Con un «Páncreas» a vueltas, gran fiesta de humor negro

Por Horacio Otheguy Riveira

Tres locos de atar tras las huellas de los Hermanos Marx, pero con estilo propio, tan inconfundible como aquellos geniales cómicos de variedades. Todo se traduce en un festín de curiosidades que se suman para lograr uno de los mayores éxitos de los últimos años, a contracorriente de todo lo imaginable: humor negro negrísimo en el que bailan el agua a la muerte con un desparpajo propio de un cabaret, pero los tres actores debutan en el género, son intérpretes de amplio espectro (y esto no es guasa) a quienes nunca les vimos corretear con esta holgura, este divertirse divirtiendo, mientras enjugan sus lágrimas de cocodrilo rindiendo homenaje a un espléndido teatro difícil de encuadrar: grande y punto. Se acabó, corramos un estúpido velo o un tupido telón (el del Amaya es maravilloso), y dejemos que nos invada el entusiasmo por el que estos tres tipos consiguen mofarse de todo lo que nos aflige (enfermedades, amoríos contrapuestos, traiciones con cuernos incluidos, dominio de jefes malditos, miserias morales y económicas…), pero todo en clave de juerga maliciosa, cínica y a la vez sumamente generosa.

 

 

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Me cuentan que la veterana productora de teatro Concha Busto puso el ojo en este texto en cuanto lo leyó. Y eso que no quería volver a montar nada, harta de los desastres del IVA y otras barbaries de la presunta cultura oficial. Pero allí fue, y vaya ojo de la sabia dama del teatro. La cosa se estrenó en la pequeña del Valle Inclán, donde hubo varias obras maestras en breve temporada que luego no recorrieron país, muriendo en el empeño por H o por B. Pero Páncreas siguió adelante, hace ya más de un año. Enfermó uno de sus actores y llegó presto a salvar al equipo José Pedro Carrión (ya incomparable a finales de los 80 en la gran farsa de Molière: Los enredos de Scapin), entusiasta a más no poder en poco tiempo se hizo cargo del aspirante a suicida que sí pero que no, que tal vez, pero qué me dices; a su lado, Fernando Cayo es un histrión fabuloso, como si toda su vida no hubiera hecho otra cosa que vodeviles de los de corre-que-te-pillo, en este caso el cardiaco más falso que cualquier campaña del PP, y Alfonso Lara el más contenido de los tres, cuya dramedia va dando tumbos como la hojarasca de un hombre triste que monta el no-va-más de dar pena-penita-pena, precisamente para salvar el pellejo en el trabajo…

Paul: Javilo estaba muy enfermo. Sufría ya de partida

una diabetes aguda, que se le agravó al final

por una pancreatitis de diagnóstico fatal.

Los médicos no le daban mucha esperanza de vida.

 

Jonan: Su futuro dependía  de un golpe de buena suerte.

Necesitaba un trasplante de páncreas sin más espera,
si no el fin estaba cerca: al principio la ceguera,

más tarde inmovilidad, y finalmente la muerte.

 

Javilo: Donantes de páncreas hay, desgraciadamente, pocos.

Como pasa con las madres, páncreas no hay más que uno.

En el caso del riñón no existe problema alguno,

tenemos dos y podemos donar todos como locos.

Es tan fácil como aquel que teniendo dos millones

decide dar a los pobres la mitad, o sea un millón…

Bien pensado no es tan fácil eso de dar un riñón,

mas los de páncreas tenemos incluso menos opciones.

 

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La vi cuando se estrenó y me entusiasmó. La vuelvo a ver casi un año después y me tiene loco de contento. Parafraseando a Josema Yuste en su segunda versión de La cena de los idiotas: «Es lo mismo, pero no es igual». En este caso, para el espectador entregado, repetir es empezar: se descubren nuevos matices, rincones formidables, e incluso se sigue con mayor interés la aventura de estos tres amigos que vienen a contarnos la verdad de un suceso sobre el que los medios de comunicación forzaron sus tradicionales embustes.

Ellos traen la verdad como pastores de una secta de tres para tres, tan enrevesada y tan negra que una sala grande como la del Amaya se puebla de felices carcajadas y además, para sorpresa de este cronista que de piedra se quedó, ¡los novios saludan en el atrio! Increíble, como los Tricicle (pioneros en este juego) los tres actores posan a la salida para hacerse fotos con el público de primera y de tercera edad: nadie se lo quiere perder y los señores del bombín felices, creadores de una aventura que no tiene altibajos, que va y viene con las firmes habilidades de profesionales rigurosos y a la vez juguetones artistas que se suben día a día a una montaña rusa de imprevisibles consecuencias. Y es que es así: por mucho que se conozca e incluso se haya leído la función, Páncreas tiene el poderío de un debut constante donde se logra la perfección de una mezcla explosiva: la risa demencial de lo que más nos afecta y la excitante necesidad de hacerle cosquillas a los dramas para vencerlos mejor.

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Los actores fotografiados junto a una entusiasta espectadora.

[Todo resulta tan brillante que hasta en el diseño del programa de mano han innovado: digno de coleccionistas, un tríptico ingenioso y elegante en el que los actores hablan de sí mismos con el corazón en la mano y a su vez mucha simpatía].

Páncreas

Tragicomedia de vida y muerte 14708042_458922754282873_479060450174779422_o

o cómo juega a veces la suerte.

Autor: Patxo Telleria

Director: Juan Carlos Rubio

Escenografía: José Luis Raymond

Iluminación: José Luis Guerra

Vestuario: María Luisa Engel

Música original y espacio sonoro: Miguel Linares

PRORROGADO HASTA EL 15 DE ENERO 2017.

 

 

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