Momentos Lichis. Primera parte: Cuando me suenan las tripas, Cabrón, Vestidos de domingo

Por: Pablo Escudero

Miguel Ángel Hernando Trillo, alias Lichis, vino al mundo musical editado en 1997, con su disco Cuando me suenan las tripas, aparecido en el sello Dro. Se van a cumplir 20 años y creo que alguien debe brindar por ellos. Por aquel entonces firmaba como La Cabra Mecánica, un nombre que utilizó hasta 2009, que le dio muchas alegrías pero del que terminó un tanto harto. Este texto está escrito por un fan de Lichis. Un fan que presume de razonable, pero que no olvida que el término fan proviene de fanatic.
I:
Las sobras se las comieron las ratas,
Esta noche no hay croquetas
En algún momento de ese 1997, al adolescente de 13 años que yo era, le llegaron a los oídos desde la radio los sencillos Mi única riqueza y Reina de la mantequilla. Aquella era otra radio. Hoy en día esos singles nunca estarían en Los 40 principales. Aquellos ritmos con aquellas letras, para aquel adolescente de provincias, eran otra cosa. Era la vida real que muchos otros cantantes no cantaban. Era la realidad de los que nunca dejaron de vivir en crisis pero hacían poesía en precario.
No me apetece buscarme la vida,
Busca tú a ver si la encuentras
Hasta aquellos días yo me pasaba el día escuchando a Andrés Calamaro y a Joaquín Sabina. Desde entonces, mi amor por esos dos autores se ha visto muy resentido. Cuando me suenan las tripas, aquel álbum, sigue siendo un disco que escucho entero y con frecuencia y que me sigue acompañando y hablando.
II:
Mata más gente el tabaco que los aviones
Y he perdido el miedo a volar
No volví a oír algo de La Cabra Mecánica hasta 2001, cuando Lichis, acompañado de María Jiménez, se hizo muy popular gracias a La lista de la compra, el single inicial de Vestidos de domingo. Para muchos, La Cabra Mecánica nacía ahí, dentro de un cierto movimiento rumbero de éxito. Para algunos, los dueños del secreto, La Cabra Mecánica volvía de donde quiera que hubiera estado encerrada aquellos años. La lista de la compra, con su poesía escrita en la mesa de la cocina, sonó mucho. Quizá demasiado. Gracias a aquella fama pasajera, hasta mi pequeña ciudad llegó por primera vez un disco de La Cabra Mecánica. Corrí a comprar Vestidos de domingo y le vi la cara a Lichis. Con una camisa blanca y ojeras de domingo, repeinado, era eso, el chaval de barrio que se arregla para cantarle a la vida. 10 canciones que eran 10 puñaladas. Mata más gente el tabaco que los aviones, y he perdido el miedo a volar, empezaba diciendo Felicidad, la primera. Y es que el amor es un deporte muy raro, y como vicio, bastante caro, terminaba la última. Y vuelta a empezar. Entre medias, versos que siempre me han acompañado, en el amor (Es la falta de amor la que llena los bares, son tus labios para mí un plato de calamares) y en el desamor (me has dejao el corazón casi más tieso, que el de un pobre parvulito castigado sin recreo). Promesas de amor (Es poco lo que tengo pero todo te lo doy) y de decepciones amorosas (Ni tú eres la princesa de este cuento, ni a besos voy a dejar de salirte rana). Al menos tres canciones que deberían aparecer en cualquier antología del pop español: Felicidad, Todo a cien y La novia del marinero. Diez temazos. Menos de cuarenta minutos y un disco redondo. Quizá el éxito inicial de La lista de la compra le quitó un poco de visibilidad al conjunto.
III:
Se escuchó bastante, y pude ver a La Cabra Mecánica en concierto un par de veces en apenas un año. Era un directo que enganchaba. Lichis tocaba el bajo. Todo sonaba tan bien como en el disco pero todo tenía alguna sorpresa preparada. Tocaban todas las canciones de Vestidos de domingo y canciones que yo no conocía. Por suerte, aquella popularidad hizo que sus dos primeros discos llegaran a más sitios. Me compré una de esas cajas con sus tres discos en el Carrefour y me aprendí todo su repertorio. Para muchos cantantes, que vendan sus discos en Carrefour debe ser una puñalada. Pero quizá era el sitio en el que yo debía encontrarme con aquellos tres discos, uno que ya tenía y dos que no había podido escuchar completos en su momento. Nadie le ha sacado tanto jugo compositivo a los supermercados, a las compras, a las despensas y frigoríficos de España, que Lichis. Mucho antes de que Víctor Lenore se cayera del caballo y acudiera a azotarnos a todos por ser unos hipsters que huían de lo verdaderamente popular, Lichis, un tipo que sabía de música les cantaba a los mendigos que pedían en la puerta y a las cajeras.
IV:
Soy un yonki, yonki
Y todos mis amigos tocan funky, funky
Con ese nuevo arranque de popularidad, escuché a Lichis en entrevistas, y lo oí decir que había publicado el segundo disco, Cabrón, en 1999, pero que a nadie le había interesado. Las radios pensaron que era demasiado crudo, malsonante, y prácticamente lo habían vetado. Creo que más que por las palabras malsonantes, que siempre las hubo en sus composiciones, lo que molestó fue que atacaba en ciertas canciones al sistema nervioso de la música pop instalada en los altares patrios. Lichis ya les había disparado a los artistas con pose de maldito en su disco Cuando me suenan las tripas:
Por si te acuerdas de mí
Te he apuntado en una barra de hielo
Mi dirección y mis mejores deseos
¡Que te follen!
España no acepta que se cuestionen las versiones consensuadas. Quiénes son los genios y quiénes los que de verdad tenían talento. En aquellos tiempos escuché a Lichis contarle a Rafael Escalada en una entrevista lo que había sentido en los tiempos bajos de Cabrón, lo que sentía con el éxito de Vestidos de domingo. Lo escuché incluso contar el origen de su apodo. Eran otros tiempos donde la radio comercial daba cobijo a profesionales que saben de música, como Escalada, y entrevistaba a los cantantes y los dejaba explicarse.
V:
Padres travestidos, madres sadomasoquistas
sacan de paseo a sus muñecos gesmar
deformados por un accidente radioactivo.

He leído muchas veces que It´s the end of the world as we know it (and I feel fine), de R.E.M., es el Highway 61 Revisited de esa generación de músicos. Me lanzo a decir que En la soleada tarde de domingo en un parque de Moratalaz, incluida en Cuando me suenan las tripas, es la canción española que más se acerca, en su dibujo de personajes y flexible uso de la poesía callejera, a Pedro Navaja y Walk on the wild side (más que la propia versión de Albert Plà)
Pido a una hippy coqueta un cigarro
me suelta no fumo tabaco
qué coño me importa de qué pie cojee qué fume o qué no.
Hace ya tiempo que llevo buscando respuestas sencillas, concisas,
pregunto a mis locuaces tripas
cansadas responden: y ¡yo qué sé, huevón!
¡córtate el pelo y búscate un trabajo! 

VI:
De nuevo rey de bufones
Reinstauré mi monarquía
Haciendo de mi nombre un chiste
¡Soberana tontería!
Lichis no se ha cortado a la hora de meterse en fregados, ni en sus canciones ni con sus declaraciones. Apuesto a que no le cae demasiado bien a muchos popes de las discográficas, la prensa musical o el artisteo bien establecido. En su disco Cabrón traza uno de los retratos más despiadados de los restos de la movida. Se llama Terribles ochenta y creo que si hemos desmitificado la transición política, deberíamos ir desmitificando la llamada movida
No respires de mi aire, 
no me invites a farlopa,
las estrellas de mi patria
hablarán como cotorras,
si les gusta hablarán y hablarán
¡qué bicoca!
Si no les gusta reventarán
sin abrir la puta boca.
Si algo huele mal
en mis palabras
en mis pensamientos
es ese pestazo a borracho en el aliento. 

Cabrón es un disco con mala leche. Dispara y odia. Basta ver que una de sus canciones se llama Odio. Creo que sobreviven en magnífico estado de forma al menos tres canciones muy distintas entre sí: Canción protesta (Autocrítica), Malacara y Agua. En este disco retrata como no he visto en otro lugar la vida monótona del trabajador alienado, del oficinista sin ilusiones, en la canción Malacara:
Rumiando medio día
de jornada laboral,
la fórmula eficaz
para perder la otra mitad.
Las ganas de comerte el mundo
las perdistes ¡qué cojones!
a base de jartarte de marrones.
Canción protesta (Autocrítica) se lanza de cabeza contra el mundo del fútbol y su buena fortuna a la hora de mantener entretenidos a los obreros de barrio
¿Dé dónde vienes? ¿de qué planeta? 
¿de que país, autonomía, ciudad, barrio, calle?
¿Cuál es tu bandera?
Patriotismo futbolero,
todos marcados a fuego como dóciles corderos,
con el logotipo de una marca deportiva
que ahora también les ofrece esta canción.
¡Que movida! ¡Recopilación! 

Y denuncia la hipocresía que a veces está detrás de ciertos avances sociales
Ahora los gays están mejor vistos, 
alguien se ha percibido de su creciente poder adquisitivo.
Mis amigas, hartas de tanto borracho impertinente,
van a ponerse cachondas a los bares de ambiente. 

Y creo que los que conocíamos este disco y sus rincones no pudimos evitar acordarnos de estas estrofas cuando Pablo Iglesias Turrión empezó a hacerse tan popular en las tertulias que parecía que se iba a convertir en presidente del gobierno:
Reinventé cuatro tópicos manidos,
versifiqué mis desvaríos,
alcanzando cierta fama como orador comprometido
en todos los debates televisivos;
que hasta las madres comentaban al verme,
¡qué bien habla este niño
pá ser tan punkie y tan autodestructivo! 

VII:
¿Y ahora sobre qué van a cantar las bandas?
Yo por mi parte he terminado hasta el culo de los Doors, la Velvet y Malasaña
Los tres primeros discos de La Cabra Mecánica son una batidora de músicas populares. Lichis, y esto lo defenderé donde haga falta, es uno de los mejores letristas del pop (hablando en términos generales) español. No tiene nada que envidiar a Kiko Veneno, Antonio Luque, Joaquín Sabina, Josele Santiago, Roberto Iniesta o Andrés Calamaro. Como ellos, tiene versos más inspirados y versos que lo están menos. Juega en su misma liga y a veces les gana. Pocos, quizá ninguno, rasca poesía en situaciones tan cotidianas. Lichis tiene además un gran oído para la música popular. Y por sus manos pasan y salen transformados todos los ritmos que se oyen y oían en los barrios, de la copla al hip – hop, pasando por las rancheras, las cadencias blues, el rock gritado, el pop elegantón con sección de metales, cierto aire de charanga y verbena. Sus tres primeros discos constituyen una trilogía de lo popular, todo con un estilo propio indiscutible hecho a base de los cientos de estilos que viven en la calle.

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