Alejandría, adiós al conocimiento en el Mundo Clásico

Por Owen L. Black

biblio_alDurante varios siglos muchos historiadores han intentado esclarecer uno de los enigmas culturales que más han pervivido en el imaginario colectivo de Occidente.

La pérdida de la institución que se consideraba el estandarte del conocimiento en el Mundo Clásico, la Biblioteca de Alejandría.

Pero hablar de ella y sobre todo, cuando uno se centra en su desaparición es alargar una historia que lo explique durante más de tres siglos y aun así hay pocos datos, no solo sobre su desaparición, sino sobre la propia biblioteca en sí.

Aunque hoy en día, nadie duda de su existencia, lo cierto es que testimonios y relatos sobre este centro hay muy pocos. Además no se ha localizado su ubicación exacta y puede que nunca se logre. Se cree que podía formar parte del conjunto palaciego de los Lágidas (la dinastía de los Ptolomeos). Los palacios en la época antigua difieren mucho de lo que estamos acostumbrados a imaginar que es un palacio, sobre todo por las referencias de la Edad Media o la Edad Moderna.

Los recintos palaciegos en el mundo antiguo podían llegar a ser auténticas ciudades dentro de una propia ciudad. Y en numerosas ocasiones contaban con templos, casas para la burocracia, los criados, los almacenes, jardines y en este caso, una biblioteca.

Cuando Ptolomeo I, Sóter (367 a. C. – 283 a. C.) fundó a principios del siglo III a. C. esta institución para albergar y difundir todo el saber conocido bajo el mundo helenístico, poco se podía imaginar de que iniciaría uno de los enclaves del saber más famosos de la historia.

Fue su hijo, Ptolomeo II, Filadelfo (308 a. C. – 246 a. C) el que le dio el empujón definitivo con un mayor número de volúmenes. El trabajo en la biblioteca era tal, que según se menciona en las fuentes había salas enteras de copistas y todo barco, carro o persona que fuera a Alejandría era sometido a un registro minucioso en busca de nuevos rollos que copiar.

Y es que no solo tenían que mantener una biblioteca, Sóter también creó el Serapeum (300 a. C.) un templo del que hoy se conservan sus ruinas que también contaba con su propia biblioteca, pero estaba situado más en las afueras de la ciudad.

Mientras que la famosa biblioteca era parte (al parecer) de la zona del puerto, donde se ubicaba la zona palaciega de los Ptolomeos en el barrio de Bruquión. Dato que hay que tener en cuenta, puesto que posteriormente, cronistas, historiadores y muchos otros han acabado confundiendo ambas bibliotecas.

Se podrían decir muchas cosas en relación a este lugar, sobre la fidelidad de las fuentes, los bibliotecarios que tuvo y los personajes influyentes que pasearon por sus salas, el número de rollos y las obras que se perdieron para siempre. Pero al margen de todo ello, lo que más ríos de tinta ha hecho derramar es sobre el tema de su desaparición.

Pero no se puede hablar de una, sino de varias catástrofes que se fueron produciendo a lo largo de los siglos y que acabaron por destruir este templo del saber. Aquí solo mencionaré algunas de las más conocidas, porque se han dado tantas explicaciones como días tiene un año.

La primera de las destrucciones se atribuye a la guerra que mantenían Julio César y Pompeyo a lo largo del Mediterráneo por hacerse con el control de la República. Uno de estos actos tuvo lugar en el 48 a. C. en la zona del puerto de Alejandría. Allí se vio sitiado Julio César y Cleopatra en el palacio. Durante la lucha se incendió (para unos) unos almacenes y (para otros) la propia biblioteca, sea como fuere 40.000 rollos se perdieron entre las llamas según Séneca (4 a. C. – 65 d. C.)

Unos años más tarde durante la llamada Guerra de Kitos (115-117) que enfrentaba por segunda vez a los judíos con los romanos. El líder de la sublevación, conocido como Lucas, atacó varias ciudades del norte de África (todo comenzó en Cirene, en la actual Libia). Y entre las ciudades en las que causó estragos estaba Alejandría.

El siglo III d. C. no le fue mejor a la ciudad ya que la inestabilidad del Imperio producía ataques continuos de unas facciones u otras por conseguir el poder y aplastar a los opositores. Alejandría fue objeto de luchas y Caracalla en el 215, Valeriano en el 253 o Diocleciano en el 297 entraron en la ciudad a sangre y fuego.

Por si esto fuera poco, la ciudad no se libró de varios terremotos que terminaron llevando la zona portuaria al fondo del Delta. Y allí es donde se emplazaba la biblioteca original, así que si algún día se encuentra algo de ella, se podría considerar casi un milagro arqueológico.

Para el sigo IV la única biblioteca que sobrevivía a duras penas era la del Serapeum. Pero no por mucho tiempo. En el 391 fue destruida por los cristianos alentados por el patriarca Teófilo de Alejandría que promovía seguir las enseñanzas de las escrituras y rechazar los dogmas del paganismo.

Los últimos a los que se les atribuye una posible destrucción de la Biblioteca de Alejandría es a los musulmanes, en el año 20 de la Hégira (que comenzó en el 622) llegaron a la ciudad y se la arrebataron a los bizantinos, el líder al mando pidió consejo al califa Umar ibn al-Jattab (yerno de Mahoma), sobre qué hacer con los libros y según se dice en la Crónica de los Sabios de Iba al-Qifti (1172-1248) todos los libros fueron destruidos, unos por repetir las enseñanzas del Corán y otros por no ser acordes con su pensamiento. Sin embargo, esta narración es varios siglos posterior al hecho. Y muchos estudiosos de la materia piensan que forma parte más de la leyenda que de la realidad, que para cuando los musulmanes llegaron a Alejandría, la famosa biblioteca no era ya más que un símbolo de épocas pasadas.

Sea como fuere lo cierto es que la perdimos, toda la humanidad nunca conocerá las obras que allí se albergaban y que jamás serán leídas de nuevo. Mientras a lo largo de los siglos unos y otros se han echado mutuamente la culpa de la catástrofe, lo único que queda claro, es que el lado oscuro del ser humano es capaz de producir el mayor daño, con independencia de su origen, cultura, etnia o religión.

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