Cuántas cosas habría uno hecho si nunca hubiera procrastinado. Si no hubiera aplazado una tarea de la escuela por jugar videojuegos o pospuesto una entrega del trabajo por navegar en redes sociales. Y aunque parezca que la procrastinación crónica es simplemente un mal manejo del tiempo (padecido por todos), es una herramienta emocional para lidiar con el estrés –dice la neurociencia–, que puede llevar a problemas significativos en relaciones, trabajo, finanzas y salud. Eso lo sabe la mayoría, pero no implica que pueda cambiarlo a voluntad tan fácilmente.

Pero la neurociencia dice que sí es modificable. En el video de arriba, el director creativo Stuart Langfield le pregunta a Tim Pychyl, un neurocientífico que estudia la procrastinación, acerca del mecanismo de esta actitud. Pychyl nos dice que hay dos regiones del cerebro (el sistema límbico y el córtex prefrontal) que compiten entre sí cuando diferimos algo.

Al sistema límbico le concierne la recompensa inmediata. Toma posesión cuando uno siente antojos por algo (comida, sexo, azúcar…) y cancela por completo el beneficio a largo plazo. Por otra parte está el córtex prefrontal, mucho más evolucionado que el anterior, y mucho más flexible. A este le conciernen la razón, los planes para el futuro y las ambiciones. Cuando uno aplaza algo, el sistema límbico instintivamente opaca al córtex prefrontal. Digamos que recibes una noticia de algo que te hace enojar o entristecerte y, en lugar de hacerte cargo de ello, lo ignoras y buscas algo que te haga sentir bien de inmediato. El sistema límbico está tomando el control.

Procrastinamos hasta que el córtex prefrontal piensa bien las cosas y le recuerda al resto del cerebro que no está muriendo; sólo está intentando hacer algo muy difícil. Pero para entonces (discutiblemente) ya perdimos mucho tiempo. La buena noticia es que el cerebro puede cambiar; que existe algo llamado neuroplasticidad: la capacidad de formar nuestro cerebro para formar y romper hábitos.

Así, la propuesta de Langfield en este video no es solamente entender la biología de la procrastinación sino vencerla. ¿Cómo? De acuerdo a Pychyl, con mindfulness.

“Entre más meditas, mejor eres para tomar decisiones, y mejor eres para cumplir las tareas cuando tienes algo importante que hacer”, explica Langfield. “La meditación de hecho encoge esa parte instintiva del cerebro y ello se traduce en más materia gris para la parte que te ayuda a tomar mejores decisiones. Y eso es lo que sabemos que funciona”.

El cerebro cambia con la meditación, aunque ello toma mucha práctica. No es una solución simple, pero lo único que tenemos que hacer es decidir qué importa más en la vida y hacer lo que sea necesario para comenzar a obtenerlo. ¿Cuánta de nuestra vida hemos diferido? Nunca lo sabremos, pero podemos dejar de hacerlo. O al menos reducir el porcentaje de tiempo. 10 minutos de meditación al día pueden regresarnos años.

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