El gusto por el color invade la Fundación MAPFRE

Por Ferran Calvet González

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Hasta el 29 de enero de 2017, la Fundación MAPFRE nos muestra en el Paseo Recoletos de Madrid, Los fauves. La pasión por el color, una de las exposiciones más importantes que se han hecho hasta día de hoy acerca del movimiento fauvista, surgido en Francia a principios del siglo XX, dándose a conocer en el Salon d’Automne de Paris de 1905. Denominados como los fauves -fieras- principalmente por el uso salvaje del color, pero también por el rechazo a la tradición y por sus pinceladas enérgicas y libres, los principales exponentes de este corto pero intenso movimiento, entre ellos Matisse, Derain, Marquet, Camoin, Manguin o Dufy, marcaron un punto de inflexión, en el que sin dejar de buscar un reflejo en el postimpresionismo, sentaron las bases de las vanguardias posteriores, como el expresionismo o el cubismo.

La muestra, que alberga 150 piezas, cedidas por entidades culturales internacionales de renombre y de colecciones privadas, nos adentra al movimiento mostrándonos un primer espacio con obras de una etapa pre-fauvista, de finales del siglo XIX, surgida en el entorno del taller de Gustave Moreu, donde algunos de los que posteriormente protagonizarían esa corta etapa coincidieron. Una vez pasada esa pequeña fase, que posiblemente fue la que puso las bases de lo que iniciarían Matisse y Derain en la pequeña localidad de Colliure, donde pasaron el verano de 1905, nos adentramos en un laberinto de colores que no nos van a abandonar hasta el final de la muestra, con obras tan destacables como Saint-Tropez le cocher de solei (1904) de Manguin, en la que se nos deleita con un dominio del color impresionante. Pronto entramos en el espacio dedicado a uno de los factores que más identifican el fauvismo: la amistad, y por tanto la mutua influencia entre sus exponentes. Una serie de retratos cruzados entre sus principales protagonistas, donde el que más destaca es el de Henry Matisse (1905) por André Derain.

Siguiendo la muestra, sin dejar de perdernos en la exaltación continua del color, donde podemos observar obras como el magnífico paisaje del Big Ben sobre el Támesis de Derain (1906), llegamos en un espacio en el que se representa la pérdida de interés por las formas fauvistas, coincidiendo con una revalorización de la obra de Cézanne, convirtiéndose así en un punto de referencia. Sin perder el gusto por el color, éste deja de ser la principal preocupación, y surgen otros intereses. Un ejemplo, es la obra Femme nue blonde (1906) de Kees van Dongen, en la que podemos apreciar un mayor cuidado en el trazo y la forma, muy alejado de lo que se estaba haciendo dos años atrás, pero sin perder un interés por el color, contraponiendo la palidez de la piel de la musa con un rojo anaranjado de fondo. Aun así, los trazos coloridos en el rostro o en el cuerpo que reflejaban la emoción, el sentimiento y la intensidad han desaparecido, igual que vemos en el retrato Marguerite (1907) de Matisse, el mismo que dos años antes nos presentaba el retrato de Derain (1905) con un estilo y un trato de los colores muy distinto.

Una exposición imprescindible para entender el arte europeo de principios de siglo XX, que aparte de consolidar la Fundación MAPFRE como uno de los referentes en la organización de muestras –recuerdo que en Barcelona encontramos al mismo tiempo Renoir entre mujeres-, forma junto con CaixaForum –en curso Los pilares de Europa. La Edad Media en el British Museum- una alternativa a veces menos ajetreada y mediatizada que los tres grandes de la capital.

3 thoughts on “El gusto por el color invade la Fundación MAPFRE

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  • el 4 diciembre, 2016 a las 9:34 am
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    Muy buen artículo. Conocedor del tema, el joven autor del extenso escrito, Ferrand Calvet Gonzalez, se proyecta como critico de arte en nuestro país. Numerosos articulos ya publicados en esta revista y en otras demuestra que en breve se convertirá en esa voz totalmente autorizada.

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  • el 15 diciembre, 2016 a las 8:27 pm
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    Es grato ver aparecer artículos novedosos sobre las exposiciones de arte que fomentan las distintas galerías. Si a ello unimos el espíritu reflexivo, austero y conciso del autor, nos encontramos en una dimensión superior de cultura que es muy de agradecer. Espero que la persona que firma el artículo, al que no tengo el gusto de conocer, siga por la misma senda que ha establecido con sus últimos comentarios publicados.

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