El nacimiento de una nación (2016), de Nate Parker

 
Por Irene Zoe Alameda.

Llega por fin a España El nacimiento de una nación, del productor, guionista, director y actor Nate Parker. Cuando hace algo más de un año todos los miembros del público aplaudíamos de pie y sobrecogidos su glamuroso estreno en Sundance, estábamos convencidos de que aquella sería la obra que arrasaría en los Oscar de 2017. El primer largometraje de un actor de segunda ganaba el festival en un éxito tan sin precedentes que la distribuidora Fox Searchlight compró la cinta por la friolera de 17.5 millones de dólares. Era admirable, milagroso, que una película de bajo presupuesto y ajena a Hollywood lograra una manufactura tan impoluta y arrebatadora.
El nacimiento de una nación presenta el biopic de Nat Turner, un esclavo predicador extraordinariamente inteligente y culto que terminó sublevándose contra el status quo, y reclutó una milicia negra que asesinó a unos sesenta esclavistas en 1831 en Virginia.

Los enemigos de la película –que rugieron en masa a través de las redes sociales en los EE. UU. hasta silenciarla– llevan décadas repitiendo que no existen pruebas de que los dueños de las plantaciones cometieran actos de crueldad contra sus esclavos, por lo que obras como esta solo servirían para justificar lo injustificable: que los negros hicieran uso de la violencia en su lucha por la libertad. Es cierto que sobre episodios históricos como el de la esclavitud apenas contamos con vestigios de la barbarie blanca, pero eso no significa que no existiera. Los supremacistas, al igual que los negacionistas del Holocausto, se han aprovechado de la falta de supervivientes y de pruebas para denunciar un supuesto complot por parte de las minorías contra ellos. De esa teoría, por ejemplo, se benefició en campaña el actual presidente de los EE. UU. No obstante, esa postura es intolerable porque es injusta y porque falta a la verdad: es un hecho que los blancos sometieron a las personas de raza negra y las privaron de libertad, y sabemos que la esclavitud fue un periodo oscuro de América. La historia de la mitad de la población ha sido desplazada de los libros durante siglos, y artistas como Nate Parker se esfuerzan hoy por rescatar la voz de quienes también contribuyeron al nacimiento de su nación.

Parte de la controversia que despertó el filme se debió también a su título, con el que el director ejerce un contrapeso a la obra homónima de Griffith, que en 1915 ensalzaba el surgimiento del Ku Klux Klan (por cierto, también gran apoyo del presidente Trump) y denigraba a los negros, a quienes retrataba como imbéciles y violadores. En un acto de apropiación audaz, Parker elige el mismo título y rinde un “antihomenaje” al viejo director racista rescatando la dignidad de un personaje enterrado por la historia. Los parecidos entre las dos obras son nulos, de modo que el título simplemente constituye una gruesa ironía conceptual.

Puede que, sin esos alardes reivindicativos, Parker hubiese evitado o al menos limitado algo del acoso que sufrió cuando se inició la promoción de su película. La ulterior y masiva campaña de desprestigio contra su persona fue tan agresiva que el estreno en cines hubo de ser pospuesto. Tachada de “controvertida”, la cinta apenas logró arrastrar a gente a las salas, y a día de hoy es uno de los mayores “flops” de Fox.

La realidad innegable es que se trata de una buena película y que, si bien carece de originalidad (en ocasiones parece un calco de Braveheart ), logra su objetivo de mostrar otra cara de la historia y de conmover al espectador hasta la médula. De cinematografía exquisita, suprema dirección de actores, casting excelente, con un ritmo de montaje perfecto y una banda sonora emocionante, es una obra que la audiencia agradecerá ver en pantalla grande.

Recomiendo a todo el que quiera ver una buena película este año que vea El nacimiento de una nación. Al margen de toda la polémica que ha despertado por motivos ajenos a su calidad, es necesario que sean los espectadores quienes juzguen si merecía o no la pena. En mi opinión, sí.

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