Sobre Sumisión de Michael Houellebecq, y el nuevo orden

Por Cesar Alen.

Sumisión es uno de los últimos libros del provocador ensayista francés Michel Houllebecq. Un texto que nos propone un futuro en donde el Islam toma las modernas formas de gobierno, la llegada al poder de un presidente de la república francesa de origen musulmán.

Houellebeqc narra una historia desde un protagonista descreído y cínico, François, un profesor universitario que imparte clases en la Sorbona. El ambiente  está impregnado de un aire intelectual, al estilo del gran escritor norteamericano Saul Below o el propio Phillip Roth, que suelen adoptar como álter ego a profesores universitarios o críticos de arte,  el surafricano Coetzee estaría en el mismo grupo. Aunque  la figura de Huysmans parece muy importante para el autor, ya que  François es en la novela un estudioso de su obra, con constantes referencias a sus textos.

Además de ese soporte cultural que vertebra la novela, también coinciden en el tratamiento de las relaciones de pareja, con un  enfoque hedonista e incluso nihilista de la vida. En sus relaciones hay algunas  reminiscencias  Nabokovianas , en el excitante intento de seducir a sus jóvenes alumnas, de acostarse con ellas, en un claro dominio intelectual. Las adolescentes son víctimas del fenómeno de la “transferencia”, muy habitual en la relación terapeuta-paciente, en donde la admiración, la idealización y hasta el enamoramiento hacia la figura de poder son actos naturales. François lo sabe muy bien y se aprovecha de su condición de profesor para hipnotizar a las adolescentes ávidas de conocer, de experimentar, de convertirse en las favoritas.

Detrás de esta trama , se esconde el tema capital,  de profundo calado político, pero  suavizado,  en un  segunda plano, como armazón y sostén del libro. Tratar un tema tan escabroso como el choque de civilizaciones  es ciertamente arriesgado y polémico. Por eso transcurren en paralelo, solapándose las dos semblanzas; la del profesor y su decadencia moral, su hastío, la búsqueda de un sentido, de una meta, y la del nuevo líder musulmán Mohammed Ben Abbes. Primero nos relata la decadencia de la sociedad occidental, agotada de sí misma, falta de ideales y propuestas, con la conciencia adormecida. Lo hace desde la primera persona, desde una mirada subjetiva y crítica del profesor, y luego va introduciendo el verdadero leiv motiv de la novela, que no es otro que el ascenso al poder del islamismo.

François mata el tiempo entre sus clases y en la necesidad perentoria de buscar una salida a su desesperación existencial. Cree encontrarlo en sus aventuras amorosas, en la consumación del sexo. Lleva un estilo de vida descreído, buscando el placer inmediato, las mismas satisfacciones que cualquier burgués de clase media o profesional liberal, ansiando un mejor modelo de coche, la degustación de las nuevas excelencias gastronómicas, buenos vinos y comida japonesa. Imparte clases, asiste a exposiciones, se acuesta con cuantas mujeres puede. Disfruta también de la soledad, en su apartamento. Allí lee y ve los noticiarios y debates políticos, en donde empieza a notarse la deriva que está tomando el país.

Su sueldo es generoso, su posición social envidiable, su nivel intelectual destacado, pero hay algo que falla, algo que no acaba de encajar, y con ese planeamiento el escritor francés hace una crítica velada a nuestro modo de vida.

Quizá sea esa falta de creencias, de una sólida base moral, la que permite que Mohammed Ben Abbes, líder del  partido islamista llegué tranquilamente al poder. Ese hecho situado por Houellebecq en un cercano 2022, supone un cambio de paradigma, un visión existencial, moral y ética radicalmente opuesta a la que estaban acostumbrados en la sociedad francesa, siempre a la vanguardia en derechos civiles y la tolerancia. Sin embargo, el planteamiento es totalmente plausible en el argumento de la novela, en la presentación de las circunstancias. Sí, es posible, por supuesto que es posible ese escenario, solo hay que observar los acontecimientos políticos de este último año.

En este nuevo orden  la sociedad francesa debe cambiar sus hábitos, sus costumbres, renunciar   a sus principios,  aceptar la nueva moral, como el protagonista cuando se plantea hacer la declaración de principios que se le pide a todos los profesores sobre sus creencias, y abrazar públicamente la nueva fe musulmana. El escenario es apesadumbrado, las mujeres ya no pueden vestir como quieran, sino que deben adoptar los modos impuestos por el nuevo régimen. El ejecutivo quiere comprar las voluntades, desea implantar la nueva religión de una manera  racional, sin que la sociedad se traumatice, y la mejor manera de hacerlo es con dinero, con mucho dinero, con petrodólares procedentes de los países árabes. A François  le ofrecen un sueldo desorbitado, al igual que al resto de los profesores, unas condiciones inmejorables , pero a cambio debe aceptar en su vida a Alá como único dios y proclamarlo públicamente. Aunque parece atractivo y sencillo, a la hora de la verdad pronunciar esas palabras remueve la conciencia, echa por tierra todo un planteamiento vital, un estilo de vida conseguido a base de luchas y movimientos sociales que costaron muchos sacrificios, que superó momentos muy delicados de la historia. Una forma de gobierno instaurada desde la segunda guerra mundial, basada en inopinados valores éticos, en una moral socialdemócrata, con convicciones humanistas y leyes garantistas. Precisamente Francia que siempre ha hecho gala del laicismo, con una forma de gobierno abiertamente aconfesional. Es en ese sustrato pedagógico  donde   el concepto de cultura europea alcanza su máxima expresión, una apuesta identitaria  que se opone a otras civilizaciones. En ese sentido, la nueva forma de gobierno regido por la confesión islámica, supone un  choque cultural  demoledor, un giro radical, imprevisible, pero que en la novela resulta totalmente verosímil, dado el escenario socio-político que nos presenta.

Este nuevo estado de cosas es posible por la enorme  desafección de los ciudadanos con la política y con los políticos.  Los partidos tradicionales no han sido capaces de seducir a los votantes, todo lo contrario, han demostrado su incompetencia, su falta de compromiso, su corrupción y nepotismo. La mayoría inmersos en voraces luchas intestinas, preocupados por subsistir y perpetuarse en el poder, más que de afrontar los verdaderos problemas del país y de sus conciudadanos. Sin embargo, el partido islamista, con su inteligente líder a la cabeza, sabe como seducir a una población agotada y desencantada con sus dirigentes. Hace un discurso moderado, huyendo del fanatismo, dejando en un segundo plano el aspecto moral para centrarse en cuestiones económicas, aportando soluciones al paro y a los acuciantes problemas de una población desesperanzada.

Como es natural, después de un largo trabajo de persuasión, de seducción, con una perfecta estrategia diseñada, el partido islamista acaba ganando las elecciones. Es entonces cuando de manera progresiva empiezan las transformaciones, un giro completo hacia una nueva moralidad, y las peor paradas son las mujeres que deben cambiar su forma de vestir, incorporando el velo, mostrarse recatadas y “sumisas” en público,  perdiendo muchos de sus derechos fundamentales, así como sus  su actividad profesional. Por el contrario los hombres pueden adoptar varias mujeres,  se permite la poligamia a todo aquel que sea capaz de mantener a más de una mujer. Es el caso del protagonista François, que dado su estatus económico podría adoptar perfectamente esa nueva costumbre. En una reunión el rector le explica las nuevas normas de la universidad y le recomienda que no se resista, que en el fondo todo son ventajas en el nuevo sistema. El mismo rector ha formado un pequeño harén y su sueldo se ha multiplicado exponencialmente. En un principio se muestra reacio, pero no tiene muchas opciones, nadie tiene muchas opciones. El nuevo orden está aquí. Ante esta disyuntiva intenta encontrar soluciones en el pensamiento de su admirado Huysmans, en su conversión al Catolicismo, en su actitud devota, en la búsqueda del ascetismo como redención.

Está claro que Houellebecq hace un claro ejercicio de provocación, de asalto a las conciencias con este argumento de potentes ramificaciones culturales y políticas. Ése es su estilo, el ámbito donde se mueve con comodidad. El texto sufre algún altibajo, y por momentos  pierde fuelle, baja la intensidad y queda en suspense, zozobrando, pero la historia que la sustenta es lo suficientemente poderosa como para no dejar indiferente a nadie.

Es una novela para pensar, para reflexionar, para contemplar todos los escenarios posibles. De nuevo el escritor francés no sorprende con su peculiar visión del mundo, con su atrevimiento, su osadía, tal como había hecho con anteriores entregas como Ampliación del campo de batalla, donde ya apunta la desesperanza finisecular, publicada en 1994. El mundo como supermercado, Enemigos públicos (escrita junto al filósofo Henry-Levy). Partículas elementales, o Plataforma, premiada con el Goncourt, en la que lanza una feroz crítica al nuevo turismo sexual de los civilizados europeos en los países asiáticos. Texto adaptado al teatro por el  dramaturgo español Calixto Bieito, e interpretada magistralmente por Juan Echanove, en un montaje provocador y a la altura del relato.     En Sumisión ejerce de nuevo su visión crítica y brutal de la sociedad actual, su punto de vista descarnado, valiente e inspirado. Esta actitud le ha valido mucha polémica y no pocos incidentes. Actualmente intenta huir del ojo del huracán, apenas concede entrevistas y nadie conoce exactamente su lugar de residencia, actos que crean una misteriosa aureola de escritor maldito.      La obra resulta muy interesante por su contenido, por el escenario que plantea, puede mover conciencias, provocar miedos y fobias, desestabilizar y sobre todo hacer reflexionar. De absoluta vigencia dada  la coyuntura política que vivimos en la actualidad, en donde las viejas propuestas políticas parecen estar agotadas y las nuevas aún están por definir. La vieja Europa   está convulsa de nuevo, da la impresión de que no hemos aprendido de las aciagas decisiones tomadas en momentos histórico similares, como sí la memoria colectiva hubiera desaparecido. Tal vez ése sea el mensaje oculto, transcripto en las páginas de Sumisión y la sociedad del bienestar nos esté adormeciendo, invalidando, haciéndonos seres apolillados, adormecidos, egoístas y sobre todo ignorantes.

3 thoughts on “Sobre Sumisión de Michael Houellebecq, y el nuevo orden

  • el 18 febrero, 2017 a las 2:54 pm
    Permalink

    Otro fantastico relato que defines muy bien,sobre todo con tus ultimas palabras.ADORMECIDOS,EGOISTAS EIGNORANTES

    Respuesta
  • el 22 febrero, 2017 a las 11:49 pm
    Permalink

    Estupendo aporte temático, tratado con emotiva lucidez , gracias al compromiso literario de un ser ilustrado.. y al celibato de su silla. Muy bueno.

    Respuesta

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *