E.T.A Hoffmann: cuando la música está al reverso de cada página


Por Jesica Lenga
¿Cómo conociste a tu autor favorito? Es muy improbable que alguien ignore la respuesta a este interrogante, todos recordamos ese momento crucial que nos cambió la vida. Seguramente mi consulta te remita a la visita a una librería, un regalo de cumpleaños, un robo en una biblioteca o una charla de amigos. Mi historia con Hoffmann es diferente, yo a Hoffmann lo conocí mucho antes de saber que una vez en Alemania había existido un sujeto llamado E.T.A Hoffmann e incluso antes de saber leer.
Tenía tres  años y mi mamá me llevaba por primera vez al teatro Colón a ver lo que luego se convertiría en otra de mis pasiones: un ballet. ¿El título de ese ballet?: “El cascanueces”. En ese entonces no sabía yo que El cascanueces era en realidad un relato de Hoffmann que estaba incluido en una maravillosa colección de cuentos titulada Los hermanos de San Serampión, pero la historia de Marie, el señor Drosselmeier y el rey de los ratones me fascinó. Luego, no pasaba un día en el que no pusiera el disco en mi casa y tratara de reconocer en la música de Tchaikovski las partes en las que aparecía el rey de los ratones o el momento en el que Marie baila con el príncipe Cascanueces. Notando esto, mi mamá comenzó a llevarme a cuanta puesta de ballet se presentara en el teatro, entre ellas vi Coppelia de Delibes, la historia de la hermosa autómata, también basada en uno de los relatos más famosos de Hoffmann: “El hombre de arena”.
Supongo que a Hoffmann no le hubiese molestado que llegara a él de esa manera, muy probablemente hubiera preferido ser más reconocido por su música que por su literatura. La música fue el primero de los amores de Ernst Theodor Amadeus Hoffmann, que en verdad había sido bautizado con el nombre Ernst Theodor Wilhelm Hoffmann,  pero un buen día decidió modificarlo para homenajear a su compositor predilecto: Wolfgang Amadeus Mozart. Hoffmann llegó a componer numerosas piezas musicales e incluso creó una ópera para una de las más bellos historias del romanticismo alemán: Ondina de Friedrich de la Motte Fouque. Aun así, tal vez a su pesar, trascendió hasta nuestros días por haber desarrollado una obra literaria tan inquietante como cautivadora en la cual la música nunca dejó de tener protagonismo. Para Hoffmann, música y literatura siempre fueron anverso y reverso de una misma página.
Muchos lectores del siglo XX conocieron a este autor del final del período romántico en Alemania a través de Freud. Freud toma el ya mencionado cuento “El hombre de arena” para desarrollar su teoría acerca de lo siniestro o lo ominoso, en alemán Unheimlich :aquello  relacionado con lo familiar, pero a la vez oculto, que ha salido a la luz. En “El hombre de arena”, relato incluido en el volumen titulado Nocturnos, podemos encontrar muchos de los motivos que son una constante en la obra de Hoffmann: el tema del doble, el autómata, la cuestión de la alquimia y las ciencias ocultas, los personajes demoníacos. De hecho, Hoffmann se hizo muy popular gracias a sus historias de vampiros y monjes temibles. Incluso, para ganarse el favor del gran público de su tiempo y viendo el enorme éxito que habían cobrado durante el siglo XIX novelas como El monje de M. G Lewis , incursiona en el género gótico y escribe la novela Los elixires del diablo. Aun así, por su complejísima estructura de dobles y espejos, por la cantidad de intrincados procedimientos que Hoffmann pone en juego, Los elixires del diablo no es una novela gótica más.
Sin embargo no es de estas historias sobrenaturales de lo que a mí me gustaría hablar, quisiera usar este artículo para hacer alusión a la que tal vez sea la parte menos conocida de la obra de Hoffmann, aquella en la que él se ocupa de pensar en la situación de los artistas en la sociedad de su tiempo y las desgracias que estos tenían que padecer, en la que piensa su propia situación como pianista y en las que muchas veces,  las formas musicales moldean la escritura.  Es aquí donde, a mi entender, aparece el mejor Hoffmann, el Hoffmann humorista que se burla sin piedad del “populacho burgués”, el Hoffmann que parodia la literatura canónica sumándose a la tradición de Laurence Sterne y Jean Paul Richter.
Ya desde el primero de sus volúmenes de cuentos, Fantasías a la manera de Callot, la música aparece como una cuestión preponderante. En esta serie de relatos Hoffmann le da vida a Kreisler, un músico frustrado que funciona como su alter ego y que reaparece a lo largo de toda su obra. La identificación entre Kreisler y Hoffmann es tal que este termina adjudicándole a su propio personaje, la autoría de la serie de episodios titulados “Kreisleriana” incluidos en el volumen. ¿Y qué son las “Kreislerianas”? En el prólogo a la serie se nos cuenta que al revisar las abandonadas partituras del compositor Johannes Kreisler, sus discípulos se encontraron con que en el reverso de las mismas este artista incomprendido anotaba pequeños artículos humorísticos, productos de una inspiración repentina. Son estos textitos, supuestamente escritos por Kreisler, los que nosotros accedemos a leer. Sin embargo, en este artificio de la partitura reciclada está condensado el proyecto literario de Hoffmann: lograr que literatura y música se fusionen, elaborar una literatura musical y una música literaria. En el primero de los episodios incluidos, “Desventuras musicales del director de orquesta Johannes Kreisler”,  Hoffmann redacta una suerte de defensa, un manifiesto del artista romántico frente al ignorante e insensible publico burgués. Kreisler nos relata cómo fue abandonado en pleno concierto por un grupo de “filisteos” que cree que la música es un mero pasatiempo, un “telón de fondo” para sus charlas sosas sobre el clima o los caminos; se vale de los recursos de la sátira para hacernos destornillar de la risa a costa de dos hermanitas, las señoritas Röderlein, que lo torturan con sus desafinadas voces, que hacen saltar las cuerdas del piano y que después de recibir  años de lecciones de música, logran que la obra que interpretan sea casi reconocible.  Luego Kreisler describe esa horrible sensación que no solo los músicos, sino también los melómanos tenemos, incluso hoy en día, cuando prendemos la radio o escuchamos en alguna parte, el último hitazo: a veces aquello que más amamos puede convertirse en un martirio “¿Hay que torturar al músico sincero con música, como me han torturado hoy tantas y tantas veces? ¡En verdad no hay arte con el que se lleven a cabo tantos y tan malditos abusos como con la maravillosa, sagrada música, a la que con tanta facilidad profanan en su delicada esencia!”.
No obstante, lo interesante de las “Kreislerianas” es que la música no es parte solo del contenido de los relatos sino que por momentos, más que escritos, estos están compuestos al modo en que se compone una pieza musical. Son muchos los expertos que sostienen que en Fantasías a la manera de Callot Hoffmann se vale de formas musicales tales como el capriccio y la fuga para pensar sus relatos. La fuga en particular es una forma de composición breve, fragmentaria, en la que se superponen varias voces que se responden unas a las otras. La fuga generalmente tiene solo dos carillas: anverso y reverso:  también aquí, como reverso del descargo de Kreisler, Hoffmann incluye un episodio titulado “Pensamientos acerca del alto valor de la música” en la que nos encontramos con otra voz, que parecería haber escuchado la de nuestro músico, porque tal como en una fuga, contesta todos sus argumentos. Esta  voz pertenece a uno de esos “odiosos filisteos”, que defienden la herejía, el sacrilegio de considerar a la música como un  vano divertimento, como una “cosa útil”, en tanto que nos permite relajarnos para luego poder lograr “nuestro verdadero cometido en la vida”: ser más productivos en el trabajo. Ahora eso sí, la música es buena, en tanto que no se nos ocurra la loca idea de convertirnos en esa especie de lunáticos llamados artistas. Nuevamente, Hoffmann usa la sátira para ridiculizar a este tipo lamentable de sujetos.
En la literatura de nuestro autor todos los recursos del humor están puestos al servicio de atacar a las instituciones establecidas y criticar a la sociedad de su tiempo. En “Noticia de un joven culto”, por ejemplo, Hoffmann parodia al Bildungsroman, la novela de formación para burlarse de la idea de educación ilustrada que persiste hasta nuestros días. En este pequeño cuento somos testigos del proceso de conversión de un joven que pasa de ser un “salvaje” a volverse todo un erudito… el problema es que luego nos enteramos de que este “joven” en verdad es un simio. Milo, el mono ilustrado al que a veces le dan ganas de colgarse de un árbol o saltar en los salones, pero afirma que necesita un piano con diez octavas, porque con el tradicional(de siete octavas) a él no le basta, es aplaudido y reconocido por el mismo público que desprecia al talentoso Kreisler.
La historia de Milo podría ser el germen de la magistral novela Vida y opiniones del gato Murr, en la que Hoffmann realiza un claro juego intertextual con Vida y opiniones del caballero Tristram Shandy de Laurence Sterne .Lo primero que deberíamos aclarar es  que en “El gato Murr” en realidad no hay una sino dos novelas, en la primera Kreisler reaparece como protagonista de una historia melodramática, la segunda es la obra de Murr, un gato que se jacta de ser erudito, y toma los restos de la obra de Kreisler para escribir allí  la “valiosa” historia de su formación como autor. En el relato de Murr nos topamos con una mezcla de materiales de lo más extraños: desde los primeros poemas de un felino poeta de los que tengamos noticia, hasta sus peripecias con una banda de gatos callejeros,  la historia de su amistad con el perro Ponto o el elogio fúnebre dedicado a Muzius, el gato consagrado a la filosofía y la historia. Así, paulatinamente, la obra de la mascota va ganando espacio y ocupando toda la superficie del texto. Hoffmann nos advierte como, en sociedades como la nuestra, un gato puede ser el que pronuncie grandes discursos y el que ocupe un lugar preponderante, por encima de otros más talentosos.
Literatura y música son dos artes frecuentemente relacionadas, sin embargo son pocos los autores que lograron una conexión tan estrecha entre melodía y palabras como la que Hoffmann alcanzó. Tal es así, que hoy podemos encontrarlo tanto en bibliotecas como en teatros de conciertos. Más allá de sus composiciones, fueron muchos los músicos que se sumaron a la lista de Tchaikovski o Delibes y tomaron al autor del “Gato Murr” como fuente de inspiración, Jacques Offenbach compuso la ópera Los cuentos de Hoffmann, Robert Schumann la composición para piano titulada Kreisleriana, y Wagner lo usó como una de sus fuentes para crear Los maestros cantores de Núremberg. Todas, obras que ningún melómano debería perderse.
Tal vez, la mejor forma para acercarse a Hoffmann sea empleando el mismo contrapunto que él utilizo para escribir sus relatos, escuchando y  leyendo hasta lograr que música y literatura sean las dos caras de una misma experiencia
 

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