Paloma San Basilio tuvieron amenazas de incendiar el teatro. Por el contrario, Nacha Guevara estrenó una versión muy aplaudida que representó en dos ocasiones, la segunda con 68 años, 22 años después de la primera.

Se entiende tanta pasión en un país donde mayoritariamente Evita es considerada una diosa intocable que murió de cáncer con sólo 33 años.

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Desde el punto de vista ideológico —y como testimonial histórico— se trata de una obra de una pobreza extrema, pues convierte al personaje en una chica pobre que medra de cama en cama de famosos hasta dar con el coronel Perón y seducirle para luego ayudarle a conquistar el poder y llegar a la presidencia como general (la escena de los militares «robándose» la silla es de vergüenza ajena), para más tarde conquistar a las masas con regalías y otras limosnas como una líder del más bajo populismo. Eso sí, en la recta final, al enfermar, los autores se apiadan, componen la canción No llores por mí Argentina y se acercan al personaje real en un final donde se asegura que su cadáver desapareció durante 17 años. Fin de la función.

Lo que no se dice es que la desaparición del cadáver se produjo por orden de los integrantes de la junta militar que dio un golpe de estado al gobierno de Perón elegido en las urnas. Esta autotitulada Revolución Libertadora robó el cadáver embalsamado de Evita para evitar que fuera enterrado en Argentina y que la multitud le rindiera un tributo cotidiano, capaz de generar un imparable levantamiento. Si durante todo ese tiempo fue desconocido el paradero de quien levantara tantas pasiones, el propio partido peronista fue proscrito durante otro tanto; se producían nuevas elecciones, pero en ningún caso con participación del peronismo.

Estos datos sucintos puede valer como base de que estamos ante el personaje femenino más apasionante de la historia de la política mundial, ya que en su sorprendente juventud consiguió liderar un movimiento social con muchas influencias del fascismo de Mussolini de su primera etapa. Tras la sombra del general Perón, Evita impulsó la ley de sufragio femenino (las mujeres nunca habían votado), así como otras leyes por la igualdad hombre-mujer, propiciando ayudas a la educación pública, en un contexto en el que los derechos de los trabajadores empezaban a ajustarse por vez primera, desde el límite de 8 horas de trabajo hasta el derecho a la jubilación. Es verdad que todo esto, tan importante, y conquistado con el voto de amplias mayorías, degeneró en una dictadura que aplastaba cualquier conato de rebelión entre propios y ajenos. La Revolución Libertadora acabó con esto, y generó una dictadura aún mayor, pero adhiriéndose a los intereses más conservadores de una extrema derecha que detestaba profundamente «a los bárbaros del peronismo y a esa puta de Evita».

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En síntesis, quien quiera regocijarse con la partitura y las voces de este musical, debe saber que el personaje en que se basa (para este cronista tan fascinante como irritante, y en muchos aspectos revolucionario y contrarrevolucionario al mismo tiempo) es mucho más interesante.

Ahora esta producción del Cabildo de Tenerife, a través del Auditorio de Tenerife, gracias a un acuerdo con Really Useful Group, se propone una nueva gira mundial con el mismo responsable de la puesta en escena. Con buena dirección musical, buenos músicos en directo y en general eficaz nivel de producción en trajes y coreografías, se han añadido secuencias cinematográficas del Buenos Aires de la época. Sin embargo, la pobreza documental de la obra original se pudo haber saneado considerablemente con imágenes reales del impresionante movimiento en las calles ante la presencia y agonía de Evita y luego en torno a su cadáver, lo que hubiera dado una idea más precisa de la influencia social de una mujer que sólo actuó como líder político durante 7 años. Cualquiera de estas sobrecogedoras imágenes se encuentra en youtube, como por ejemplo este documental de 8,25′. Del mismo modo para el espectador/lector inquieto, Wikipedia tiene una biografía muy completa.

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Los aciertos de esta representación —que estará en Madrid hasta el 28 de octubre— se concentran en el segundo acto, desde un final de primero estupendo, con un cambio de vestuario rápido y sorprendente confección, que dará pie a una sucesión de cuadros más brillantes y mejor adaptados a las necesidades de un elenco de más de 30 artistas. Hasta lograr emocionar con la intimidad muy bien iluminada de Evita moribunda.

Si Inma Mira se revela con gran talento asumiendo una manera de interpretar al personaje que en nada se parece a lo ya conocido (Madonna, San Basilio, Mia Patterson), el popular cantante canario Jadel compone un Che Guevara demasiado pop, como recién salido de la peluquería, más preocupado por su aspecto físico que por la garra de un personaje creado como aguerrido contrapunto frente a la joven diva.

Ignasi Vidal es un Perón hierático, como mandan los baremos del texto, pero con una voz rotunda, diáfana, en la que no cuesta adivinar el poder de seducción de un líder que llegó a ser admirado incluso por sus adversarios políticos.

En breves participaciones destaca Argel Campos como Agustín Magaldi, un cantante de tangos que tuvo enorme popularidad en los años 30, y Miriam Reyes con una sola escena conmovedora en la que canta «Y ahora qué», en la calle, como la amante de Perón desplazada por Evita.

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Letra: Tim Rice

Música: Andrew Lloyd Webber

Dirección: Jaime Azpilicueta

Director musical: Julio Awad

Coreógrafo: Ezequiel Dibelo

Escenógrafo y atrecista: Carlos Sáenz

Diseño de luces: Miguel Ponce

Nuevo Teatro Alcalá. Del 15 de septiembre al 23 de octubre de 2016.

 

 

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