Un libro largo de cuentos cortos, de Etgar Keret

Por Pedro Pujante.

unnamed-1El humor es una de las manifestaciones más claras de inteligencia. No se puede entender la ironía o sintonizar con el mundo desde una óptica mordaz si no es con sutileza, con inteligencia, con la empatía de la risa. Desde Aristófanes, pasando por Cervantes, Kafka y  Arrabal, el humor es el lenguaje de la literatura.

En estos cuentos, Etgar Keret (Tel Aviv, 1967)) disecciona el mundo, sobre todo su Israel natal con tal desenfado e ironía que el lector no puede sino quedar perplejo. De cualquier tema, por peliagudo o truculento que pueda ser-la guerra, el amor imposible, la muerte, el sexo, las obsesiones, las diferencias raciales- es capaz de extraer una narración desternillante.

Humor, pero también absurdo sin veladuras, puebla estos cuentos reunidos, recogidos por primera vez por la editorial Siruela y que constituyen un total de cuatro libros y más de 500 páginas.

Los cuentos, cortos o muy breves, incluso algunos cercanos al microrrelato, mantienen un mismo estilo y una sintonía en cuanto a argumentos y temas. En su mayoría, está presente la primera persona, en un tono casi autobiográfico, y nos relatan el universo hilarante de un mundo esquizofrénico y contemporáneo, en el que lo más banal puede devenir en comedia, donde lo más grotesco puede acabar como en un film de Keaton o Chaplin. ‘¿Es la realidad?’, nos preguntaremos al término de cada sketch.

Keret recurre al absurdo e incluso a lo fantástico para recrear un fresco de Israel distorsionado, en el que la crueldad y la violencia son desplazadas por lo burlesco.

En sus cuentos desacraliza los prejuicios que podamos tener respecto al conflicto palestino y al pueblo israelí. Mordaz crítica de su sociedad, de la educación, del ejército, de la religión y de sus costumbres. Con un lenguaje directo, cáustico y a veces tan coloquial que parece retomar el cuento oral –más bien el chascarrillo-, no se priva de usar elementos de su día a día para conjurar todos los demonios de lo políticamente correcto y, con mucha sutileza, trazar una alegoría hiperbólica de nuestros días.

Irreverente, sin pelos en la lengua, rozando lo sacrílego, Keret es uno de esos escritores descendientes de Rabelais y Swift que estiran la realidad para ajustarla a su visión histriónica.

Literatura de gran densidad humorística.

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