Algunas desintoxicaciones no literarias

Por Sonia Rico.

toxucaNo es una sorpresa que muchos escritores han caído en el alcohol y o han abusado de las drogas, por unos u otros motivos. La literatura está llena de ejemplos, y la imagen del escritor atormentado está envuelta de esos vicios insanos, hasta el punto que nos es familiar relacionarlos con el uso y abuso de ciertas sustancias.

En el último año he conocido dos joyas literarias relacionadas con las consecuencias de adicciones, y que en su momento levantaron ampollas. Se trata de dos “desintoxicaciones”, una masculina y otra femenina (sí, las mujeres también), dos libros ilustrados que nos sumergen en una mirada totalmente diferente: Jean Cocteau y Françoise Sagan.

Lo de Cocteau en “Opio: diario de una desintoxicación” es casi una confesión, escrita entre 1928 y 1929, en una de sus convalecencias en un sanatorio, durante el proceso de desintoxicación por su adicción al opio que sufrió después de la muerte de su compañero Raymond Radiguet. Nos deja un genial testimonio de este viaje tan dramático como personal. “Todo lo que se hace en la vida, mismo el amor, se hace en el tren expreso que se dirige hacia la muerte. Fumar opio es abandonar el tren en marcha; es ocuparse de otra cosa que de la vida, de la muerte”, sentencia Cocteau.

Por estas páginas transitan autores como Proust, Wilde y Rimbaud. Quizás de lo que no podía deshacerse durante esos días era de los referentes literarios. Al igual que le sucedió a Françoise Sagan ya que en su testimonio, “Tóxica, la que fuera una adolescente privilegiada y precoz en todas las cosas importantes de la vida también dejó transitar por su páginas a algunos de los grandes literatos.

En “Tóxica”, que permaneció oculto hasta 2009, la autora parece querer exorcizarse mediante la escritura durante los tres meses que duró su internamiento. En este caso la adicción vino por un exceso de medicación de un sucedáneo de la morfina, para calmar los dolores de un accidente. Este libro ilustrado por Bernard Buffet tiene un planteamiento insólito. Agotada por el insomnio y la tristeza, Sagan  escribe:

Imposible dormir. Estoy atiborrada de somníferos y no cierro ojo. Un poco el mismo efecto que cuando no se duerme en absoluto. Ni muy agradable ni lo contrario. La cabeza que da vueltas, el andar oscilante, un nudo en el estómago y ese césped verde…
Lo detesto, nunca iré a ver hierba, nunca iré a Inglaterra.

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